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Marta Macho, matemática
Entrevista
Marta Macho
Matemática

«Hacer cálculos eran labores menores, tareas de mujeres»

Se cree que las matemáticas están marcadas por grandes nombres y contribuciones geniales. Salvo muy contadas excepciones, fueron hombres apoyados en hombros de gigantes. Esta profesora de Topología en su último libro desmonta mitos elitistas y desnuda estereotipos, contando las historias de resistencia e ingenio de veinte mujeres matemáticas poco conocidas.

(Oskar Matxin Edesa FOKU)

Marta Macho Stadler (Bilbo, 1962) es matemática, especialista en Teoría Geométrica de Foliaciones y Geometría no conmutativa. Profesora «por vocación», enamorada del oficio, ha hecho también una extensa labor de divulgación científica. Edita el blog “Mujeres con Ciencia”, perteneciente a la Cátedra de Cultura Científica de EHU, y su actividad le ha hecho merecedora de numerosos premios y reconocimientos.

Recibe a 7K en la facultad de Ciencia y Tecnología del campus de Leioa, que en este recién estrenado curso rebosa de actividad frenética. Nos lleva a su despacho, humilde y sencillo, y se muestra brutalmente pedagógica, como gran profesional que es de la transmisión de ideas, de manera sencilla pero con una pasión irrefrenable. Reivindica la figura de las «personas invisibilizadas», y se afana en hacer visible el papel de las mujeres en las matemáticas y la ciencia en general. Ha publicado recientemente el libro “Matemáticas X matemáticas” (Editorial Catarata), donde nos presenta a veinte mujeres poco conocidas, pioneras, resilientes. Mujeres que con una máquina de coser enseñaron matemáticas a las personas ciegas, monjas que, con ayuda de microscopios y placas fotográficas, anotaron la localización y la luminosidad de cientos de miles de estrellas. Personas ordinarias haciendo historias extraordinarias.

En esta entrevista, Marta Macho nos cuenta algunas de aquellas historias y cómo están las cosas para las mujeres en la actualidad. Comparte su experiencia y visión de la divulgación científica, en esta era de «youtubers y tiktokeros que hacen divulgación científica con un exhibicionismo enorme». E insiste una y otra vez en desmitificar esa «idea elitista» de que las matemáticas son algo árido y difícil, solo apto para genios. Además, reivindica constantemente el «mestizaje entre la Ciencia y las Humanidades», sin hacer pasar a la ciencia la ITV de su aplicación inmediata, haciendo suya la idea de la maravillosa inutilidad de la ciencia.

(Oskar Matxin Edesa | FOKU)

Su libro arranca fuerte, con la conjetura de Zaslavsky: un hueso de babuino, del Paleolítico Superior, con unas muescas talladas, divididas en tres columnas. ¿Por qué representan periodos lunares y no ciclos menstruales? ¿Por qué no fueron mujeres las primeras en realizar el razonamiento matemático? ¿Y por qué no? ¿Por qué no fueron las primeras matemáticas? De hecho, uno de los grandes sesgos que tiene la ciencia es qué sucedió en la prehistoria, porque lo que ocurrió ha sido contado desde la perspectiva actual, por hombres, que han extrapolado la situación actual, digamos patriarcal, del mundo en el que vivimos. Y claro, parece que todo lo interesante lo hacían los hombres. Por eso es importante que la etnomatemática Claudia Zaslavsky se atreviera a decir: «decís que las muescas son periodos lunares sin ninguna prueba científica». Las muescas, que si se cuentan parecen coincidir con los ciclos lunares, también pueden coincidir con los ciclos menstruales.

Hay un compañero geólogo que me escuchó hablar de esa conjetura y se le encendió un poco la chispa. Me llamó un día y me contó que hay unas cuevas en Cantabria que en una zona tienen dibujadas vulvas y me dijo que los hombres no dibujan vulvas; cerca tienen otras pinturas de animales: ¿por qué no pudieron pintarlas las mujeres? Quizás las primeras personas que contabilizaron no lo hicieron para hacer un trueque, sino para marcar los ciclos menstruales e intentar calcular si allí había un embarazo.

Las mujeres realizaron operaciones matemáticas en observatorios astronómicos, calcularon las trayectorias de artillería, fueron pioneras de la programación, codificando las instrucciones de computación. ¿Cómo se llega al tópico de que fueron ajenas al mundo de las matemáticas, que no les pertenecía? Esas labores que mencionas, lo de hacer cálculos, siempre se han considerado labores menores. Se han realizado por ejemplo en momentos de guerra, en los que los hombres partían a guerrear, a matarse los unos a los otros, y muchas de esas labores las hacían las mujeres. En los observatorios astronómicos, donde históricamente ha habido muchas mujeres, no tenían formación matemática, pero eran minuciosas con los trabajos. A veces, con las placas fotográficas que les daban los astrónomos, debían dar con las distancias estelares, midiendo brillos, etc… Se les enseñaba, lo hacían muy bien, y se les pagaba la mitad que a los hombres. Las mujeres han salvado muchos presupuestos en lugares donde no había mucho presupuesto. Las medallas se las colgaban los astrónomos pero, sin la labor de aquellas mujeres, era imposible que aquello funcionara.

