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El «hilarrigile» que mantiene un oficio ancestral
Entrevista
Pello Iraizoz

Pello Iraizoz: «Las estelas vascas son un tesoro cultural»


Pello Iraizoz (Iruñea, 1957) lleva más de treinta años tallando piedras. Su gran pasión son las estelas discoideas, a las que considera un “tesoro cultural”, pero también ha tallado monolitos relacionados con la conquista de Nafarroa, los asesinatos del 36 y la etnografía. Se define como “euskaltzale” y amante de su tierra y de su cultura, y quiere aportar su grano de arena con lo que él sabe hacer.

Pello Iraizoz nos recibe en su casa-taller de La Magdalena, a poca distancia del río Arga. Vistas las obras que allí tiene, nadie diría que es completamente autodidacta. «Yo tuve poca formación académica, porque venimos de familia muy humilde, y además mi madre tuvo que sacar adelante, ella sola, a cuatro hijos. Me hubiera gustado estudiar, pero no pude. Sí he leído mucho, pero nadie me ha enseñado este oficio». En estas tres décadas ha hecho cientos de obras, entre estelas discoideas, cabezales y monolitos, incluidas obras de varias toneladas de peso. Se muestra «enormemente orgulloso» de haber hecho obras relacionadas con la memoria histórica, porque es un tema que le llega «a lo más profundo».

¿Recuerda cuál fue su primera obra y qué impresión le quedó tras verla acabada?

Sí, la recuerdo muy bien. Fue un arranque de audacia, porque yo no tenía ni idea de tallar la piedra. No tenía ni herramientas adecuadas, pero me empeñé en que tenía que hacer una obra para mis amigos de Lakabe. Cuando cumplieron diez años de la ocupación del pueblo, se me ocurrió tallar una piedra de un metro de largo y 30 centímetros de ancho. Puse el nombre de Lakabe, añadí un par de eguzkilores y la fecha del aniversario: 1980-1990. Recuerdo que primero hice el dibujo y luego empecé a tallar con dos destornilladores, porque entonces no había herramientas finas para tallar, o al menos yo no las conocía. Al principio se empezó a romper la piedra por donde yo no quería y me vine abajo enseguida. Poco a poco lo fui arreglando como pude, y el resultado fue medio decente.

¿Qué fue lo que le impulsó a tallar piedras?

La etnografía. Es algo que siempre me ha gustado mucho, y en especial todo lo relacionado con las estelas discoideas vascas. En casi todos los Cuadernos de Etnografía había un buen artículo relacionado con este tema, quizás porque Navarra es la región del mundo donde más estelas hay. Es una pena el poco caso que les hacemos y el poco respeto que se les tiene. Yo siempre digo que somos un poco imbéciles, porque enseguida valoramos lo que llega de fuera pero no valoramos lo que tenemos en casa. No sé si hay alguien más tonto que aquel que hace propio lo ajeno y ajeno lo propio. Me parece una salvajada cultural. A pesar de la gran tradición que había aquí de hacer estelas, llegó un momento en que dejaron de hacerse.

Cuando yo tenía 18-20 años, conocí en Garralda a un hombre de ese pueblo que había rescatado las estelas vascas del olvido. Se llamaba José Rota, y era un hombre encantador que me cautivó por su temperamento. Al ver sus obras, quedé enganchado, y también pensé que ya tenía una edad y que alguien tendría que seguir manteniendo ese oficio ancestral. Como veía que nadie lo hacía, me pregunté: ¿Y por qué no voy a ser yo? Así que empecé a hacer estelas por mi cuenta.

¿En aquella época no había documentación sobre las estelas discoideas?

Yo tuve la gran suerte de encontrar en casa de José Rota la “biblia” de las estelas, que es la magnífica obra de Louis Colas titulada “La Tombe basque”. Colas era un normando que llegó con 23 años a Baiona, donde ejerció de profesor de dibujo, y luego hizo miles de dibujos de estelas discoideas de Iparralde. Se quedó enamorado de la grafía, de los símbolos y de la estética vasca, y al final hizo un catálogo casi monumental de las estelas vascas. Yo no había visto esa obra en ninguna biblioteca ni en ninguna parte, y resulta que la tenía en su casa un humilde labrador de Garralda. Aquel libro me enamoró, y desde entonces no he parado de leer sobre estelas. Otro libro que me enganchó fue el que Joxe Miguel Barandiaran dedicó a las estelas vascas.

