Kazetaria / Periodista

150 años de la ‘Carmen’ de Bizet, descontextualizada y con raíz vasca

El 3 de marzo de 1875 se estrenaba en el teatro Opéra-Comique de París la que hoy es la tercera ópera más representada en el mundo. Un éxito que su compositor no pudo casi ver y que se inspiraba en una novela donde el protagonista era navarro, aunque el detalle no fue recogido en la obra musical.

Maya Plisetskaya, como Carmen en 1974.
Maya Plisetskaya, como Carmen en 1974. (Public Domain)

Según el portal ‘Opera Base’, el máximo archivo en Internet sobre este tema, la ‘Carmen’ de Georges Bizet es la tercera ópera más representada en el mundo tras ‘La Traviata’ de Giuseppe Verdi y ‘La flauta mágica’, de Wolfgang Amadeus Mozart. Palabras mayores en el género, incluida la cuarta obra, ‘La Bohème‘ de Giacomo Puccini, en un top ten que incluye a otros «balones de oro» de la lírica como Gioachino Rossini.

 

En ese elenco tan potente de compositores Bizet parece un poco oveja negra. Y es que cuesta recordar otro trabajo del parisino, aunque por ejemplo ‘L'Arlesienne’, en realidad una serie de piezas sueltas, sí tiene bastante fama.

Por otro lado, el autor, y todo en realidad, palidece frente a Carmen, la cigarrera gitana que vuelve locos al menos a dos hombres: Don José (que la mata al final) y el torero Escamillo, que arde de amor por esta joven rebelde y descarada.

Este 3 de marzo se ha cumplido el aniversario número 150 de la primera representación de la ‘Carmen’ de Bizet: una obra escandalosa para la época que encontraría la fama, como ocurre a menudo, después de la muerte de su autor, justo cuatro meses después. Y que tiene una sorprendente influencia vasca.

Carmen sevillana, Don José de Elizondo

No hay ópera más española –o españolizada– que la de Bizet, que por cierto nunca estuvo en Sevilla, donde está ambientada la acción. Su filtro, su inspiración, había sido una novela (breve) escrita por Prosper Merimée con una evidente raíz vasca. Incluso con palabras en euskara en la versión original.

En la novela original de Merimée se habla de zortzikos y makilas, se juega en el trinkete y la trama arranca cuando Lizarrabengoa mata a un rival alavés

 

Se habla, entre otras cosas, de zortzikos, de makilas y de otras palabras en langue basque, como las presenta el narrador de la novela. Es don José Lizarrabengoa, un navarro de Elizondo, quien le cuenta la historia a ese narrador –probablemente el mismo Merimée– de cómo ha acabado con la vida de Carmen.

¿Y qué hacen esos navarros? Juegan a la paume, una especie de tenis dentro de un frontón (más concretamente un trinkete), y cuando lo hacen «se olvidan de todo». Y es precisamente por cuestiones de juego que «un jour que j’avais gagné, un gars de l’Alava me chercha querelle; nous prîmes nos maquilas et j’eus encore l’avantage».

Sangre bastante caliente la de este Lizarrabengoa, que vence a un alavés en el juego y luego lo mata, tras lo que huye a Andalucía y entra en la brigada de los Dragones. «Les gens de nos montagnes apprennent vite le métier militaire», «La gente de nuestros montes aprende rápido las artes militares», explica Don José al narrador; un Merimée que, dicen sus biógrafos, había escuchado esta historia, evidentemente real, a través de las tertulias con María Manuela, madre de Eugenia de Montijo, futura emperatriz de Francia. Andaluza, por supuesto.

Sin embargo, en la ‘Carmen’ de Bizet no hay ningún toque navarro. En la ópera Don José no cuenta nada sobre su pasado y los espectadores no se lo pueden imaginar. ¿Hubiera cambiado algo el desarrollo o el tono de la composición musical? No lo parece.

Bizet, en una fotografía de Étienne Carjata justo en aquel 1875 en que estrenó ‘Carmen’ y murió.


La conexión sorprendente con Iradier

«L'amour est un oiseau rebelle, que nul ne peut apprivoiser», «El amor es un pájaro rebelde, que nadie puede domar». Que levante la mano quien no conozca estos versos, el manifiesto de Carmen al entrar en escena. La cigarrera además deja claro que «Si je t'aime, prends garde á toi», es decir, si se enamora de alguien, esa persona «debe tener cuidado».

Maria Callas y todas las mejores mezzosoprano de la historia se han coronado con esta pieza, esta habanera inmortal. La version definitiva de ‘L'amour est un oiseau rebelle’ fue la decimotercera después de unos cuantos arreglos de Bizet, trabajador incansable, como la mayoría de sus colegas que no tenían la misma fama de los pesos pesados del género y las buscaban con afán, entre la precariedad para llegar a fin de mes.

Para la música Bizet también tuvo una inspiración euskaldun, o más aún que inspiración: Sebastián Iradier, el artista de Lantziego

 

Son notas conocidas en todo el planeta, para las cuales Bizet sí tuvo otra inspiración también muy euskaldun: Sebastián Iradier, o Yradier, según las denominaciones. En aquel 1875 muerto ya hace década, el artista de Lantziego había viajado por medio mundo conocido, incluso a Estados Unidos y Latinoamérica.

