
Europa depende cada año de la importación de más de la mitad de los fertilizantes que utiliza, procedentes en gran parte de Rusia y Marruecos. Esta situación no solo encarece los costes para el sector agrícola, sino que también aumenta la vulnerabilidad frente a tensiones internacionales y mantiene la producción agrícola ligada a recursos fósiles y minerales cuya extracción requiere un alto consumo energético y genera un considerable impacto ambiental.
Un proyecto europeo bautizado como Sea2land y coodinado por el centro tecnológico Neiker –dependiente del Gobierno de Lakua– ha tratado de paliar esta situación transformando los residuos de la industria pesquera y acuícola –que en la Unión Europea ascienden a 5,2 millones de toneladas anuales– en fertilizantes de base biológica (BBF), capaces de sustituir parcial o totalmente a los a los fertilizantes minerales y los pesticidas sintéticos.
«Esta estrategia no solo aprovecha los nutrientes esenciales que contienen estos subproductos, como el nitrógeno, el fósforo o el potasio, sino que también ayuda a mitigar el impacto ambiental derivado de la mala gestión de estos residuos y a fomentar un modelo de economía circular», señala la doctora Miriam Pinto, investigadora del Departamento de Conservación de Recursos Naturales de Neiker. «Ahora mismo muchos de estos residuos se desperdician, lanzándose al mar o a vertederos. Con Sea2land se logra no desperdiciar desechos y se saca valor de lo que aparentemente no lo tenía».
Conservas de atún
Neiker ha centrado sus trabajos en la valorización de las salmueras procedentes de las conserveras de atún, un residuo especialmente complejo por su elevada salinidad. Para su transformación en biofertilizantes se ha aplicado un proceso de biorremediación con microalgas, que capturan los nutrientes presentes en el agua para convertirlos en compuestos útiles para la agricultura.
Esta línea de investigación se ha complementado con otras tecnologías desarrolladas en distintas regiones europeas, desde métodos sencillos y de bajo consumo energético, como el compostaje avanzado o el bokashi –abono orgánico de alta calidad–, hasta procesos más sofisticados como la hidrólisis enzimática, que descompone compuestos complejos para liberar nutrientes, o la producción de microalgas, que permite generar biofertilizantes líquidos a partir de aguas residuales cumpliendo un doble objetivo: la recuperación del efluente (el agua contaminada) y la generación de nuevo fertilizante.
Cultivos de brócoli
Para evaluar la efectividad de los productos obtenidos, el centro tecnológico ha realizado ensayos de campo con cultivos como el brócoli en sus instalaciones de Derio, analizando su influencia sobre la fertilidad y la salud del suelo. Miriam Pinto afirma que «los resultados muestran que los biofertilizantes obtenidos en el marco del proyecto Sea2land son beneficiosos para la salud del suelo, ya que estimulan sus funciones metabólicas aumentando la actividad microbiana del suelo, favoreciendo así la fertilidad del mismo y la resiliencia de los cultivos».
Se estima que, a escala europea, la adopción de estos procesos podría permitir recuperar hasta 1,8 millones de toneladas de nitrógeno al año, reduciendo la dependencia de fertilizantes importados y avanzando hacia una agricultura más sostenible.

Rozalén y Fernando Velázquez publican una versión del villancico ‘Hator hator’

El rock escocés homenajea al artista norteamericano Dennis Hopper

La verificación de la edad con selfis, un sistema de identificación cada vez más frecuente

‘La Revuelta’ astindu du Zetak-en ikuskizunak... eta Euskararen Nazioarteko Egunean