Cantero, tallista, etnógrafo, artesano, artista… ¿Cómo le gusta definirse?

Nunca me ha gustado la palabra artista. Me parece un poco fanfarrona. Si te lo dicen otros, vale, pero yo no voy a decir jamás que soy un artista. Soy un artesano, y me gusta definirme como “hilarrigile”. Puede haber muy buenos canteros que hacen sillares, cabezales, esquineras… pero no saben tallar. Y lo digo con todos los respetos, porque yo no sabría hacer eso. Yo he hecho escudos heráldicos, cabezales, monolitos conmemorativos… pero lo que más he hecho en mi vida son estelas, porque es lo que más me motiva. Quiero recuperar ese mundo, y el término “hilarrigile” me parece bonito.

Explíquenos el origen y significado de las estelas discoideas.

Antes que nada, hay que señalar que tienen una gran importancia cultural y que la mayoría de la gente apenas lo conoce. La estela vasca más antigua que conocemos apareció en el castro de Berreaga, cerca de Mungia, y se remonta a la Edad de Hierro. Estamos hablando de una antigüedad de casi tres mil años, y es una perfecta estela discoidea del estilo de las que tenemos ahora. Está muy bien datada, porque se enmarca dentro de un contexto arqueológico clarísimo. Desde aquella primera estela ha habido una continuidad hasta hoy, ya que se han hecho de forma casi ininterrumpida, pero a finales del siglo XIX prácticamente dejaron de hacerse en Navarra y en la segunda mitad del siglo XX desaparecen totalmente.

¿Puede decirse que son obras vinculadas a ritos mortuorios de antiguos pueblos?

Tradicionalmente se colocaban en las tumbas, sobre todo en las del País Vasco. En Nafarroa Garaia y Nafarroa Beherea tenemos más estelas que en el resto del mundo, tal como se recogió en el “IV Congreso internacional sobre la estela funeraria” que se celebró en 1991 en Donostia. Y en ese resto del mundo también se incluyen Gipuzkoa, Bizkaia, Araba, Lapurdi y Zuberoa. Es un fenómeno cultural que habría que estudiarlo muy bien. Yo creo que tiene que ver con una cuestión política, como era la existencia del Reino de Navarra. Había un epicentro cultural que irradiaba aquí mismo, que es donde estaba el poder político. La mayoría de las estelas que tenemos en Navarra son medievales, luego concuerda con una Navarra independiente. ¿Por qué hay menos en Lapurdi, en Zuberoa o en Bizkaia? Quizás porque están más lejos del epicentro político y cultural. Esta es una hipótesis mía, pero después de todo lo que he visto, creo que tiene visos de ser una de las causas.

¿De qué número de estelas estamos hablando?

Ahora mismo tenemos catalogadas en Navarra algo más de 1.600 estelas, pero ha tenido que haber muchísimas más, porque hemos sufrido un saqueo y un expolio brutal desde comienzos del siglo XX hasta hoy.

¿Hay alguna característica que tengan las estelas vascas en relación a las estelas de otros lugares?

Sí, porque la estética vasca es muy nuestra. Tenemos una simbología propia, un arte popular muy definido a muchos niveles, ni mejor ni peor que otros, pero distinto. Aquí tenemos una personalidad y una estética diferente, y también unas carencias diferentes, porque hay mucha simbología religiosa precristiana. Dentro de la Península Ibérica, hay estelas en Teruel, Aragón, Valencia, Catalunya, Portugal… y tienen otra estética. Y eso ocurre a pesar de que hubo un fenómeno común, y es que el cristianismo impactó tremendamente en todos estos lugares a lo largo de siglos. Es lógico que en todos los casos aparezcan muchísimas cruces cristianas en las estelas, por tratarse de algo relacionado con las tumbas y con la muerte, pero aun así las estelas vascas tienen una estética diferente a la hora de representar esas cruces.

