Xole Aramendi
Erredaktorea, kulturan espezializatua
Entrevista
Fatmata Binta
Basque Culinary World Prize 2022

«El galardón va a arrojar luz sobre los problemas a los que se enfrentan las mujeres en África»

Fatmata Binta recibió ayer por la tarde el Basque Culinary World Prize 2022, galardón que premia su labor como divulgadora de la cultura y cocina fulani, la mayor tribu nómada de África. Lo tiene claro: «La comida es una forma de abanderar el cambio». 

Fatmata Binta posa sonriente con el galardón.
Fatmata Binta posa sonriente con el galardón. (Jon URBE | FOKU)

Risueña y locuaz, Fatmata Binta ha llegado ataviada con un bonito y llamativo vestido. «Está realizado en Ghana, me gusta llevar marcas africanas. Utilizan materiales africanos y diseños estilosos. Lo vi y pensé que era perfecto para ir a Euskal Herria», afirmó entre risas horas antes de recibir el premio. Dedicó la mañana a atender a la prensa. 

Basque Culinary World Prize quiere celebrar la forma en que profesionales de este sector hacen de la gastronomía una herramienta para impulsar avances y transformaciones en ámbitos que van desde la sostenibilidad hasta la integración social y la educación alimentaria. 

Presidido por el chef catalán Joan Roca (El Celler de Can Roca), el jurado del Basque Culinary World Prize 2022 ha incluido también a otros reconocidos chefs como Gastón Acurio (Perú), Michel Bras (Estado francés), Manu Buffara (Brasil), Mauro Colagreco (Argentina / Estado francés); Dominique Crenn (Estado francés / EEUU), Trine Hahnemann (Dinamarca), Enrique Olvera (México), Pia Leon (Perú), Narda Lepes (Argentina), Elena Reygadas (México) y Josh Niland (Australia).

Todo alrededor de la chef premiada versa sobre la comunidad, el desarrollo rural y el empoderamiento de la mujer. Se considera activista más que chef. «Mi historia en sí misma puede ser una inspiración para los demás», afirma.

Los miembros del jurado han valorado especialmente su iniciativa ‘Dine on a mat’ consistente en cenas ‘Pop-up’ que Binta ofrece tanto en EEUU como en Europa. Lo que hace especial este proyecto es que la chef no regenta ningún restaurante. Es ella la que se desplaza junto a todo su equipo al lugar elegido para la cena.

Nómada fue originariamente su tribu, los fulani, y nómada es su restaurante. «Quería que mi proyecto reflejara al pueblo nómada. Siempre está en movimiento y es sostenible. No quiero un restaurante físico al que tú entres, quiero que sea como las personas. Vienen, lo experimentan y luego desaparecen. Y luego va al siguente destino. Es un restaurante sostenible».

Viaja de un país a otro acompañada de su equipo, formado por doce personas. «No viajan todos, sobre todo por temas de visado, y además yo procuro trabajar con gente local», explica. 

Llegó a ofrecer cuatro cenas semanales antes de la pandemia. Luego la cosa cambió. «Antes del premio estaba realizado dos cenas al mes y ahora con el Basque Culinary World Prize ha estallado todo. ¡Está siendo abrumador! –se sincera–. He viajado mucho, he colaborado con chefs con estrellas Michelin...».

Binta prepara personalmente las cenas. No puede ser de otra forma. «Está muy vinculado a mí, a mi forma de relatar... no puedo hacerlo sin estar presente. Quiero contar las historias de mi pueblo, la cultura y para ello me documento mucho», recalca.

Son convocatorias abiertas, con un número determinado de plazas. Al preguntarle por la reacción de los comensales, cuenta que «les gusta mucho. Me dicen que han sentido nostalgia, que les ha recordado a su abuela... También me cuenta cómo preparan determinados alimentos en su país. Aprendo mucho de lo que me dicen. Nos sentimos diferentes pero en muchos aspectos somos muy parecidos como personas», indica.

Cultivo de fonio

Originaria de Sierra Leona, Binta tiene su campo base en Ghana. Allí desarrolla diversos proyectos comunitarios con mujeres. Cultiva cuatro hectáreas de fonio –el objetivo es llegar a 500–, y planea exportar 200 toneladas de este superalimento a varios países de África y al extranjero. A través de su fundación, Fulani Kitchen Foundation, gestiona un proyecto que tiene como objetivo transformar ingredientes como el fonio –cereal sin gluten– en fuentes de ingresos para comunidades rurales, donde trabaja sobre todo con mujeres.

