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Radical activismo trans, hecho canción

Sin prisas parece fluir la existencia de Anohni Hegarty que ha permanecido una década sin reunirse en escena con su grupo The Johnsons, unos siete años sin dar conciertos y casi ocho desde el disco ‘Hopeleness’ y su sexto y último álbum ‘My Back Was a Bridge for You to Cross’, editado el año pasado.

Anohni Hegarty regresó este jueves al Kursaal donostiarra. (NAIZ)

El antes conocido como Anthony y después evolucionado al femenino Anohni parece tener una querencia por el Kursaal donostiarra donde debutó en el Jazzaldia de 2005, cuando la explosión de su disco ‘I Am A Bird Now’, repitió en 2009 con ‘The Crying Light’ y volvió al festival de Jazz de 2012 en un experimento con la agrupación local Et Incarnatus Orkesta. Aquellas visitas llenaron el cubo mayor, pero la asistencia de anoche fue claramente menor.

«Es hora de sentir lo que está pasando realmente» proclama su nueva gira europea, que ha estado en Atenas, la italiana Ravenna, las noches madrileñas del Botánico y cerraba el capítulo sureño europeo a la orilla del Cantábrico. Una filosofía que la artista británica residente en Nueva York ha tratado de reflejar de nuevo en la última obra retornando a sus preocupaciones vitales, su defensa de la autonomía identitaria y la fluidez entre géneros y sexos, el grito de pánico ante la crisis ambiental o la propuesta de un futuro feminista.

La bailarina drag Johanna Constantine, colaboradora de la cantante desde hace años, volvió a abrir la sesión, transformada esta vez en una especie de misteriosa cierva, con orgullosa cornamenta y envuelta en blancas gasas. Recorrió la escena bajo intensos pregrabados ambientales y proyección de imágenes, preparando ambiente para el nutrido plantel escénico del protagonista y su noneto acompañante.

Ligereza escénica

Dice Anohni que su nueva propuesta bebe del soul del legendario Marvin Gaye y hay efectivamente mucho eco negro en sus cantares, pero también inflexiones folk-pop o escoramientos casi operísticos a lo clásico. «Contralto envejecido» le llamaron en su día y en su visita de anoche demostró haber mejorado, aumentado y perfeccionado su personal manera de cantar.

Bajo la filosofía de «no hay respiro celestial; la Creación es un continuo espectral y femenino, y nosotros somos una parte inalienable de la Naturaleza», la activista performer plantea un repertorio de dieciséis títulos que no varía un ápice en cada velada. El grupo viste de elegante blanco, con su jefa de fila envuelta en una túnica y guantes largos que sólo deja expuesto el rostro. Con suavidad de movimientos y ligeros deslizamientos escénicos, Anohni arranca con la emotiva intimidad de la novedad ‘Why Am I Alive Now?’, que llora la muerte de los árboles. Pero avisa a continuación de que también sabe manejarse en el pop rock más rítmico con ‘4 Degrees’

Jalonan el repertorio testimonios como el del fallecido activista LGBT Vito Russo, el desnudo de un travesti y otras narraciones videográficas de opresión y represión. Una dureza callejera que contrasta con la fina levedad de ‘Manta Ray’, nominada en 2016 con la banda sonora de la película ‘Racing Extinction’.

El juego de las dos guitarras, tres cuerdas y clarinete-saxos, con preciosismos percusivos como la marimba, pespuntan un exquisito ambiente sonoro convertido en épico himno en tramos como la segunda novedad ‘Breaking’, uno de los momentos álgidos de la original velada.

La travesti Marsha P. Johnson, la «amiga asesinada» que apareció muerta en el río Hudson, de quien toman nombre The Johnsons y que protagoniza la portada del último disco, se asomó al vídeo de presentación de ‘Hopelessness’, excelso himno y título mayor de su discografía. El nuevo lamento sexy ‘It Must Change’ dio paso a ‘You Are My Sister’, la bella composición feminista, emblema de Anohni, con varios rostros femeninos en pantalla y el escenario entero en un logrado color lila. La quieta elegancia de los ambientes lumínicos, sin flashes, leds, ni trucos deslumbrantes, es una significativa seña de identidad de un concierto ofrecido con respetuoso mimo para con las canciones y por consiguiente para las audiencias.

El buen gusto musical tuvo su emotiva plasmación en el clásico espiritual ‘Sometimes I Feel Like a Motherless Child’, la única versión de esta gira, que la intérprete inglés entona con una demostración de matices vocales, incluido un tramo a capela y sin micro. Sublime.

Alma herida

Percibió la audiencia el meneo casi funk del nuevo título ‘Can´t’ y hubo un amago de acompañamiento a las palmas, pero en vano, no hubo concesiones. Cuando Anohni habló por fin entre canciones lo hizo con discursos sobre sus preocupaciones, hubo algún ambiente más experimental como ‘Drone Bomb Me’, volvió la denuncia en pantalla a cargo de la pintora aborigen Ngalangka Nola Taylor y el lamento en forma de canción con ‘Man Is the Baby’. Regresó la bailarina-cierva, proyectando sus movimientos en negras sombras y sonó la delicadeza ‘Her Eyes Are Underneath the Ground’, con la cantante portando una máscara.

Como rubricando su originalidad, la creadora inglesa huyó de cualquier clímax final y se sentó por primera y última vez al piano para intercalar ‘Hope There’s Someone’ con monólogos personales, especialmente sobre la soledad. La canción de despedida imploraba que haya alguien sosteniéndole cuando muera.

En las antípodas del panfleto, a mil leguas de comportamientos complacientes con su audiencia, la creatividad y discursos de Anohni dibujan un paisaje que denuncia homofobias, transfobias, misoginias, guerras, racismo o ecocidio. Un alma herida que ha transformado su dolor en belleza creativa y activismo transfeminista.