18 OCT. 2015 EL HOMBRE DETRÁS DEL MITO ¿Quién era el rey Arturo? Un militar romano, un rey britano, un caudillo escocés de los siglos oscuros... Diferentes teorías intentan explicar el posible origen histórico de la leyenda del rey Arturo, su espada Excalibur, la corte de Camelot y de los caballeros de la Mesa Redonda, uno de los mitos más cautivadores de la literatura de todos los tiempos. Paul Gallagher {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} Nada de un rey medieval británico de brillante armadura que vive en un castillo de altas murallas de piedra y profundos fosos. En realidad, el rey Arturo sería un caudillo militar del siglo VI originario de Escocia que pasó la mayor parte de su vida en el antiguo reino de Strathclyde. Así lo asegura el doctor Andrew Breeze, filólogo británico de la Universidad del Opus y especialista en los celtas, quien basa todas estas afirmaciones en los hallazgos que ha realizado en la crónica en latín titulada “La historia de los britanos”, escrita por el monje galés Nenniu en el siglo IX. En ese texto aparecen nueve lugares en los que Arturo logró derrotar a sus enemigos, pero hasta ahora nadie había conseguido ubicar esos sitios en un mapa actual. Breeze asegura haber dado con todos ellos, con la novedad de que, según este historiador, libró esas batallas en Escocia y Northumberland. En esas contiendas se habría enfrentado a otros bretones de los alrededores de Edimburgo y Carlistle. Es más, asegura que la batalla de Badon, una de las más destacadas de la historia del Arturo mítico, «no tuvo nada que ver con él». En esa línea revisionista, tampoco sería un rey, sino un general o caudillo militar de tanto prestigio en vida que terminó pasando al mundo de las leyendas. En su investigación, que tiene el elocuente título de “El Arturo histórico y la Escocia del siglo VI”, Breeze asegura que Arturo habría vivido en Strathclyde, porque las únicas batallas que se libraron allí fueron en sus fronteras, cuando defendía el reino de otros bretones del norte. Tras una vida guerreando, habría muerto en Camlan, actual Castlesteads, en el muro de Adriano, en el año 537, según los anales galeses. La teoría del estudioso de la Universidad del Opus ha sido recibida con reticencia por otros historiadores más partidarios de otras explicaciones para la posible base histórica del famoso personaje, del que lo cierto es que no existe una evidencia arqueológica concluyente que venga a corroborar que fue una persona de carne y hueso. Un caudillo contra los sajones. La tesis más extendida es que Arturo habría sido un caudillo britano que dirigió la defensa de la isla contra los invasores sajones a comienzos del siglo VI. Esta teoría se sustenta en dos fuentes literarias: curiosamente “La historia de los britanos” en la que se basa Breeze para sus afirmaciones y los “Anales de Gales”. En ambos casos, se destaca el papel de un jefe militar que consigue frenar el avance de los sajones en una serie de contiendas que tienen como colofón la batalla de monte Badon, que estableció una frontera estable entre los britanos y los sajones durante varias décadas. Este perfil encaja en varios aspectos con un personaje histórico: el rey Riothamus. De acuerdo con las investigaciones del historiador Geoffrey Ashe, este soberano vivió en el siglo V y envió un ejército a la Galia hacia el año 470 para apoyar al emperador romano Antemio en su lucha contra los visigodos, pero fue derrotado. A pesar de ello, mantuvo una posición preeminente en la Britania abandonada por el Imperio romano para disponer de más tropas con las que hacer frente a las invasiones bárbaras, lo que le valió su nombre, que era un título honorífico que vendría a significar «rey supremo». Para otros historiadores, el origen de la leyenda sería Athrwys ap Meurig, rey de Glamorgan y Gwent, y sustentan su tesis en dos descubrimientos arqueológicos. El primero de ellos tuvo lugar en 1983 en Myndd y Gaer, en Glamorgan, donde Baram Blackett y Alan Wilson encontraron una lápida con la inscripción «Rex Artorius, Fili Mauricius», y el segundo tiene que ver con una cruz de electro, una aleación de oro y plata, con la inscripción latina «Pro anima Artorius». Sin embargo, no termina de estar claro el nexo de unión entre el citado rey y el Artorius al que hacen referencia los dos objetos. En todo caso, con el nombre que aparece recogido en la lápida y la cruz podría tener más relación un personaje rescatado del tiempo por el historiador Kemp Malone. Se trataría del militar romano Lucius Artorius Castus, prefecto de la Legión VI Victrix y duque de una expedición a Armorica. El problema es que este Artorius, que era comandante de un contingente de caballería sármata, vivió en el siglo II, mucho antes de la época en la que tradicionalmente se han situado las andanzas del Arturo presuntamente histórico. Otro candidato a poner carne y hueso al mito es Owain Ddantgwyn, un caudillo britano que vivió a finales del siglo V en Powys, lugar del que habría llegado a ser rey. Este soberano habría sido conocido por su apodo «el Oso», que en gaélico se pronuncia «arth», término al que se sumaría el sufijo «-gur», que significa «hombre», para terminar originando el nombre Arturo (hombre-oso). A su favor, este personaje cuenta con el hecho de que fue vencido por su sobrino Maglocunus en una batalla, como le sucede al Arturo literario frente a Mordred. Además, fue enterrado en los alrededores del estanque de Berth, cerca de Baschurch, lo que enlazaría con la isla de Avalon en la que estaría sepultado Arturo, según