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CALENDARIO ESCOLAR

¿Qué hacemos con los niños?

Los calendarios escolares influyen claramente en la vida de los estudiantes y lógicamente también en las de sus allegados. Los modelos varían dependiendo del país e incluso en un mismo estado se manejan formatos diferentes. Europa es un claro ejemplo de diversidad, mientras en Euskal Herria el sistema del norte poco tiene que ver con el del sur.


El nuevo calendario escolar de Cantabria ya es oficial. La Consejería de Educación, Cultura y Deporte publicó a finales de junio la orden por la que establece el plan de cara al curso 2016-2017, que contempla una semana de vacaciones cada dos meses lectivos. El programa, pionero en el Estado español, tiene bastantes semejanzas con alguno de los que se manejan en el francés. Tira más hacia los programas de otros países europeos, aunque ha mantenido las fechas de las vacaciones tradicionales –Navidad, Carnaval y Semana Santa–.

En las etapas de Educación Infantil y Educación Primaria se contemplan 190 días no lectivos por 175 días de clases. En realidad, son las mismas jornadas que en las escuelas de Hego Euskal Herria, pero distribuidas de otra forma: en cinco bimestres con cuatro periodos de descanso. De esta manera, los chavales tendrán un calendario más homogéneo, probablemente más racional, que, según algunos, permitirá vivir a los niños más descansados y, según otros, alterará completamente la vida familiar. Al nuevo calendario le ha faltado consenso y eso son palabras mayores tratándose de un asunto que afecta a diversos sectores: Administración, profesorado, sindicatos, familia y, por supuesto, alumnado.

Josean Pinedo es pedagogo y trabaja en la Delegación de Educación de Gipuzkoa, donde es uno de los responsables de los programas de innovación educativa. Partidario de los cambios que favorecen el aprendizaje, habla sobre esta cuestión a título particular. Tal y como se le supone a alguien con esa ocupación laboral, se postula a favor de la innovación y eso significa «cambiar, experimentar y no repetir modelos viejos», explica.

Pinedo ha seguido con interés la decisión de la administración de Cantabria y opina que ha fallado en el planteamiento: «Legalmente es irreprochable, pueden tomar ese acuerdo, pero, por lo que he podido leer, no ha habido un acuerdo entre los sindicatos, el profesorado y la Consejería con las asociaciones de colegios públicos y privados. Entonces ha surgido la tensión. Creo que hay buena intención y tanto la Consejería como el profesorado piensan que es beneficioso para la comunidad educativa, pero es un mal planteamiento si se hace con el rechazo de los padres».

Entre sus aspectos positivos, destaca la racionalización de los tiempos de actividad y descanso escolar. «Aquí las vacaciones están muy relacionadas con el calendario religioso y a veces coincide que en un período se acumulan muchas actividades y en otros no». Los trimestres no son homogéneos y mientras alguno de ellos se alarga, otro se acorta. Únicamente probándolo se va poder comprobar si se favorece el rendimiento escolar. «Aunque no existen investigaciones al respecto, se supone que a mayor racionalización, mejores resultados. Es mejor que un alumno estudie todos los días media hora que cada dos días dos horas. El rendimiento mejora si se organiza bien en función de la curva del olvido, porque lo que se estudia se olvida. En vez de hacer comilonas, para la salud es más conveniente comer poco varias veces al día», señala el pedagogo estableciendo un símil con las formas de alimentación.

La experiencia en Ipar Euskal Herria. Se ha comentado que el modelo cántabro es bastante parecido al del Estado francés. El ministerio de Educación galo contempla tres grandes zonas –A,B y C–, con tres calendarios diferentes, e Ipar Euskal Herria está en la zona B. Aquí el curso acabó el pasado día 5 y el próximo se iniciará el 1 de setiembre, para concluir el 8 de julio. Más largo, pero más pausado que en Hego Euskal Herria, donde para la víspera de San Juan, el 23 de junio, ya estaban todos los chavales de fiesta. La diferencia está en que en Lapurdi, Zuberoa y Nafarroa Beherea cada seis semanas hay una o dos de descanso, a veces son diez días, con el propósito de que los niños descansen del estrés escolar. Un parón del que discrepan algunos docentes, porque a su juicio los alumnos pierden ritmo de estudio. Otros, por el contrario, están muy a favor, porque les permite preparar las clases dentro de un sistema en que cada uno de los profesores se trabaja el material de su programa y luego tiene que defender su planteamiento ante el inspector. De esta manera no solo se oxigena el alumnado, también los maestros, que libran más que sus homólogos de Hego Euskal Herria pero tienen sueldos más bajos que los vecinos de abajo.

Los padres ya están acostumbrados a organizarse con sus hijos y algunos incluso reservan vacaciones para coincidir con ellos e irse de viaje, incentivando así el turismo fuera de temporada. Además, existe toda una red de centros de ocio tipo udaleku para apuntar a los críos si sus allegados no pueden hacerse cargo de ellos. Algunos son públicos y son asequibles económicamente. Hasta cierta edad, las facturas de este tipo de centros (centres de loisirs) hasta desgravan.

