NAIZ (Argazkiak: Fadel SENNA/AFP)
COLMENA_galeria
La estructura de la colmena colectiva es espectacular.
Fadel SENNA (AFP)

Inzerki, una colmena sin zumbidos

Es la colmena colectiva tradicional más antigua del mundo. Eso siempre ha sido motivo de orgullo para los habitantes de Inzerki, en Marruecos, pero hoy se muestran alarmados porque, en plena primavera, no se oyen zumbidos. Las colonias se están secando. Y las abejas se mueren.

El pueblo de Inzerki, en Marruecos, se enorgullece de tener la colmena colectiva más antigua y más grande del mundo, pero también tienen motivos para estar preocupados porque, ahora, en primavera, en lugar de intensificarse su actividad, las colonias se han derrumbado debido a la sequía.

El apicultor Brahim Chatoui es uno de los afectados. Se queja de que ha perdido un tercio de sus colmenas en solo dos meses. «En esta época del año, esta área debería estar repleta de abejas; hoy el silencio ha sustituido al zumbido», comenta mientras inspecciona sus enjambres empapado en sudor bajo un sol de primavera abrasador. «Sin embargo, hoy, están muriendo a un ritmo aterrador».

El norte de África ha experimentado un aumento dramático de muertes masivas de los polinizadores críticos, un fenómeno llamado «desorden de colapso de colonias». Está ocurriendo en todo el mundo. Los expertos dicen que estas muertes repentinas de abejas están relacionadas a menudo con la destrucción de la naturaleza y el uso desenfrenado de pesticidas.

Pero las autoridades de Marruecos aseguran que el motivo es la peor sequía que ha azotado al país en 40 años, que ha diezmado las plantas de las que dependen las abejas para alimentarse.

La colmena colectiva de Inzerki se encuentra en una ladera soleada en el corazón de la Reserva de la Biosfera de Arganeraie, una región de 2,5 millones de hectáreas protegida por la Unesco, a unos 415 kilómetros al suroeste de la capital, Rabat.

El complejo es espectacular, sorprendente: una estructura de cinco pisos de puntales de madera y barro seco se extiende a lo largo de una ladera; cada compartimento alberga una colmena cilíndrica de mimbre, cubierta con una mezcla de tierra y estiércol de vaca. Los expertos dicen que es la colmena colectiva tradicional más antigua del mundo, que data de 1850, pero, lamentablemente, hoy está amenazada en medio de un clima cambiante.

El experto en abejas Antonin Adam también culpa del colapso a la sequía, pero puntualiza que también han podido contribuir «la vulnerabilidad de las abejas a las enfermedades, las prácticas de pastoreo nómada, la agricultura intensiva y el deseo del país de aumentar su producción de miel».

En cualquier caso, no es solo el colmenar de Inzerki el que tiene problemas. Mohamed Choudani, del sindicato de apicultores de la UAM, subraya que la crisis está afectando a las poblaciones de abejas en todo el país.  El verano pasado, los 36.000 apicultores de Marruecos manejaban unas 910.000 colmenas, un 60% más que en 2009, según cifras oficiales. Pero Choudani denuncia que desde agosto pasado se han perdido 100.000 colonias solo en la región central de Beni Mellal-Khenifra.

Las abejas y otros polinizadores son vitales para la reproducción de más de las tres cuartas partes de los cultivos alimentarios y las plantas con flores. La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) hace hincapié en que las abejas juegan un «papel esencial para mantener saludables las personas y el planeta», y la ONU añade que «sirven como centinelas para los riesgos ambientales emergentes».

En opinión de los habitantes de Inzerki, el problema de las colmenas es un desastre ecológico y económico, pero también una crisis para su herencia única. En este sentido, Chatoui reconoce que muchos habitantes de Inzerki no pueden afrontar las pérdidas. «Algunas familias han decidido, simplemente, renunciar a la apicultura por completo», lamenta.

Además, las colmenas de Inzerki, ubicadas en el corazón de la reserva de la biosfera del árbol del argán, una de las más ricas del país, tienen problemas en su estructura. Partes de ella, catalogada recientemente como patrimonio nacional, están hundidas. En opinión del geógrafo Hassan Benalayat, el abandono se debe a varios factores, además de al cambio climático; entre otros, a la llegada de la agricultura moderna y un éxodo general del campo. Alrededor de 80 familias en el pueblo alguna vez criaron abejas. Hoy hay menos de 20. «Es urgente mantener vivo este legado excepcional», advierte.

Ante esta situación, Chatoui y otros vecinos han creado una asociación para restaurar la estructura. Además, han plantado hierbas aromáticas para resistir la aridez del suelo y  para que las abejas toleren mejor las condiciones cálidas y áridas. «La situación es crítica, pero no por eso nos vamos a rendir», advierte Chatoui. Ahora se esfuerzan por rehabilitar el colmenar. «El objetivo no es producir miel, sino proteger las colmenas y asegurar que las abejas sobrevivan hasta días mejores».