Periodista / Kazetaria

El sonido de la confrontación

El nuevo disco de la formación galesa Manic Street Preachers, ‘Critical Thinking’ (Sony, 2025), muestra a la banda en un óptimo momento musical y convirtiendo sus siempre comprometidas letras en un intento por alejarse del verbo descreído y abrazar un espíritu hidratado de combativa esperanza.

Foto promocional de la formación galesa Manic Street Preachers.
Foto promocional de la formación galesa Manic Street Preachers. (Alex LAKE)

Teniendo en cuenta que todo acto humano contiene, por definición, una intención política, todavía resulta más evidente dicha consideración cuando nos referimos a espacios creativos, dada su condición de transmisores. A pesar de ello, la etiqueta de un arte social siempre se ha adjudicado a quienes observan con ojo crítico la realidad, eximiendo a todos los restantes de cualquier compromiso adquirido. Pero la inacción, a su manera, también es una forma de posicionarse, tal y como el poeta Roque Dalton sentenciaba en unos categóricos versos: ‘¿Cómo pudisteis cantar infamemente a las abstractas rosas y a la luna bruñida cuando se caminaba paralelamente al litoral del hambre?’.

Durante las cuatro décadas de existencia de Manic Street Preachers, nadie podrá poner en duda que sus composiciones han nacido con la perseverante intención de declarar una guerra de conciencia a muchos de los gritos –a veces mudos, otras estruendosos– que asolan el presente. Un recorrido grupal que pese a su dilatada extensión se ha visto en la necesidad de enfrentarse a las contrariedades del destino, como la misteriosa desaparición de su guitarrista y letrista Richey James Edwards. Una primera época marcada por los designios sonoros del punk que paulatinamente se han ido abriendo a todo un muestrario de ritmos, quizás menos furiosos pero no por ello menos encomiables en cuanto a su resolución.

Vivir reinterpretándose

Precisamente ese ejercicio por mostrarse en continuo movimiento estilístico les ha otorgado la capacidad de conseguir que su decimoquinto álbum, ‘Critical Thinking’, todavía se perciba repleto de energía y dispuesto sobre esquemas nada repetitivos. Sin obviar las honrosas características estructurales que definen su trayectoria, estas actuales canciones han sabido alimentarse, además de con recién llegadas influencias, con ese amplio bagaje que el grupo ha acumulado en su airada pero melódica singladura.

Asumiendo el conflicto, dirimido en un entorno personal y colectivo, como vigorizante ingrediente para este álbum, dicha batalla llegará incluso a ser enunciada contra sí mismos en uno de sus temas estandartes, ‘Decline & Fall’. Una sarcástica mirada hacia ese pasado de exposición cínica y derrotista que busca ahora transformarse en un presente que sirva de cobijo a pequeños pero ilusionantes estímulos, y para ello nada mejor que exponerlo bajo el impetuoso y épico sonido de raíz ochentera –uno de los pilares sobre los que se sustenta este trabajo– que encuentra en sus líneas de piano el trinar de un ánimo alentador. Vindicación por proponer el futuro como un escenario alejado de la dictadura fatalista que en ‘Hiding In Plain Sight’, interpretada por su bajista Nicky Wire y respaldado por el meloso timbre de Lana McDonagh. visibiliza, en forma y fondo, sus ecos más radiantes a través de un medio tiempo, dispuesto por la arrebatadora elegancia de unos Pulp, especialmente atractivo.

Nostalgia e intensidad

En esa suerte de liberación que el disco recoge a la hora de desprenderse de una inmovilista carga de frustración, también interviene la concepción del rock como un ente abierto y ajeno a restricciones. Sin dogmas pero con ademanes claramente identificativos, este repertorio es capaz de sostenerse con igual firmeza insuflando un espíritu de heroica nostalgia, reclamado por la intermediación de The Waterboys en ‘Brushstrokes of Reunion’ o ‘My Brave Friend’, o asomándose a paisajes más oscuros, los que paradójicamente sirven para inaugurar el trabajo –con un tema homónimo que respira en paralelo a través de Public Image Ltd. o Pet Shop Boys– y para cerrarlo, un colofón vestido de post punk digno de Echo & the Bunnymen que convierte a ‘OneManMilitia’, concebida durante el sepelio de la reina Isabel II de Inglaterra, en un iracundo clima que recoge la necesidad de no sentirse derrotado en un mundo que celebra a diario el estado de zozobra.

Si tamizar melodías que viajan con el sello de grupos que responden al nombre de The Smiths, New Order o Joy Division significa dejarse caer en manos de una bella melancolía, el conjunto galés ha logrado escenificar con éxito la difícil filigrana de trasladar ese sentimiento hacia un aspecto, por lo menos en parte, más luminoso y sobre todo enérgico. Un recorrido que a veces será señalado por el característico tono agudo de James Dean Bradfield, por ejemplo en  ‘People Ruin Paintings’, una reflexión sobre el arte y la intercesión en él de los intereses humanos, y otras cediendo a la briosa elegancia que luce ‘Being Baptised’, banda sonora para revivir el encuentro de su cantante con el genial músico Allen Toussaint, la casualidad convertida en página de un emotivo álbum de fotos particular como escudo frente al caos.

(Alex LAKE)

Imágenes que al ser rescatadas de la memoria inducen a la sonrisa frente a otras que, con el paso del tiempo, han girado su gesto hacia uno más enrarecido. Tal es el destino que en ‘Dear Stephen’ adopta ese encuentro juvenil con su ídolo Morrissey, referencia que determina la identidad musical del tema, al que le envían esta carta sonora de la que se valen para exhibir la abrupta relación que a veces se manifiesta entre la admiración profesada por quienes firman nuestras tonadas preferidas y el desencanto que traslada su deriva personal. Y es que la madurez, que nos obliga a anteponer nuestras creencias a los relatos míticos, también pasa por el desengaño.

‘Critical Thinking’ es ante todo un disco que busca la confrontación; contra el prójimo, contra el contexto social y por supuesto, y el más importante, contra uno mismo. No hay batalla digna que no sea librada desde la capacidad de recapacitar y reorganizar los posicionamientos propios.

No se trata de cambiar de bando, ni mucho menos de desoír los ideales, sino de aceptar un recorrido, al que este muy notable disco adjudica una sintonía que muy hábilmente se instala entre la nostalgia y una vehemente invocación, sujeto a una constante adaptación.

Caer en la tentación de señalar el deteriorado suelo por el que nos movemos, con el único fin de contemplar el ruido que hace al desplomarse bajo nuestros pies, no puede convertirse en el único destino posible para quien anhela reformular en su totalidad la realidad. Como dice en uno de sus temas la banda galesa, el odio está visible pero el amor permanece oculto, por eso es nuestra obligación desenterrarlo para comprender que, incluso entre los paisajes en ruinas, es necesario encontrar esa melodía que nos incite a silbar.