En su libro habla de mujeres matemáticas desconocidas, que son unas auténticas leonas, con un enorme coraje. La elección ha sido esa porque quería hacer esa elección. Es muy fácil escribir un libro sobre las de siempre. Hay un grupo de mujeres muy conocidas que han hecho aportaciones muy conocidas a las matemáticas. Eso es muy elitista, como cuando se habla de los grandes nombres, esto de que la ciencia avanza a hombros de gigantes (en alusión a lo que decía Isaac Newton). A mí este tipo de grandes titulares me parece que hace flaco favor, porque hace que se piense que las matemáticas son algo de tipo elitista, que hay unas cuantas personas tocadas con una varita divina, de capacidades excepcionales, que son las que pueden hacer matemáticas y el resto no. Creo que eso es algo que hay que abolir.

Las matemáticas, como la física, como cualquier disciplina, necesitan dedicación, que te gusten, tiempo, esfuerzo, pero una persona normal, con ganas de, claro, no va a aportar un gran teorema, pero puede aportar al avance del conocimiento. Nadie, ninguno de los grandes científicos que conocemos, y científicas, que también las hay, han podido hacer sus teoremas, sus hallazgos, sin muchas personas invisibles que han aportado pequeñas cositas que les han permitido descubrir lo gordo. Este libro es un homenaje a esas personas invisibles.

(Oskar Matxin Edesa | FOKU)

Pero se dice que las matemáticas son una ciencia objetiva en la que no caben discusiones sobre género o identidad que, al fin y al cabo, las ecuaciones son neutras a nivel de género. Las ecuaciones no tienen género a lo mejor porque son algoritmos que se realizan de una manera y se han demostrado, y en matemáticas, un teorema, cuando se demuestra, es un teorema válido. Es cierto que el género a lo mejor no entra ahí, pero entra en qué tipo de cosas se estudian, en las miradas para estudiar un cierto tipo de problema… En la matemática teórica a mí me cuesta entender si allí puede haber género, pero es que cada vez se utiliza más la matemática para modelizar problemas reales, ya sea en banca, en robótica, en informática… en todos los ámbitos seguramente se necesita modelizar cosas que suceden, que son de la vida cotidiana. Y claro, ahí los modelos dependen de lo que te digan los especialistas, dependen también de las personas que los hacen, de qué les parece más importante… En ese sentido, las matemáticas pueden, por supuesto, hacer que las cosas oscilen hacia un lado u otro.

En abstracto, tenemos las mismas oportunidades, las mujeres pueden estudiar lo que quieran, a nadie se le prohíbe estudiar nada a priori, ¿los sesgos y estereotipos siguen ahí? ¿En qué momento estamos? Estamos un poquito mejor pero no tan bien como se cree. Los datos lo ratifican. El Ministerio de Educación y Formación Profesional saca datos desde 1985, año a año, de cómo evoluciona la matrícula en las carreras. Ahora hay muchas carreras que tienen numerus clausus y, para las carreras de pocas mujeres, la evolución no es enorme. Por ejemplo, en las ingenierías es cierto que hay más mujeres, pero tampoco es para decir qué maravilla. En Ingeniería Informática antes había más mujeres que ahora.

La carrera de Matemáticas es para llorar. Es alucinante. Ha sido paritaria hasta el año 2002, ¿por qué? Porque las salidas laborales que había eran en la docencia, y la docencia ha estado muy feminizada y no es una actividad bien pagada. Antes, los chavales y chavalas que eran buenos para las matemáticas, normalmente iban a una ingeniería, pero ahora, desde que las empresas quieren personas egresadas en matemática, en biología, equipos multidisciplinares de verdad… Hay ingenieros, evidentemente, pero también gente que modeliza las matemáticas. Cuando la carrera ha empezado a tener salidas profesionales bien pagadas, «exitosas», la gráfica se ha empezado a separar, y no solo pasa aquí, y hay un 60% y subiendo de chicos frente a un 40% y bajando de chicas. ¿Qué es lo que pasa? Los chicos van hacia lo que tiene «éxito», me refiero en el tema de dinero y de promoción profesional, y las chicas no van de la misma manera.