Además de las cruces, ¿hay otros símbolos que predominen en las estelas vascas?

Tenemos una cosa muy característica y muy bonita, que son los motivos astrales precristianos, e incluso la cruz, que es un elemento que también se utilizó mucho antes de la llegada del cristianismo. También hay elementos que a mí me enternecen mucho, que son las herramientas del difunto. La explicación es muy clara: si la población es analfabeta y pones el nombre del muerto en la estela, nadie sabe de quién se trata. En cambio, si pones las herramientas del herrero, del cantero… todo el mundo sabe de quién se trata. Antiguamente los oficios se solían heredar de padres a hijos, y entonces una estela era de toda una familia, no de una sola persona. Las herramientas representan muy bien a la casa, y eso es algo muy curioso que se refleja en las estelas. De hecho, también se da en los cabezales de las casas. No solo es un elemento estético, sino también funcional, porque esas herramientas nos están diciendo que ahí vive un cantero o un herrador. Es como su tarjeta de visita.

En la Baja Navarra se da un caso curioso y muy bello. Allí aparecen estelas con complicados llaveros como motivo gremial, y solo aparecen en ese herrialde y en estelas de mujer. El significado es que la “etxekoandre” es la autoridad máxima en la casa, tanto en lo económico como en muchos otros aspectos, y eso tan abstracto y difícil de expresar queda muy bien reflejado en los llaveros. Es una auténtica genialidad.

Después de ver cientos y cientos de estelas, ¿hay alguna que le haya llamado la atención de forma especial?

Hay muchas que me llegan al alma y al corazón a pesar de que no las ha hecho un profesional y de que técnicamente no son muy buenas, pero me encanta ver que han sido hechas por el hijo o el nieto del difunto. A pesar de la escasez de medios, se ve que cada uno ha hecho lo que ha podido, y esa buena intención se nota en la obra. Aunque se trate de estelas muy sencillas y muy austeras, son muy emotivas, y eso me enternece mucho. No siempre lo más bonito te llega más. Hay una estela muy arcaica en el Museo de San Telmo, procedente de Eulate, que tiene un agujero de lado a lado y nadie sabemos calcular su antigüedad ni su significado. Yo creo que es antiquísima, muy probablemente precristiana, pero no se puede datar porque no aparece en un contexto arqueológico claro. Es una estela muy vasta, y del agujero que la atraviesa parten una especie de rayos. No es una estela bonita, pero a mí me cautiva tremendamente, porque es muy enigmática y misteriosa. Si tuviera que escoger una sola, seguro que sería esa.

¿Sus obras siguen la estética tradicional vasca, o son innovadoras?

Soy innovador, pero tengo mucho respeto hacia nuestro pasado, porque lo conozco y sé que tenemos una herencia cultural maravillosa. Creo que tengo derecho a hacer cosas evolucionadas porque sé muy bien de dónde vengo y a dónde quiero ir.

¿Qué tipo de símbolos son los que más utiliza en las estelas y qué significado tienen?

Introduzco muchos símbolos astrales, tanto eguzkilores como lunares, porque la luna ha tenido mucha prevalencia en la cultura vasca. En Euskal Herria ha tenido mucho peso el matriarcalismo, y si bien lo solar se asocia a lo patriarcal, la luna es más femenino, está vinculada a lo matriarcal. También en este aspecto trato de evolucionar. Creo que bastante hemos marcado la parte solar y patriarcal, y por eso trato de introducir temas lunares en mis estelas. Muchas veces he metido herramientas del difunto, siguiendo la tradición del gremio, pero entre esas herramientas meto la luna, porque la considero otra herramienta más, y también utilizo mucho los magníficos llaveros bajonavarros.

En la sociedad actual cada vez es más habitual la incineración de los difuntos. ¿Se siguen poniendo estelas discoidales en los cementerios, o es una costumbre que ya ha desaparecido?

