20 SET. 2015 MIRADA AL MUNDO Doris Lessing, «la subversiva matrona de burdel» Cahal Milmo {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} A principios de 1956, un oficial de la sección especial de Scotland Yard expresó su sospecha de que cierto apartamento de Kensington se usaba para «propósitos inmorales». El motivo más importante de su inquietud eran las frecuentes visitas de personas de varias nacionalidades y que la residente era una conocida comunista. La potencial quintacolumnista que regentaba la supuesta casa de mala reputación no era otra que Doris Lessing, para entonces ya una novelista destacada, y los estadounidenses, chinos, indios y africanos que visitaban su casa acudían a la misma para discutir los puntos más interesantes de la literatura izquierdista y el marxismo. Más adelante, Scotland Yard reconoció a regañadientes que la acusación de mantener un burdel carecía de fundamento. Pero este es apenas uno de los diferentes episodios de una operación del MI5 y la inteligencia británica que se prolongó durante veinte años para tener a Lessing –una de las novelistas inglesas más influyentes y Nobel de Literatura en 2007– bajo vigilancia como subversiva sospechosa. «Atractiva, convincente y peligrosa… indómita…». Documentos de los Archivos Nacionales de Kew, en Londres, que se han hecho públicos recientemente demuestran cómo la novelista, que pasó sus años de formación en Rodesia del Sur, fue espiada durante al menos 18 años, en los que también se interceptó su correspondencia. La operación comenzó después de que se estableció que había adquirido un odio profundo por las políticas estilo apartheid de la colonia británica y se volvió simpatizante comunista. Lessing fue una entre muchos académicos e intelectuales izquierdistas cuyos contactos con el Partido Comunista de Gran Bretaña (PCGB) durante la Guerra Fría llamaron la atención del MI5. El servicio de seguridad interna colocó micrófonos ocultos en la sede del partido en Londres y puso escuchas en los alrededores para acceder a las llamadas de activistas enterados de la vigilancia. Al parecer, los espías, tanto en Gran Bretaña como en las posesiones coloniales que le quedaban al viejo imperio, consideraban a Lessing una amenaza especial. Rastreaban de cerca sus viajes a lugares que iban desde Checoslovaquia hasta el sur de África, donde un aviso de su visita realizado por Londres ocasionó que se le prohibiera la entrada durante muchos años a Sudáfrica en la era del apartheid. Una fuente del MI5 declaró a sus controladores que la novelista debería ser considerada una «mujer atractiva, convincente y peligrosa… indómita… y no dispuesta a hacer nada contra cualquier forma de comunismo». La vigilancia a la escritora comenzó en 1944, cuando oficiales de inteligencia coloniales británicos se quejaron de un club del libro «pro comunista» que Lessing dirigía en Rodesia junto con su segundo marido, Gottfried Lessing, un refugiado judío. Un memorando remitido a Londres señalaba que el carácter general del club era muy de izquierda y se afirmaba que la mayoría de los temas de discusión terminaban por lo general en un tono antibritánico, anticapitalista y antiimperialista. La escritora, que regresó a Gran Bretaña en 1949, se convirtió en una destacada voz contra las iniquidades del colonialismo. Pero el MI5 también observaba con gran recelo sus opiniones antirracistas y su asociación con varios grupos políticos y literarios dedicados a construir vínculos con la Unión Soviética. Un informe de 1951 de su expediente del servicio secreto expresaba que «Doris Lessing ha sido descrita como claramente pro comunista, aunque es dudoso que sea miembro del partido. Sus antecedentes en Rodesia han despertado en ella un odio profundo hacia la prohibición de color que ha llegado al punto del fanatismo. De esta manera se han incrementado sus simpatías por el comunismo». Una visita de 17 días de Lessing a Checoslovaquia y Rusia como delegada del movimiento de Autores por la Paz Mundial en 1951 fue seguida de cerca por el servicio de seguridad, que consiguió que, al regresar, oficiales de aduanas registraran las pertenencias de las personas que habían participado en la gira. Los documentos sugieren que fueron sus vínculos continuos con el sur de África los que suscitaron el mayor interés. Cuando partió a una gira por Rodesia y Sudáfrica en 1956 con el ilustrador Paul Hogarth, miembro del PCGB que trabajaba para el escritor Graham Greene y el poeta John Betjeman, todos sus movimientos fueron vigilados. Tras seguir a la pareja durante un día en el coche que les prestaron, un informe de inteligencia indicaba que «tomaron muchas medidas evasivas y precauciones anormales de seguridad para sacudirse la vigilancia». Lessing, que fue expulsada de Sudáfrica durante la gira tras el aviso de la Policía de Londres, también fue seguida en el viaje de regreso a Gran Bretaña, en el que se observó que escribía en un cuaderno, algo que su vigilante consideró sospechoso, porque cubría lo que escribía cada vez que alguien pasaba a su lado. La posibilidad de hacerse con ese cuaderno a su vuelta al aeropuerto de Londres fue descartada por el temor de alertar a Lessing sobre el seguimiento del MI5. Aunque la escritora, que falleció en 2013 a la edad de 94 años, mantuvo sus planteamientos comprometidos a lo largo de su vida, el expediente del MI5 no revela nada que sugiera que fuese una amenaza activa para la seguridad de su país.