22 JUN. 2025 LITERATURA El criminal repentino Kepa Arbizu La mente del criminal siempre ha ejercido una especial y constante fascinación para el hecho literario. Encontrar, o al menos intentarlo, los rasgos humanos escondidos tras comportamientos monstruosos es un botín especialmente deseado por muchas novelas. Tal es el caso de la primera obra firmada con su nombre, antes hubo otras rubricadas con pseudónimos, por este autor británico en 1943, un trabajo que no solo atina a la hora de trazar un retrato psicológico y social de los determinantes que influyen en la conducta de su sanguinario protagonista, sino que lo hace de una manera absolutamente original, tan macabra como irónica. Al igual que ese señor R. al que señalaba el título de la película de Fassbinder, Bowling podría haber llevado una vida monótona y escasamente estimulante diseminada entre otras tantas sombras cotidianas, pero como aquel, fue espoleado por una chispa que detonó su frustración. En esta ocasión, el particular “casus belli” desencadenante supone el nada aleatorio, y sí muy simbólico, bombardeo de las fuerzas nazis de su ciudad natal, Londres. Es en ese momento, entre los escombros dejados a su paso por la barbarie bélica, como a modo de epifanía, cuando resuelve que la mejor y más efectiva forma de terminar con su derrotada existencia es dedicarse al asesinato, con el fin último de ser detenido y aislado del mundo. Una nihilista decisión, de la que seremos conocedores junto a unos antecedentes propiciatorios surgidos a través de un camino alquitranado con desilusiones y tedio, que entrará en una siniestra paradoja al aparecer en escena el fogonazo del amor, convirtiéndose así la trama en materia prima digna del realizador Aki Kaurismäki. Un caústico recorrido delictivo que se vale de su acidísimo sentido del humor, propio de otro diente afilado como Patrick Hamilton, para guiar el recorrido trágico, tan cerca de Patricia Highsmith como de Dostoyevski, de quien su biografía no ha sido más que un constante abatimiento. A modo de parábola ingeniosa y malévola, casi un siglo después de ser escrita sigue percibiéndose como una representación descarada y siniestra de aquella frase de Cesare Pavese donde nos recordaba que también los criminales fueron niños esperanzados en que algo hermoso les esperaba. Un camino truncado por la acumulación de episodios erráticos que alejan de ese paraíso que, sin embargo, hasta en el paisaje más desolador es capaz de permanecer sigilosamente agazapado a la espera de brotar como fruto de una repentina y tierna mirada. El libro no solo atina a la hora de trazar un retrato psicológico y social de los determinantes que influyen en su sanguinario protagonista, sino que lo hace de una manera absolutamente original