Fatmata Binta, en el Palacio Miramar. (Jon URBE | FOKU)

Binta se muestra feliz y agradecida por el galardón otorgado por Basque Culinary Center y el Gobierno de Lakua. Sobre todo porque su dotación económica de 100.000 euros será un gran empuje para el proyecto ligado al fonio. «Para mí es importante elegir un grano sostenible y que respeta el planeta. No es agresivo con la tierra, en 6-8 semanas tienes el cultivo listo. Se le denomina ‘el cultivo femenino’ y ha sido una elección deliverada. Contribuye a la seguridad alimentaria y crea estabilidad económica de las mujeres. Ellas lo han cultivado desde hace muchos años, pero es un cultivo olvidado debido a su procesamiento, que resulta muy tedioso. Tenemos que romper la cadena de valor, no podemos procesarlo tradicionalmente. Para ello tenemos que comprar maquinaria adecuada y lo vamos a conseguir gracias al premio. Vamos a dar a las mujeres las herramientas que necesitan para cultivarlo a mayor escala y que sean remuneradas de manera justa. Es un pequeño pasito. Una única persona no puede cambiar el mundo pero ese es mi grano de arena», incide.

Gracias a esta iniciativa, según Binta, se benefician más de 300 familias de 12 comunidades y 4 regiones de Ghana. La educación, la capacitación y el empoderamiento a las mujeres son los ejes sobre los que se sustenta su labor.

«Este premio va a arrojar luz sobre muchos problemas con los que se encuentran las mujeres en África. Me ayudará a encontrar soluciones. La dotación es muy generosa y va a crear los cimientos de lo que necesitamos. Ahora ya tengo el apoyo económico para arrancar el proyecto», señala.

El poder de la comida

Su familia tuvo dos restaurantes. «Los regentaban mis dos abuelas, yo crecí en la cocina», cuenta. Dedicarse profesionalmente a la gastronomía no entraba en sus planes iniciales. Pero los planes están para cambiarse. Finalmente optó por formarse en una escuela culinaria de Nairobi durante dos años. En paralelo, trabajó en hoteles de la capital de Kenia y en Ghana, e incluso vivió en Madrid, entre 2011 y 2013, donde también fue profesora de inglés.

«Perdí mi trabajo y empecé a preparar bocadillos para estudiantes», recuerda Fatmata Binta. «Yo tenía esa destreza y la utilicé para sobrevirir en Madrid. Aquella experiencia me llevó a pensar que podría ganarme la vida a través de la gastronomía. En las familias tradicionales tus padres quieren que seas médico, abogado.. siempre me ha gustado cocinar. Pensé que mi madre no se iba a sentir bien si centraba mi carrera en la cocina, pero al final decidí seguir mi pasión».

Y fue entonces cuando fue consciente del poder que tiene la comida. «Es abrumador, realmente te vuela la cabeza», confiesa.

«Durante la guerra en Ghana, en nuestro vecindario, cada uno aportaba un ingrediente y cocinábamos para sobrevivir. No teníamos que huir al país vecino. La comida siempre ha formado parte de mi viaje. He visto cuán poderosa es la comida en la hambruna y todas las experiencias vividas han sido una preparación para el presente», cuenta.

Al preguntarle por la reacción de las mujeres integrantes de su comunidad, cuenta que creció con ellas y sabe cómo relacionarse. «Son personas muy tradicionales y la clave es que confíen en tí. Por suerte hablo su mismo idioma. No me ven como una outsider y no lo soy. Ha sido fácil», dice.

¿Y los hombres? «Si quieres conseguir algo en África tienes que tener a los hombres al lado. no quiero que se sientan amenazados, ellos también cumplen un papel en mi fundación», afirma.

Binta no deja de soñar. Nos adelanta su próximo proyecto. «Me trasladaré al norte de Ghana, donde quiero construir un centro, crear un espacio para mujeres y abordar sus problemas, a la vez que sirve de inspiración para las niñas», señala. 

El objetivo es reducir el número de eventos ‘Dine in a mat’ y convertirlos en «una experiencia más rica» en la que tenga espacio la cultura en general y el arte. «Me gustaría organizar cinco eventos al año en el mundo para hablar de la cultura africana, investigar en la historia de mi cultura y organizar instalaciones que representen mi cultura. Me voy a asociar con museos y galerías a lo largo del mundo. No se trata solo de alimentación, quiero formar y educar, me considero embajadora cultural de mi país». 

Y un deseo final: «Me quiero centrar más en el activismo y menos en la cocina. Dedicar el 70% de mi tiempo a mi familia, a los agricultores, trabajar mano a mano con ellos y ayudarles. Me llena mucho más que estar en la cocina, aunque me encanta cocinar». Lo resume en una frase: «La comida es una forma de abanderar el cambio». 

«Y el premio me encamina al éxito, si es que puedo decirlo. Me posiciona para abanderar ese cambio. Ese es mi principal objetivo. Utilizarlo como herramienta para cambiar mi comunidad y trasladarlo a otros chefs en ciernes. Me preocupa mucho la crisis alimentaria a nivel mundial. Hay muchos problemas de hambruna y yo como chef conozco el poder de la comida y cómo puede incidir en el cambio. Hay tanto que se puede hacer en el mundo... y nosotros podemos contribuir a ello; la comida es algo muy poderoso», finaliza.