18 SET. 2016 PANORAMIKA Realismo IKER FIDALGO ALDAY {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} En la evolución del arte, el concepto de belleza se ha presentado de forma recurrente como uno de los ingredientes principales para su admiración. La famosa reacción psicosomática conocida como síndrome de Sthendal aparece vinculada a la sobrecarga sensorial provocada por este concepto, que no es único ni universal sino que responde, como cualquier reacción subjetiva, a construcciones culturales. Desde la precisión técnica con la que un paisaje es representado hasta la perfecta definición en un rostro esculpido, la copia de la realidad pasa por ser uno de los códigos más fácilmente asumibles por el gran público. Las exposiciones que reseñamos hoy se enmarcan en el terreno del realismo (incluso del hiperrealismo) cada una desde su propio parapeto, listas para asaltar las miradas de los visitantes. Pero no caigamos en una excesiva simplificación. Pese a que en su carta de presentación cuentan con contenidos reconocibles y una codificación de fácil acceso, la relación con ellas requiere de una actitud mucho más que pasiva. A pesar de ganarse una primera aceptación por la impresionante semejanza con la realidad, esconden recovecos sobrecogedores y estimulantes que conviene explorar para valorarlas tal como se merecen. Por eso la exposición que el Museo de Bellas Artes de Bilbo organiza hasta el 26 de setiembre se antoja particularmente interesante. Tras el virtuosismo técnico que demuestran todos los nombres que forman el elenco de esta exposición colectiva, cada línea de trabajo proviene de diferentes caminos y apuntan a objetivos estéticos y conceptuales muy diversos. “Escultura hiperrealista 1973-2016” es una de las retrospectivas más importantes hasta la fecha en torno a esta forma de representación escultórica. Las 34 esculturas realizadas por los 26 artistas más representativos del movimiento, realizan en Bilbo una de las paradas de su itinerancia. Dividida en cinco secciones que abarcan desde la réplica hasta la fragmentación del cuerpo, la heterogeneidad de la muestra enlaza con lo que presentábamos en las primeras líneas de este artículo. No es lo mismo enfrentarse a la poética y la quietud del desaparecido Juan Muñoz, a la sátira de Maurizio Cattelan o a la perfección melancólica de Marc Sijan. La posibilidad de disfrutar de los trabajos de Ron Mueck, Duen Hanson o las inquietantes piezas de Patricia Piccinini (así hasta los 26 participantes) aparece como una motivación más que suficiente para garantizar el éxito de nuestra visita. Por su parte el centenar de obras que componen la exposición “Ikusmira” de Jesús Mari Lazkano (Bergara, 1960) dan forma a la primera gran retrospectiva de uno de los creadores con más trayectoria de nuestro país. La inapelable calidad de sus composiciones se apoya en paisajes y puntos de vista que desafían nuestra mirada. La oscuridad de piezas como “La catedral nevada” (1987) o la liviandad de “Castillo de los Pirineos” (2013) es solo una pequeña muestra de lo que la sala Kubo del Kursaal donostiarra presenta hasta el día 16 de octubre en colaboración con la capitalidad europea.