28 SET. 2025 IRITZIA Cloacas David Fernàndez {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} «Hay cosas que no se hacen; si se hacen, no se dicen; si se confirman, se desmienten». Así de breve era el lacónico resumen extrasintético del general de la Guardia Civil Sáenz de Santamaría. Corrían los años noventa y el militar, ya en retirada, le reprochaba al PP de Aznar que usara el GAL como ariete político, mientras le recordaba su mochila de guerra sucia en el período 1978-1982. El tono, no se crean, tenía un deje autocrítico nada velado. No era ninguna machada como aquella del general Galindo afirmando en sede judicial que con «seis hombres de los suyos reconquistaban América Latina otra vez». Santamaría ejercía, a su modo, como aquel coronel Jessup que, al final de “Algunos hombres buenos”, estalla y desnuda de golpe el nudo de la sinrazón de Estado: «¡Pues claro que ordené el código rojo, joder!». ¿Quién ordena el código rojo? -quién lo ejecuta, cuándo, cómo, por qué-. Mutatis mutandi, la ingeniería de la excepción ha transmutado del verde militar al negro toga, con similares resultados. A colación de la memoria aquel brevísimo tratado de Estado de aquel general, para recordar, por ejemplo, las escasas aclaraciones y declaraciones sobre la práctica impune de la tortura en el Estado español. Especialmente en Euskal Herria. Aquella consigna funcionó a la perfección: Circulen, no hay nada que ver. Solo me viene a la cabeza una antológica entrevista a un Luís Roldán ya caído en desgracia -reconociendo la práctica sistémica de la tortura- y aquel librito de López Agudín -“En el laberinto. Diario de Interior”-, donde un mando tricornial le explicaba sin tapujos que “trabajar con red” significaba siempre aplicar la tortura. 30 años después de aquellas pocas grietas, leo en papel oficial, con ribete y firma de la UCO, que los móviles de Koldo, ese estrafalario perfil tan arraigado en los bajos fondos del deep state, eran entregados en mano por la Guardia Civil. Y con ellos, las miles de horas registradas. No sé cómo acabará la cosa y la causa. Sí sabemos que el «quien pueda hacer que haga» es ya la divisa de la tercera aznaridad -y que toda la tecnoestructura del Estado se ha volcado en la encomienda-. Al mejor abogado penalista vasco un mando de la Guardia Civil se la acabó esclareciendo años atrás. El abogado sostenía en una vista oral que la benemérita operaba como un Estado dentro del Estado. En los márgenes imposibles de los arduos pasillos de los palacios de injusticia, un mando militar se le acercó y le matizó: «no se equivoque, no somos un Estado dentro del Estado: somos el Estado». Y punto. En 1984, Manolo Vázquez Montalbán lo describió lúcidamente: «Las dudas metafísicas de España sobre sí misma han requerido de amplios despliegues de la Guardia Civil (..). ¿Qué es España?» (...) España es una unidad de cuartelillos de la Guardia Civil y de capitanías generales en lo universal». Pues eso. En los márgenes imposibles de los arduos pasillos de los palacios de injusticia, un mando militar se le acercó y le matizó: «no se equivoque, no somos un Estado dentro del Estado: somos el Estado». Y punto.