Iñigo Azkona

Mujeres diola, luchadoras natas

Hay que viajar hasta Senegal para ver a mujeres protagonizando sesiones de lucha tradicional africana o lamb, un ritual basado en la exhibición de fuerza. La etnia diola es la única tribu que permite a las mujeres participar en este ritual. Y hemos estado con ellas.

Lucha tradicional africana o laamb entre dos mujeres.
Lucha tradicional africana o laamb entre dos mujeres.

La lucha tradicional africana o laamb es un ritual ancestral que se celebra en toda África subsahariana desde tiempos inmemoriales, un deporte que basa sus reglas fundamentales en la exhibición de fuerza, con un marcado carácter viril. En este contexto, resulta difícil encontrar tribus que permitan la participación de la mujer en esta actividad, pero la etnia diola lo hace. Para conocer las características de sus integrantes, debemos viajar a Senegal.

Visitar Senegal supone adentrarse en un conglomerado de culturas y etnias que abarcan desde las poblaciones nómadas del desierto del Sahara hasta las animistas del África negra más profunda, en las zonas tropicales del sur. En ese país conviven catorce tribus diferentes, cada una con su propio dialecto y sus peculiaridades culturales.

Los wolof son la principal etnia. Su lengua es la más hablada en Senegal, a pesar de que el idioma oficial es el francés. Integra a un 40% de la población y reside, sobre todo, en el norte. También están los peul, el pueblo nómada más grande del mundo y que vive en más de una docena de países de África. Se dedican a la ganadería bovina y la posesión de manadas determina el prestigio social entre sus miembros. Otra etnia es la de los serer, uno de los pueblos más antiguos de Senegal y que destacan por ser grandes agricultores, expertos en el cultivo del mijo.

Todo este entramado de etnias y tribus realza el valor cultural del país y su acogedora gente muestra con orgullo su capacidad de convivencia, huyendo de las luchas tribales y guerras civiles que se acostumbran a dar en otros países vecinos. Además, destaca la buena relación entre la población musulmana y la cristiana (90% frente a 10%), llegando a celebrarse matrimonios mixtos sin presiones religiosas.

Únicamente en la región de Casamance, al sur del país, existe un sentimiento nacional. Allí la población autóctona ha llegado a luchar por su independencia, pero hoy en día esta lucha es un hecho residual y tan solo queda la presencia de algunas patrullas de militares en la zona.

Escasez de recursos naturales

La riqueza cultural y la diversidad étnica chocan con la escasez de recursos naturales para abastecer a una población de casi quince millones de personas. El país se extiende por 196.192 kilómetros cuadrados, de los cuales el 70% son zonas desérticas o semidesérticas, difíciles para el cultivo y la cría de ganado. Tan solo en la época de lluvias, que se suele dar entre junio y octubre, es posible trabajar la tierra y sacar provecho de ella. El resto del territorio lo constituyen regiones tropicales con abundante agua y terrenos apropiados para la agricultura.

Aunque estas regiones del sur también suelen esperar a la época de lluvias para llenar los inmensos campos de arrozales con agua, el resto del año son muy ricas en árboles frutales, cultivos de temporada y ganadería. De esta manera, la complejidad geográfica y climática del país obliga al 30% del territorio a mantener al otro 70%.

Pero si Senegal realmente dispone de una potente industria de recursos primarios es gracias a su gran flota pesquera, que trabaja día y noche en las templadas aguas del Atlántico. La costa senegalesa está repleta de kilométricas playas que, más allá de su uso para el disfrute, están destinadas a ser puerto de atraque de cientos de barcos de pesca.

Las hileras de barcos (al estilo de los cayucos que conocemos) en la orilla llegan hasta donde la vista alcanza y la actividad frenética en las playas es tan intensa que roza el caos. Mientras unos barcos llegan, otros salen y la descarga de la captura la realizan personas que corren de la playa a los camiones con grandes recipientes llenos de pescado en la cabeza. Mientras tanto, mayoristas y personas del lugar se aglutinan alrededor de los barcos para comprar género al mejor precio posible.

Puertos pesqueros importantes

Ciudades como Saint Louis o M’Bour y Dakar son puertos pesqueros importantes de Senegal, pero eso no significa que el resto de la costa esté libre de esta actividad. En Joal Fadiouth, por ejemplo, se encuentra la mayor industria de secado de pescado, con cientos de metros cuadrados destinados a esta labor.

Pero las playas también suelen estar ocupadas por otra actividad: el culto al cuerpo que desarrollan los senegaleses, en especial los hombres; un hábito que se puede observar en esos espacios y sus alrededores, convertidos en gimnasios al aire libre para entrenar y hacer deporte. Por ese motivo, además son un lugar ideal para practicar el deporte más arraigado en el país, que, por una vez, no es el fútbol, sino la lucha senegalesa o su variante más tradicional, la lucha africana, el deporte estrella del país. Los campeonatos que se celebran en Dakar y otras plazas menos importantes llenan los estadios de público y tienen una seguimiento social equiparable al propio balompié.

De los poblados a los estadios

Los combates de laamb son grandes acontecimientos deportivos que movilizan a los medios de comunicación y reciben la atención de los residentes y la diáspora. Trascendiendo a los grupos étnicos, goza de condición de deporte nacional y las citas de los domingos abarrotan estadios con más de 3.000 espectadores. La lucha consiste en derribar al adversario, haciendo que toque el suelo con la cabeza o el trasero, pero, al contrario de lo que ocurre en el laamb tradicional, en estas competiciones deportivas se permiten los golpes con los puños.

No existe constancia de cuándo comenzó a practicarse esta lucha tradicional, ni en qué lugar de África Occidental. Los hombres jóvenes solían luchar como distracción para cortejar a las mujeres, probar su virilidad y otorgar honor a sus aldeas. El vencedor del torneo podía obtener ganado, grano u otros bienes. Los combates estaban rodeados de rituales y ofrendas características de las creencias animistas y cada luchador, llamado m’burr en wolof, realizaba un baile entre inciensos antes del inicio del combate.

Hoy en día, en las regiones de Sine-Saloum y Casamance, el laamb sigue manteniéndose casi de forma originaria y, durante las fiestas de las cosechas de setiembre y octubre, las aldeas vecinas combaten entre sí en un ambiente festivo y de celebración.

En esta coyuntura surge el papel de las mujeres, quienes, lejos de quedar relegadas a un segundo plano, tienen una gran importancia en la organización de las festividades que rodean a la época de las cosechas y a los combates que se celebran en torno a ellas. Aun así, resulta difícil encontrar mujeres directamente activas en las luchas entre los diversos pueblos del África negra que practican esta ceremonia. En Senegal, las mujeres de la etnia diola luchan y participan en combates desde tiempos inmemoriales.

Grandes cultivadores de arroz

Este pueblo habita la región de Casamance, en el sur del país, aunque algunas poblaciones se dispersan también por regiones de Guinea Bissau y Gambia. Se caracterizan por ser grandes cultivadores de arroz (todo hombre diola debe tener su propio arrozal para no perder su dignidad) y aprovechan la época de lluvias para preparar sus cosechas. Durante los meses de septiembre y octubre se procede a la recogida y es entonces cuando las aldeas se retan las unas a las otras para luchar y preparar sus fiestas particulares.

Además, durante estas fechas también se celebra la Fiesta del Rey, en la cual, el soberano de este pueblo hace un llamamiento a toda la población a una gran fiesta que dura tres días. Una vez más, los combates son protagonistas y las mujeres diola luchan bajo la mirada de hombres y niños y niñas de toda la región, en una expresión de las esencias de este país africano.