En los últimos cursos han tenido una novedad importante que afecta a los miércoles. Antes no eran lectivos en primaria –en el primer tramo de secundaria, en los colegios solo es lectivo por la mañana, y en el segundo, en el instituto, todo el día– hasta que el Gobierno del PS encargó un estudio sobre los ritmos escolares según el cual el hecho de que este día no fuera lectivo perjudicaba el aprendizaje de los escolares. Con el debate sobre la mesa, el ejecutivo de Hollande aprobó una reforma que se puso en marcha hace tres años de manera experimental y hace dos se estableció de manera definitiva. Para no aumentar horas de enseñanza (de 9 a 12 de la mañana, son tres horas más), se crearon las NAP (Nuevas Actividades Periescolares). Son actividades educativas no formativas que se llevan a cabo dentro del perímetro de la escuela. Hay distintas propuestas, desde el dibujo a la música o la danza, pasando por los cuentacuentos o la eskupilota, por mencionar algunas. Se realizan generalmente por profesionales que llegan del exterior del centro escolar. 

En el caso de las ikastolas, van muy bien para fomentar el uso del euskara. Algunas mancomunidades de Ipar Euskal Herria financian en parte las NAP realizadas en euskara ya sea en cualquier centro público bilingue, católico bilingue o ikastolas de Seaska. De esta manera, dinamizan las propuestas e impulsan el idioma.

Y es que como las ligas de fútbol, también los calendarios escolares varían en el mapa europeo. En Alemania los cursos los organizan los Estados federales, con la singularidad de que no coinciden todos a la vez, tratando de evitar, entre otras cosas, problemas de saturación en las carreteras. Tienen seis periodos de vacaciones, el más largo de seis semanas en verano. Grecia tiene un plan bastante similar al del Estado español, y el francés se asemeja al belga. En Gran Bretaña los colegios privados establecen su propio calendario, aunque en general empiezan en setiembre y acaban en julio. Pero es Finlandia la que se lleva los elogios. Su sistema educativo recibe habitualmente las mejores calificaciones a nivel mundial. El curso va de setiembre a junio e incluye 632 horas lectivas en primaria, que se imparten en clases pequeñas, con menos de veinte alumnos por aula, en un ambiente relajado e informal. Concentran las clases por la mañana y por la tarde hacen otras actividades. Pocos deberes y abundancia de extraescolares.

Pero no todo se limita a racionalizar los tiempos, organizar los exámenes y distribuir el aprendizaje y los descansos. En la enseñanza y en la educación hay otras prioridades además del calendario. Pinedo mantiene que «parece que se insiste mucho en cambios cronológicos, pero no se habla de nuevas propuestas metodológicas, de ritmos de aprendizaje, de trabajo cooperativo. ¿Cómo se van a organizar los deberes? ¿Se van a utilizar las vacaciones para hacer más trabajos individuales? Quedan muchas cuestiones por resolver. Respecto a la curva de aprendizaje, se trataría de organizar más comidas equilibradas para disfrutar y menos masters chefs. En este panorama habría que organizar nuevos planteamientos metodológicos, alternativas más activas y participativas. Eso también favorecería el descanso».

El sentido de la escuela. Llegados a este punto habría que preguntarse cómo se entienden los centros de enseñanza. Pinedo piensa que «la escuela no es un sitio a modo de restaurante donde uno va a comer, abre la boca y le echan todo. Creo que es un centro de elaboración, de desarrollo de competencias y de aprendizaje para la vida. Allí se aprender a ser, a vivir, a aprender, a disfrutar y a convivir». Como especialista, sostiene que se aprende más cuando nos interesan las cosas. «El alumno está claro que aprende más cuando se respetan los ritmos, trabaja en grupo, cuando disfruta o cuando lo que se estudia se pone en práctica. Ellos son actores del aprendizaje y se convierten también en enseñantes de sus compañeros, participan en la elaboración de conocimientos y en el desarrollo de competencias». Por eso es partidario de abrir un debate en busca de «una escuela inclusiva, justa, democrática, que tenga un reflejo luego en lo social y en lo vital».

Con respecto a hace unas décadas las formas han cambiado, pero quizás no lo suficiente. «Imagínate los adolescentes de 12 a 16 años que están seis horas sentados escuchando, cuando necesitan moverse y actuar. El aprendizaje se construye, no solo se recibe. Lo ideal es una clase distendida, trabajar por proyectos, en cooperativa, donde la gente participe y se mueva. El modelo condiciona también el cansancio que se produzca. No es lo mismo correr 1.500 metros que un maratón. Aprender mientras vivimos, corremos o andamos». ¿Sería posible un cambio? «Así como en Cantabria casi se ha impuesto desde la Administración, aquí los padres y las instituciones sociales tienen mucha fuerza. Previamente se han pronunciado por la jornada continua, que la mayoría de los centros tienen, y por atender las demandas de familias e instituciones. Creo que aquí sería más difícil que el Gobierno asumiera un cambio, porque la inercia es fuerte. Pero sería muy bueno».