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CINE

«La La Land»


Desde la muerte de Bob Fosse el cine musical no había vuelto a contar con un gran creador capaz de resucitar el género, hasta que por fin ha llegado Damien Chazelle. Es el nuevo E indiscutible rey del musical en la pantalla grande, con tan solo tres largometrajes realizados, pero suficientes para que ya haya sido reconocido por la Academia de Hollywood. Con su segunda película, “Whiplash” (2014), obtuvo tres Oscar al Mejor Actor de Reparto (J.K. Simmons), Mejor Montaje y Mejor Sonido. Fue la culminación de una larga e interminable carrera de premios, todos ellos merecidísimos, que había comenzado en el Festival de Sundance. Es lógico que ahora su nuevo trabajo entre ya en las quinielas para los Oscar, sobre todo para la candidatura de Mejor Actriz, ya que Emma Stone se ha hecho con dicho premio por “La La Land” en la reciente Mostra de Venecia.

Si se leen atentamente las críticas a “La La Land” en Venecia, se puede observar que la película ha maravillado a los que todavía creen en el cine musical, mientras que la parte de la crítica que se mantiene escéptica con respecto al cine con coreografías y canciones nunca se va a dejar seducir, ni por Damien Chazelle, ni por ningún otro. Quienes se han molestado en analizar su nueva propuesta a fondo, han podido apreciar que el joven cineasta de 31 años hace una evaluación genérica del estado del musical, mediante un debate interno entre su vertiente clásica y su renovación contemporánea. Ese mismo planteamiento lo aplica a la música de jazz, que es su gran pasión, y sus derivados estilísticos afroamericanos. Lo ilustra con una discusión entre el protagónico Ryan Gosling, que interpreta a un pianista de jazz bastante purista y minoritario, y la estrella del neo soul y triunfador en las listas del pop John Legend, cuya relación con el cine incluye el Oscar que ganó por la canción “Glory” de la película “Selma” (2014).

Al calor de dicha controversia, “La La Land” traza un recorrido que va del musical clásico de Broadway o de Hollywood a su renovación por autores europeos como Jacques Demy, por lo que la primera parte es rítmica y vitalista con aire de comedia, mientras que la segunda es más melódica y reposada con un tono más de drama romántico y sentimental. Damien Chazelle ya había ensayado la relación entre el musical y la pareja de baile romántica en su ópera prima “Guy and Madeline on a Park Bench” (2009), pero después “Whiplash” (2014) supuso una ruptura, al concentrarse en la temática del virtuosismo instrumental en los músicos de jazz, con sus terribles exigencias y dependencias de la técnica frente al sentimiento. El impactante montaje de su segundo largometraje era frenético, y no daba pausa al espectador, por lo que el comienzo totalmente opuesto de “La La Land” puede sorprender mucho. Ahora trabaja sobre el plano secuencia, coreografiando en una sola toma una escena con atasco en una autopista de Los Ángeles. Y en otra, que tiene lugar en el mismo planetario de “Rebelde sin causa” (1955), la pareja de baile da sus pasos sobre las estrellas.

Chazelle sigue confiando en su colaborador musical Justin Hurwitz, quien en esta ocasión se ha tenido que asociar con la pareja de letristas Pasek y Paul, muy cotizados en Broadway, para hacer las canciones. Para la fotografía ha fichado al sueco Linus Sandgren, que no es nuevo en L.A. por haber trabajado con David O. Russell y Gus Van Sant. Extrae la magia nocturna angelina como fondo para la conocida historia de la pareja que no encuentra su sitio en la ciudad de los sueños, y así ella es una aspirante a actriz que trabaja de camarera en un café y él toca en bares, en tanto no les llega su definitiva oportunidad en la vida y en el amor. Hay una frase que resume esa sensación de dar un paso adelante y otro atrás, y que dice: «En esta ciudad, es una para ti y una para ellos». O explicado de otro modo, equivale a que el éxito siempre está hipotecado.