Crítico musical / Musika kritikaria
Entrevista
Patrick Alfaya
Director de la Quincena Musical

«Al equivalente actual de Pavarotti ya no lo conoce nadie en la sociedad»

El madrileño Patrick Alfaya fue nombrado director de la Quincena en 2009. Tras sortear problemas presupuestarios derivados de la crisis económica y tener que recuperar a la Quincena de los efectos de la pandemia, ve un festival fuerte pero con retos derivados del cambio en las dinámicas del público.

Patrick Alfaya, director de la Quincena.
Patrick Alfaya, director de la Quincena. (Jagoba MANTEROLA | FOKU)

Los 16 años de Patrick Alfaya al frente de la Quincena Musical han sido una lucha de adaptación constante a los retos económicos y sanitarios, pero también a una tendencia general de pérdida de vigencia de la música clásica en la sociedad.

Recién finalizada la 86ª edición de la Quincena Musical, ¿qué sensaciones se lleva?

Tengo buenas sensaciones porque hemos tenido buena respuesta de público. Ahora bien, desde este momento es cuando a mí y al equipo de Quincena nos toca ir analizando cómo han funcionado las cosas en todos los aspectos y en el artístico en particular. Creo que podemos estar satisfechos porque ha habido conciertos que han salido muy bien, pero otros quizá no han estado a la altura que esperábamos.

¿Qué conciertos resaltaría?

Todo el mundo me ha hablado maravillas del concierto del Cuarteto Casals en el Ciclo de Música de Cámara, un cuarteto que, a pesar de ser español, hacía 14 años que no venía al festival. También estoy muy contento de que haya estado el compositor Thomas Adès [con la Orquesta de la Ópera de París] para hacer su ‘Concierto para piano’ junto a Kirill Gerstein, que es fantástico. Me encantó también la ‘Quinta sinfonía’ de Shostakovich que dirigió Mark Elder a la Orquestra de la Comunitat Valenciana, que es un Ferrari entre las orquestas españolas, un conjunto que está sonando de maravilla.

«Los nombres de los artistas se van renovando, y esto no significa que los de ahora sean peores músicos, pero para el público general el mercado empieza a ser más irreconocible»

¿Y en sentido contrario?

No se trata tanto de conciertos concretos sino de que tenemos que hacer una lectura sobre la situación actual de la música clásica. Los nombres de los artistas se van renovando, y esto no significa que los de ahora sean peores músicos, pero para el público general el mercado empieza a ser más irreconocible. Quedan un par de estrellas indiscutibles por ahí, como Yuja Wang o Juan Diego Flórez, pero antes había un buen número de artistas clásicos que eran reconocidos incluso por gente que no tiene ninguna vinculación con el mundo de la música. Me refiero a artistas como Plácido Domingo o Luciano Pavarotti. Pero hoy en día, al equivalente actual de Pavarotti no lo conoce nadie fuera de los círculos muy cercanos a la clásica. Y ocurre lo mismo con los directores de orquesta: el día que desaparezcan Muti, Chailly y algún otro, nos vamos a quedar sin nombres de ese prestigio en la sociedad, independientemente de que surjan directores igual de buenos entre las nuevas generaciones.

¿Eso está ocurriendo específicamente en Euskal Herria?

En absoluto, es un fenómeno global. Yo lo hablo con responsables de otros festivales y todos coincidimos en que los artistas clásicos de referencia para el público general están desapareciendo.

(Jagoba MANTEROLA | FOKU)

¿Y cuál cree que es la razón?