Como gran vividor que era, se enamoró de los ritmos musicales locales y compuso entre otras cosas una habanera llamada ‘El arreglito’, que empieza así: «Chinita mía, ven por aquí, que tú ya sabes que muero por ti», con una melodía que es prácticamente igual a la de la ‘Carmen’ de Bizet.

Iradier, una fotografía de la época de autor desconocido.

¿Un robo voluntario? ¿Una idea aguda del compositor francés? Todo es posible. Como hubiera resumido Pablo Picasso, «el artista mediocre copia, el gran artista roba». Podemos dejarlo así, pasar por encima, y más aún recordando el fiasco absoluto que supuso ‘Carmen’ en su primera representación, en la noche de aquel 3 de marzo de 1875 en el teatro Opéra-Comique de París.

Al pobre Bizet, gran promesa de la música francesa, no le estaba yendo nada bien. Desde que había ganado el Prix de Rome los expertos le habían pronosticado un gran futuro, pero hasta llegar a ‘Carmen’ casi nada había cuajado.

Rostro barbudo, similar al de los líderes revolucionarios de la Comuna de París de 1871 tipo Raoul Rigault, Bizet se llevó una especie de pañuelada de protesta en el estreno. Aquel público burgués, compuesto de familias cualquiera en una Francia todavía tocada por la caída del emperador Napoleón III, la perdida de las regiones de Alsacia y Lorena, una República que arrancaba en un ambiente conservador, no se esperaba una protagonista tan escandalosa ni una ópera tan sangrienta, con incluso un apuñalamiento final. Muchos se marcharon del teatro antes del final, dejando a Bizet triste, con la sensación de haber fracasado otra vez en su vida, después de haberse separado de su pareja y haberse visto rebajado a dar clases privadas de piano para gente acomodada.

El director del teatro, sin embargo, le daría confianza, como su amigo Tchaikovsky, por aquel entonces en París: «Esta va a ser la ópera más popular de su época», vaticinó el ruso. Algún pequeño retoque a la música sirvió para empezar a superar el shock del fatal estreno. ‘Carmen’ ya sumaría 33 representaciones justo antes del fallecimiento de su autor, el 3 de junio de 1875, y es que Bizet murió con apenas 36 años, probablemente a causa de unas fiebres reumáticas después de haberse dado un baño en el río Sena. Acababa de cerrar un acuerdo con la Opera de Viena para representar allí su ‘Carmen’.     

Fórmula Uno y teléfonos

Hoy día, más o menos dos veces al día, en algún teatro lírico del mundo, se representa esta ‘Carmen’, sus cuatro actos y sus piezas inmortales. Éxito estratosférico nunca vivido por su autor, convertido en mito en Francia solamente tiempo después.

Un mito Bizet, un mito Carmen. Una obra capaz de adaptarse a nuestra era, donde matar a una mujer es un crimen mucho más perseguido que durante el siglo XIX. En Florencia, en enero de 2018, el director Leo Muscato decidió revolucionar el final, de modo que la cigarrera no muere, sino que reacciona y mata de un disparo de pistola a Don José. «Una denuncia contra los asesinatos machistas», fue la explicación de Muscato, que se topó con varias críticas que reivindicaban mantener la obra de Bizet en toda su pureza.

Pasajes de esta ‘Carmen’ suenan hoy día desde el podium de la Fórmula Uno a las llamadas de teléfono móvil

 

Una pureza que en realidad en estos 150 años ha ido diluyéndose en varias direcciones. Puede que ‘Carmen’, recurriendo a las palabras del gran sociólogo alemán Walter Benjamin, sea la obra de arte que haya perdido más su «resplandor original» por la facilidad de reproducción en la era moderna, que multiplica su adaptación a contextos alejados de su origen.

Algún ejemplo: la ouverture de la ópera, aquel carrusel de notas ritmadas, acompaña a los pilotos de Fórmula Uno en el podio, cuando llega el momento de celebrar con cava. Según se dice, porque le gusta a Bernie Ecclestone, amo y señor del circuito automovilístico.

 

En cuanto a la pieza conocida mundialmente como ‘Toreador’, donde Escamillo «hace el gallo» en una taberna, y que se llama realmente ‘Votre toast, je peux vous le rendre’, es uno de los sonidos más utilizados en la historia como politono para los teléfonos móviles.

 


La propia habanera de ‘Carmen’ ha sido reconvertida para campañas publicitarias o modificada por artistas como el belga Stromae, que ha compuesto con ella su pieza ‘Carmen’ en el exitoso disco ‘Racine carrée’: «L'amour est comme le oiseau de Twitter, on est bleu de lui seulement pour quarante-huit heures» («El amor es cómo el pájaro de Twitter, nos sentimos locos por él solamente durante 48 horas»).

 

Para los niños italianos de mi generación, Bizet no era un compositor, por cierto, sino uno de los tres Aristogatos pequeños en la peli de Walt Disney (en el Estado español es Berlioz).

Aunque quizás la mayor descontextualización sea la original: que un libro donde incluso se hablaba euskara se haya convertido en una ópera que compendia todos los tópicos latinos. En cualquier caso, zorionak ‘Carmen’, zorionak Bizet, 150 años después, sigue siendo un placer.