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CONSUMO

Desperdicio de alimentos


Por fin se han recogido en una normativa una serie de problemáticas que afectan a la cadena alimentaria, tanto en pérdidas económicas como medioambientales y sociales. La nueva Ley contra el desperdicio alimentario está enfocada hacia la concienciación y prevención de pérdidas a lo largo de toda la cadena alimentaria, desde la cosecha hasta el consumo final en hogares o establecimientos de hostelería.

El 20% de lo que se produce en Europa acaba en la basura y se estima que somos responsables del 6% del total de emisiones de CO2 que acaban en la atmósfera. Así que para evitar el desperdicio, la norma obliga a los agentes de la cadena alimentaria a disponer de un plan de prevención de las pérdidas y el desperdicio. El objetivo es que las empresas hagan un autodiagnóstico de sus procesos productivos, identifiquen dónde se producen las pérdidas de alimentos, fijen medidas para minimizarlos y se destinen a otros usos antes de acabar en la basura.

La norma también incluye buenas prácticas, con un foco en la formación y la sensibilización, tales como fomentar líneas de venta de productos imperfectos, aquellos llamados de aspecto feo, y mejorar la información sobre la seguridad de su consumo, siempre que se cumplan las normas de comercialización vigentes en la UE. Contempla incentivar la venta de productos con la fecha de consumo preferente o de caducidad próxima, algo impensable para nuestras sociedades acostumbradas a desechar yogures a la mínima, o no comprar otros alimentos por considerarlos “birriosos” o “poco estéticos”.

Los establecimientos de hostelería, salvo los de bufé libre, deben ofrecer al cliente la posibilidad de llevarse la comida sobrante en envases reciclables. Esto ya lo veníamos haciendo, pero con un sonrojo absurdo.