Principalmente la desaparición del sector privado, que eran las casas discográficas. Siguen existiendo sellos como Deutsche Grammophon o Decca, pero no son ni la sombra de lo que fueron en el pasado. Ya no hay interés del sector discográfico para promocionar artistas y convencerte de que necesitas escuchar la grabación de las sinfonías de Mahler que ha hecho no sé quién. Yo recuerdo ver anuncios en televisión de Deutsche Grammophon promocionando ‘Adagio Karajan’. Ese tipo de productos quizá eran muy populistas, pero ponían cara a un director y a una orquesta para un público que no era el habitual de la música clásica. Ahora todo eso ha desaparecido, ya no hay ningún tipo de apoyo por parte de un sector privado que tenía interés en vender disco. Los discos ya no se venden y nada lo ha sustituido, la prensa especializada no la lee casi nadie y en los medios generalistas tampoco se habla apenas de música clásica.

¿Cómo ha afectado eso exactamente a esta edición de la Quincena?

El ejemplo más claro es que el primero de los conciertos de la Gewandhaus de Leipzig no se llenó. Hace solo 10 años hubiera sido impensable que la visita de una de las mejores orquestas del mundo a Donostia no vendiera todas las entradas. Y en Santander, donde van a tocar después de la Quincena, tampoco han llenado todo el aforo. Este tipo de cosas constata una nueva realidad en las dinámicas del público que a los programadores nos está dando mucho que pensar. 

¿Cómo están intentando en Quincena adaptarse a esa nueva realidad?

Incidimos mucho en la comunicación, en un tipo de comunicación que a veces es casi didáctica. Intentamos explicar por qué la Gewandhaus es una orquesta tan importante, qué ha significado en la historia de la música europea, que se trata de la orquesta que dirigía Mendelssohn, que recuperó la música de Bach, etc. Pero sigue siendo difícil que estos argumentos convenzan al gran público, y es cuando te das cuenta de que para el público no hay tanta diferencia entre una de las mejores orquestas del mundo y otra más normalita. No es que la gente no sepa distinguir la calidad y apreciar el sonido esplendoroso que tiene la Gewandhaus, pero no le da tanto valor, y conseguir convencerla para que compre una entrada es cada vez más difícil, cuando antes solo con el nombre se vendían solas.

«Ya no hay interés del sector discográfico para promocionar artistas y convencerte de que necesitas escuchar la grabación de las sinfonías de Mahler que ha hecho no sé quién»

¿Qué están notando que atrae al público ahora? ¿Es por eso por lo que han ido creciendo los espectáculos de danza en las últimas ediciones?

Desde luego, la mayor demanda de danza está ligada a una sociedad que es también cada vez más visual, que pide también ver y no solo escuchar. Pero tenemos que filtrar mucho las propuestas que nos llegan en este sentido. A la interpretación de, por ejemplo, un cuarteto de cuerda de Shostakovich, añadirle una iluminación dinámica para que el público esté entretenido, yo no le veo ningún sentido. Es la propia música la que tiene que dar pie a añadirle elementos visuales, bien porque esté basada en una historia o porque tenga unas particularidades que inviten a ello. Ponerles vídeos o lucecitas a los conciertos porque sí, yo no lo veo. Por eso la danza ha aumentado en la programación, porque da respuesta de forma lógica a esa demanda del público que quiere espectáculos más audiovisuales. Pero el grueso de nuestra programación sigue desarrollándose con el formato tradicional de concierto, porque la protagonista es y debe ser la música en sí misma.

¿Y la ópera escenificada? ¿Va a desaparecer definitivamente?

La ópera se cae de la Quincena por dos cuestiones. Primero por los costes, que se han multiplicado en los últimos años. Una ópera con escena es un espectáculo carísimo, y con nuestro presupuesto teníamos que andar siempre al límite para hacerla realidad. Y en segundo lugar, por compensar los enormes gastos de alojamiento que supone traer orquestas a Donostia. Desde que yo asumí la dirección de la Quincena, la noche de hotel ha subido de 110 euros de media a un mínimo de 285 euros. Multiplica eso por las 100 personas que pueden formar el equipo completo de una orquesta, y por dos o tres noches si además van a preparar un concierto con algún coro de aquí, como el Orfeón Donostiarra o el Easo. Los gastos se multiplican, y de algún sitio tenemos que recortar.