12 OCT. 2025 LITERATURA La Gran Madriguera te vigila Kepa Arbizu {{^data.noClicksRemaining}} Para leer este artículo regístrate gratis o suscríbete ¿Ya estás registrado o suscrito? Iniciar sesión REGÍSTRARME PARA LEER {{/data.noClicksRemaining}} {{#data.noClicksRemaining}} Se te han agotado los clicks Suscríbete {{/data.noClicksRemaining}} El carácter simbólico o metafórico acompaña a la literatura desde el mismo momento de su creación. Un ejercicio que tiene en figuras estilísticas como la prosopopeya, lo que significa otorgar una condición humana a lo que carece de ella, una de sus cúspides y que encuentra una materialización especialmente ágil cuando aborda la fábula interpretada por animales. Una herramienta que, desde Esopo a George Orwell, pasando por Anatole France, han utilizado para decorar un considerable número de páginas a las que ahora hay que añadir las firmadas por el escritor madrileño en su última novela. Sin la variedad de especies recogida en “Rebelión en la granja”, pero sí compartiendo su potente poder representativo, esta historia otorga el protagonismo casi en exclusividad a los conejos, un saltarín ser vivo con el que incluso el autor parece haberse mimetizado a lo largo de su bibliografía por su constante propensión a brincar entre géneros. Un recorrido que ha desembocado ahora en la formulación de esta imbricada analogía política, donde su encomiable poder alegórico disculpa una narrativa -aunque intencionadamente realizada- demasiado redundante, desplegada como una oscura y desesperanzada parábola. La Gran Madriguera, patria de estos pequeños mamíferos, se convierte así en epicentro de lo que certeramente, teniendo en cuenta también su limitada extensión, se presenta como una clarividente síntesis del pensamiento político universal. De tal modo, las galerías que sustentan la arquitectura de su cobijo contienen su propio reflejo de la caverna platónica, el miedo les empuja a firmar ese contrato social que intercambia libertad individual por protección o incluso ilustran su particular “arte de la guerra”. Episodios que se acumulan hasta completar la construcción del concepto de comunidad e identidad y, por extensión, de todos los flujos de poder, encarnación de las diferentes clases sociales, que pretenden blindar su interpretación de la realidad. Frente a la disputa global por el dominio del relato, donde los héroes de hoy fueron los parias de ayer y probablemente acaben navegando por el anonimato en el futuro, Andrés Barba extiende un agrio paisaje de líderes carismáticos transformados en despóticos iluminados a los que rendir culto incluso post mortem o halagüeñas intenciones convertidas en un desfile de fantasmas. Adoctrinados desde el púlpito y maleados por la historia oficial, más que ante conejos parece que estuviéramos frente a seres humanos. O bueno, no lo sé. Esta historia otorga el protagonismo casi en exclusividad a los conejos para construir una imbricada analogía política desplegada como una oscura y desesperanzada parábola