Iban Gorriti

Juan Carlos Pérez contra sí mismo (e Itoiz)

Desde meses atrás contaba las horas para visionar la película documental ‘Itoiz: Udako sesioak’. La película es él (o su mundo). Son fotogramas 110% Pérez, uno de los músicos más enigmáticos que ha parido y colectivizado Euskal Herria.

Fotograma de ‘Itoiz: Udako Sesioak’.
Fotograma de ‘Itoiz: Udako Sesioak’. (DOXA PRODUCCIONES)

Llegó el momento de ver ‘Itoiz: Udako Sesioak” en un cine casi centenario como es Zugaza Zinema de Durango. De esta villa conservo alguna mala foto que saqué con mi cámara juvenil al grupo costero durante un concierto que los liderados por Juan Carlos Pérez ‘el Gallego’ dieron en el Ezkurdi Jai Alai. Éramos –quizás como tú– adolescentes en los estertores de la pasada centuria. No obstante, el primer recuerdo en directo que conservo de ellos fue la presentación del disco más exitoso para el amplio público ‘Espaloian’. Aconteció para mi imborrable futuro en el frontón de Iurreta junto a los Zarama de Roberto Moso y AHV con su carismático El Curi al frente. Estrenaba 15 años y gané la entrada llamando a una radio que emitía desde la escuela pública del municipio.

Quien aún no haya visto ‘Itoiz: Udako sesioak’, le animo a que acceda a la sala con la mente en blanco porque no va a ver nada que quiera ver, sino lo que J.C. Pérez quiera que se vea –más bien escuche–, a pesar de que el guion no es suyo; es de las tres directoras del film con créditos que cuando llegan toda la sala se quedó contrariada. La película es él (o su mundo). Son fotogramas 110% Pérez, uno de los músicos más enigmáticos que ha parido y colectivizado Euskal Herria. De hecho, en el momento que se reúne en una mesa –todo interiores– ante Joxe Irazu Garmendia, alias Bernardo Atxaga –autor de letras como ‘Hegal egiten’–, convergen dos mundos similares en su dispersión. Se comprenden tal vez sin entenderse, pero llegando al mismo puerto, bogando entre una ola y otra. Como decía Javier Gurruchaga en su primer disco de la Orquesta Mondragón y que también se cuela en el documental: ¡No he entendido nada, pero qué bonito es!

Si Juan Carlos Pérez no es previsible, si su música tampoco lo es, no pretendamos que la plausible película lo sea. Que ningún fan de entonces se acerque a la sala de cine pensando en ver un reportaje de ETB, por muy elaborado que esté. Hay dos protagonistas en la cinta: J.C. Pérez y su música. O al revés. Da igual el orden de los factores, como establece la ciencia.
Y como anguila que ha sido siempre, va por sus coordenadas. Fluye a su único son. La película es su psique.

«Hay dos protagonistas en la cinta: J.C. Pérez y su música. O al revés. Y como anguila que ha sido siempre, va por sus coordenadas. Fluye a su único son»

No apreciarás un contexto de la época. No hay lugar a la sociedad de la época. Podría ser Mutriku, pero también Combarro, Dublín o Azkaine. Y la selección musical también es muy Pérez: es decir, ese salmón que va a contracorriente de las modas, del éxito.
Prescinde de su disco trufado de caramelos, ‘Espaloian’, después de sus discos de rock progresivo y de Musikaz blai. Juraría que en Iurreta, en 1985, arrancaron setlist con ‘Egun motela’ y flipé con el batería del otro lado, Jimi Arrabit, y cómo hostigaba la caja, a pesar de ser pop-rock. Hasta entonces los de ‘Lau teilatu’ –canción que en film aseguran de paso ¿obligado? que fue de relleno en su ópera prima–, conservaban los sonidos de su anterior formación y se dejaban influenciar por la oleada francesa y new wave inglesa. Sin embargo, solo cita a Yes, Genesis y King Crimson, y ahí cohabita a día de hoy el interés del genio ‘gallego’ mutrikuarra.