Lo de la incineración y lo de los nichos ha entrado con una fuerza que no me lo puedo explicar. Se trata de una tendencia muy rompedora y muy diferente a lo que hemos venido haciendo a lo largo de milenios. Hoy en día las estelas prácticamente solo se ponen en pueblos, que es donde perdura la costumbre del enterramiento, mientras que en Pamplona se ponen muy poco. Lo que sí he hecho en algunos nichos es poner lápida de piedra, en lugar de esas lápidas de mármoles y granitos espantosos que traen de otros lugares del mundo.

Usted también es conocido por los monolitos que ha hecho relacionados con la memoria histórica. ¿Hay alguno del que se sienta especialmente orgulloso?

Como dicen los artistas, todos son hijos míos, pero me emocionan sobre todo los de la memoria histórica. Es algo que me llega a lo más profundo. He hecho las fosas del Perdón, en memoria de más de un centenar de personas; hice el recuerdo a 52 asesinados en la zona de Etxauri, y también los de Artazu y Eulate, en Ameskoa. Este último fue un caso sangrante. Mataron al padre, y a la pobre madre, con cinco hijos pequeños, le dieron un solo día para desalojar la casa y cargar lo que pudiera en dos burros, y al final le robaron hasta los burros. Otra obra que me llenó fue el monolito del Castillo de Amaiur, que es un homenaje a la resistencia navarra frente a la conquista.

En el patio de su casa veo un monolito tumbado que homenajea al mariscal Pedro de Navarra. ¿Por qué está aquí?

Es un monolito de dos toneladas que lleva ahí nueve años, descansando en horizontal. Se iba a colocar en Estella, por iniciativa de varios organismos culturales de la zona que financiaron esta obra en crowdfunding. Pero cuando ya estaba terminado y a punto de colocarse, UPN, que controlaba el Ayuntamiento, no quiso decir que no, porque iba a quedar muy mal, y tampoco quiso decir que sí. Entonces se metió por medio Príncipe de Viana, que es su esbirro fiel, y dijo que este monolito no se podía poner en el casco antiguo de Estella porque era un casco histórico. Les dijimos que esta talla es un monumento histórico y además está hecho en piedra, y que en todo el casco antiguo de Estella hay carpinterías de aluminio, metacrilatos por todos los lados, farolas de metal… ¡Qué excusa más mala utilizaron! En Pamplona tenemos un monumento a Iñigo de Loyola, que vino a luchar contra Navarra y a favor de Castilla, pero el mariscal Pedro de Navarra sigue sin tener una calle, una plaza, una biblioteca, un colegio o algún elemento público que recuerde su nombre. Y para algo que se quiso hacer, Príncipe de Viana y UPN lo dinamitaron.

¿Qué opina de la actitud que tienen las instituciones navarras hacia la cultura popular y hacia los artesanos de la piedra en particular?

Que tienen una actitud nefasta, así de claro. José Rota, por ejemplo, nunca tuvo apoyo institucional. Si no llega a ser por su propia iniciativa, o la mía, las estelas discoideas probablemente no existirían. Las instituciones no han hecho nada para mantener ese legado etnográfico y cultural. En algunos países las instituciones cuidan su patrimonio histórico con mimo, y sin embargo las instituciones navarras no hacen ni caso de nuestras estelas discoidales. Durante muchos años ha habido un saqueo tremendo de estelas, que han salido a cientos y me imagino que estarán decorando chalés de Francia y de Alemania, porque son muy bonitas, pero las instituciones no han hecho nada para evitarlo.

Esculpir piedras es una afición, pero también un oficio. ¿Se puede vivir de él?

Yo siempre he dicho que no vivo de la piedra, sino que malvivo de la piedra. Eres un francotirador sin ningún tipo de apoyo institucional. En Japón existe una figura de artesanos tradicionales a los que se les llama museos vivientes. Esos artesanos tienen ese título, y en Japón eso significa mucho más que lo que aquí puede significar un Messi. Eso ocurre porque son herederos de una tradición cultural centenaria que además están obligados a transmitir. Tienen una paga muy buena del Estado, a condición de que enseñen esa artesanía a las nuevas generaciones. Es lógico que una sociedad valore su cultura y que la promocione de esa manera. En Japón son museos vivientes, y aquí yo no soy nada para las instituciones.