7K - zazpika astekaria
IRITZIA

Y Fermin se hizo canción


Pues sí. La buena suerte lloviendo, tengo entradas para el sábado 4 de octubre. De 2025. Del Anaitasuna al Nafarroa Arena. Iruñea. Azken guda dantza berriro. Aunque eso es imposible, tratándose de Fermin. De Fermin Muguruza. Recontando los repliegues de la memoria, habrán pasado 33 años desde la primera vez. No es difícil olvidarlo. Corría julio de 1992. Unos Juegos Olímpicos, olímpicamente represivos. 60 detenidos. 25 torturados. Y allí estaba Fermin, en riguroso directo, es decir, en el único momento y espacio realmente disponible donde se puede combatir y revertir cada injusticia, en el aquí y el ahora, en ninguna parte más. 12 años después, Estrasburgo condenaba aquellas torturas a independentistas catalanes. 12 años antes, Fermin lo estaba denunciando a pie de escenario -mientras estaba pasando, en la línea del frente, siempre zuzenean-. El elenco de personajes funestos de aquel momento -de Luis Roldán a Rafael Vera- acabaron como acabaron. El tiempo como único polígrafo, dirían los Berri. Y Fermin, que nos sigue cantando. Geurea da gairapena.

Retrovisores, antes de aquella primera vez ya habíamos visto carteles en la calle -del Nicaragua Rock a las Negu Gorriak Brigadak- y algo antes, en el patio del instituto, el ‘Spotify’ del momento -libre y desmercantilizado- eran las cintas de cassette clandestinas y la amiga que tenía doble platina. Kortatu ya era historia pero para nosotros, nacidos en la democracia de la amnesia, era rabioso presente y, sobre todo, otro futuro. Había algo aquí que marchaba mal. Pero del disco al cassete, y del cd al móvil, en plena era de aceleración digital, Fermin sigue ahí, cantándonos las verdades nómadas y analógicas, rebosando estadios y repartiendo banderas palestinas. Treinta y tres años de banda sonora original -originalísima- no cabrán nunca en una columna en 7K. En una vida sí. Kontrakantxa.

Una encerrona policial antológica en la sala Zeleste -52 coches zeta para recibirle-, una gala madrileña de los Premios de la Música con la valentía de dedicárselo a los trabajadores de “Egunkaria” -y la progresía del momento abucheándole y, de aquellos polvos, todavía estos lodos-, un intento de atentado ultra en Cotxeres de Sants, su catalán preciso y precioso, el ‘adiorik ez’ de Iñigo y tantas cosas que, si arrancara, no acabaríamos nunca. Fermin ya es eso. En enero, llenó la catedral catalana del Palau Sant Jordi -saldremos de nuestros callejones para ocupar sus avenidas, decíamos en los 90 en las paredes baldías-. Y eso. Que sí. Que tengo entradas para el 4 de octubre. Como si fuera la última vez, no. Casi como si fuese la primera. Porque en el trecho que va de aquel primer día hasta hoy mismo y que continuará mañana, solo una cosa, que es coda: mila esker, komandante. Que, si no se puede bailar, nunca será nuestra revolución.