Pero, qué nos ofrece la película. Acudamos a su sinopsis de promo: «El hallazgo de unas cintas olvidadas del mítico grupo Itoiz (un referente en la música vasca de los 70 y 80) tiene en Juan Carlos Pérez un efecto catalizador, que le lleva a reencontrarse con un pasado que le parecía ya muy lejano». Sabido esto, el esperado film no es, tampoco, una biografía suya. De hecho, el documental ni rotula los nombres de las personas que aparecen, hasta el extremo de que no sale una sola mujer como interlocutora en una película dirigida por tres: Larraitz Zuazo, Zuri Goikoetxea y Ainhoa Andraska. Es decir, no se fuerza nada. Hay un genio que sobrevuela, que cuando le he entrevistado –en dos ocasiones y media– me he encontrado a una mente con ese entrecejo que lo analiza-cuestiona todo, hasta el porqué de tu pregunta.

En el film –por suerte– aporta, incluso, momentos de risa. La última vez le llamé por teléfono tras el fallecimiento de uno de los letristas de Itoiz como fue José Mari Argoitia (Ondarroa, 1958) para elaborar un obituario coral. Su respuesta no fue, como preveía, habitual, aportando destellos de la persona que es. «Es una pérdida de, sobre todo, un amigo, desde la infancia, desde parvulitos. A partir de ahí que cada cual invente lo que quiera», sintetizaba. La senda de aquella amistad queda para la historia en canciones clásicas del pop euskaldun como ‘Lo egin’, ‘Egun motela’, ‘Safari’, ‘To Alice’…

Como la aguja de un giradiscos, todo gira en torno a su alma humana, aunque durante el metraje va visitando su universo cinematográfico el resto de componentes de Itoiz, salvo Xabi Pery (si no se me ha pasado). El largometraje –que cuenta con parte novelada con músicos jóvenes que resucitan a los primigenios Indar Trabes– tampoco es una cronología al uso.
La falta de imágenes de la época –salvo alguna foto que se cuela de muy fondo– hace centrarse en la fisonomía actual de Pérez, algo que ha debido costar a las realizadoras a que aceptara a esos planos fijos interminables, difíciles mantener incluso para quienes son actores, pero Juan Carlos se sumerge tanto en buscarse joven en aquellas partituras que creó que, da la sensación, de que se le olvida de la cámara. No hay duda de que es y fue un antihéroe con canciones sublimes.

«La película solo es Itoiz: cero contexto social en un tiempo de preocupación diaria, cero político en una época de plomo y políticas convulsas posfranquistas»

Y pasan los minutos y la película solo es Itoiz –que no Itoitz–: cero contexto social en un tiempo de preocupación diaria, cero político en una época de plomo y políticas convulsas posfranquistas, cero a reivindicar que fueron un oasis aséptico dentro de la dictadura de la distorsión de la época etiquetadas en tres siglas sonoras ronroneantes. Y quizás acostumbrados y demasiado abrazados al tópico hasta se agradezca. Tal es así, que no se disecciona la excelsa literatura de la banda. Solo su sonido tan evolucionado.

Los vi sobre un escenario por última vez en la Plaza Nueva de Bilbo, concierto que abrieron los también guipuzcoanos Jotakie. De hecho, Foisis Jauna narra una anécdota de aquella velada que quizás fue su anteúltima noche en Hegoaldea, tras firmar el EP ‘Ambulance’ que fue una delicia con ecos franceses –el grupo fue de sonido muy afrancesado– y londinenses de la época.

Recuerdo que en una ocasión me dijo que estuvieron en ese tiempo muy influenciados por The Cure, tras The Police en ‘Espaloian’, incluso algo en ‘Musikaz Blai’. Sin embargo, Pérez admite en la inteligente película cuál fue su momento más creativo o en cuál se quedaría a vivir. Se sorprende a sí mismo. Y, como observaba líneas antes, siempre nadando río arriba, queriendo materializar justo lo contrario de lo que le pudiera pedir su público, que se fue olvidando algo de él en su trayectoria intimista firmando como J.C. Pérez. Luchó contra el éxito evidente de Itoiz, siempre batallando como contra sí mismo: arrisku ederra (o la única opción).