está recogido en la “Historia de los reyes británicos”, obra de Geoffrey de Monmouth que dio forma a la leyenda. La piedra de Arturo. La posible historicidad de la figura de Arturo no es el único punto de su leyenda que se ha pasado y se sigue pasando por el filtro de la investigación del pasado. Algo parecido ocurre con los lugares que habrían sido escenario de sus andanzas. Uno de ellos es el castillo de Tintagel, donde habría nacido gracias a las artes mágicas de Merlín, que consiguió unir a sus padres al hacer pasar al rey Uther por el verdadero esposo de Igraine. Los actuales restos de ese castillo son muy posteriores a la época en la que supuestamente vivió Arturo, pero cerca de ellos se han encontrado las ruinas de un palacio del siglo V en el que habría habitado un personaje de cierta importancia a tenor de las cerámicas encontradas y que provenían incluso del Mediterráneo. Entre los restos encontrados, en 1998 apareció una piedra con la inscripción «Artognou, padre de un descendiente de Coll, ha hecho este». La evidente similitud con el nombre de Arturo, la época en la que fue datada y el lugar en el que había aparecido hicieron que resurgiera el interés por la historia detrás de la leyenda. Dos posibles Camelot. Otro de los lugares destacados de la biografía del mítico rey es sin duda Camelot. Dos sitios se disputarían la posibilidad de haber albergado la famosa corte del soberano. Uno de ellos es Cadbury Hill, en Somerset, donde existen dos aldeas que tienen como raíz el término Camel. En ese lugar se han encontrado restos de una imponente fortaleza de la segunda mitad del siglo V que ocuparía la mayor parte del promontorio. Por sus dimensiones y la época en la que ha sido datada, se ha terminado asociando Cadbury Hill al legendario Camelot, aunque no es el único lugar en aspirar a ese honor. En el siglo V, una ciudad destacaba en el territorio bajo control bretón y era Viroconium. Su preponderancia se debía a que Londres y Lincoln estaban bajo control de los sajones, mientras que York había sido saqueada por los pictos, lo que potenció la importancia de Viroconium, situada en el centro de la actual Inglaterra, cerca de un pueblo de Shrosphire. En una época en la que los edificios estaban hechos principalmente de madera, en esta ciudad se han encontrado restos de construcciones grandes de piedra, de diseño clásico y algunas de ellas de dos plantas y con columnatas. Tras la retirada del Imperio romano de la isla, Viroconium vivió un auge reconstructivo, ya que se levantaron nuevos edificios, se diseñaron nuevas calles y se potenció el sistema de agua corriente y de desagües. Todos estos hechos parecen indicar la presencia de un poder importante en el lugar y, en comparación con otros lugares de la época, destacaría tanto como para poder dar origen a la historia de la deslumbrante Camelot. Y de la misma manera que se busca con empeño ese mítico emplazamiento, también se intenta localizar la posible tumba de Arturo. En 1998, unas excavaciones realizadas en el ya citado promontorio de Cadbury Hill sacaron a la luz un ataúd con forma de barca. Teniendo en cuenta que, según la leyenda, Arturo fue trasladado a la isla de Avalon en una barca para morir en ese lugar y ser enterrado, ese ataúd podría ser la “embarcación” en la que el famoso rey emprendió su viaje a la vida eterna. Como no podía ser de otra forma, un segundo emplazamiento podría albergar la tumba del mítico monarca. Se trata de la abadía de Glastonbury, en Somerset. Hoy en día es un conjunto en ruinas, pero existe un cartel que recuerda que en 1190 fue localizada en ese lugar su presunta tumba, donde el rey reposaba junto a su esposa Ginebra. Las dudas rodean a ese supuesto descubrimiento, que resultaría especialmente beneficioso para los monjes por la publicidad que les podía reportar y que multiplicaría la llegada de peregrinos ansiosos por ver la última morada del famoso rey. Para reafirmar su papel como lugar de reposo de Arturo, se recordaba que en época de inundaciones, Glastonbury podía llegar a quedar aislada por las aguas, como si fuera la mismísima isla de Avalon. La espada surgida de la piedra. En esta misma línea de la posible historicidad de otros aspectos de Arturo, incluso la mítica Excalibur tendría un origen real. En la Britania del siglo V, las espadas se forjaban con bronce en un molde que consistía en dos piedras unidas entre sí. Ese molde pétreo era calentado, a continuación se vertía en su interior el bronce fundido y se dejaba enfriar. Acto seguido se retiraban las dos partes para sacar la espada. Algunos historiadores expertos en armería consideran que la leyenda de la espada clavada en la piedra que Arturo consigue extraer sin problemas para convertirse en rey se basaría en este proceso de forja y en el momento de coger la pieza del molde pétreo. Pero Arturo no solo fue portador de la espada de la piedra. En un momento dado, la dama del Lago le entrega otra arma, en lo que constituiría una metáfora de una costumbre histórica. Cuando en los años oscuros fallecía un gran guerrero, su espada era arrojada al fondo de un lago o de un río como símbolo de su viaje al más allá. Así que no resultaba extraño que alguien se encontrara un arma de cierto valor en las aguas y que la reutilizara dándole una nueva vida guerrera. Como se puede comprobar, teorías sobre la vida, obra y milagros del rey Arturo no faltan, aunque todavía no ha sido hallada, si es que existe, la prueba definitiva que confirme la existencia real de uno de los soberanos más famosos de todos los tiempos.