La manera de funcionar de chicos y chicas es diferente, y eso es meramente cultural, está más que estudiado. Hay montones de artículos que ratifican que, por ejemplo, en la parte matemática los niños y las niñas tienen exactamente las mismas capacidades cuando entran, cuando se escolarizan. Y, una vez se escolarizan, la ansiedad matemática empieza a afectar más a las niñas que a los niños. Es impresionante.

¿Ansiedad matemática? Se llama así. Las matemáticas son un poco la medida, como todas las asignaturas científicas tienen matemáticas por ahí metidas… Es un estudio que lo han hecho en Francia pero que es extrapolable. La ansiedad matemática es esa percepción que tiene mucha gente de «¡ay, no, no, que eso son matemáticas!», «no me pidas que haga esas cuentas, que lo haga no sé quién»… es esa ansiedad cuando hay algo que tiene que ver con las matemáticas y que la tiene muchísima gente de la población. Los niños y niñas, cuando se escolarizan, van iguales y a ellas les afecta más cuando empiezan a hacer matemáticas diciendo que son matemáticas.

Sofía Kovalévskaya, matemática a la que admira, decía que «es imposible ser matemático sin ser un poeta del alma». Usted afirma que las matemáticas no son frías y difíciles, que son bellas y para la gente normal. Creo que hay una creencia establecida de que las artes necesitan de una gran imaginación, de ideas geniales, y las ciencias son sota, caballo y rey; entrar con la maquinaria de la lógica y se acabó. No es así, pero ni para un lado ni para el otro. Estoy segura que los grandes pintores lo han planificado todo, los grandes literatos no empiezan a escribir porque les ha venido a la imaginación. Gustave Flauvert afirmaba que «la poesía es tan precisa como la geometría». Por otro lado, en todos los ámbitos de la vida, la mayoría de la gente somos normalitos; sí, hay gente excepcional, que está igual barriendo calles y tiene unas capacidades especiales, una manera diferente de mirar. En matemáticas hay que ser creativa porque, aunque tú quieras demostrar un resultado, hay muchas maneras de hacerlo. Si tú quieres enseñar a alguien lo que yo llamo el oficio, hay que enseñar las maneras óptimas, que requieran utilizar pocas florituras. Las buenas matemáticas, crear en matemáticas, necesita de muchísima imaginación. Se apoyan en una base muy formal, pero son muy creativas.

¿Cómo definiría la belleza de la Topología? En lo que yo hago no hay números, ni medidas, ni tamaños, es matemática teórica, también se le suele llamar la geometría de la plastilina. Lo que se estudia son cualidades de objetos que te ayudan a entender por qué ese objeto funciona de una manera o de otra. Asombra, es teórico y trabajas con objetos que a lo mejor no los puedes tocar, no viven en nuestro mundo. Vivimos en un mundo de tres dimensiones, y los objetos topológicos pueden tener muchas dimensiones o vivir en un plano. Es apasionante con las herramientas que vas aprendiendo, porque el oficio hay que aprenderlo, ir descubriendo esas propiedades que tienen los objetos que a lo mejor no habías detectado.

(Oskar Matxin Edesa | FOKU)

Lo bonito de las matemáticas, con todas las áreas de conocimiento que tienen, es que cada mirada, desde el álgebra, desde la computación, desde la geometría, te ayuda a detectar una propiedad de ese objeto que estás estudiando que es completamente diferente y conoces el objeto cuando todas esas propiedades, miradas de diferentes lugares, las encajas. Reconozco que hay cosas que hice en mi tesis doctoral que las entendí de verdad después. Entendía la mecánica, pero de eso que un día estás escuchando una conferencia de otra persona y de repente dices, «¡mierda! ¡Era eso!», «¡Ahora lo entiendo!». Ir descubriendo esas capas de complejidad que tienen los objetos o las teorías es absolutamente maravilloso.

Como topóloga, quizás le han dicho también eso de «¿para qué sirve?». Pareciera que sin aplicación práctica, si no es para cosas inmediatas, las matemáticas, la ciencia no sirve; como si su maravillosa inutilidad fuese algo malo. Estoy completamente de acuerdo. Vivimos en un momento en el que parece que todo se debe aplicar inmediatamente a todo. Las matemáticas son un grado muy querido ahora por el estudiantado porque, de hecho, tiene gran utilidad para las empresas, que hasta hace unos años no se había visto. A la gente egresada en matemáticas se la rifan. Pero si nos quedamos en eso, las matemáticas no avanzan. Y si la ciencia básica, lo teórico, lo que no se ve que tiene una utilidad inmediata, si no avanza, malo. Cualquier aportación matemática, aunque parezca inútil, aunque parezcan teorías muy sofisticadas, ¡ojo!, que a lo mejor en un momento dado ayudan a explicar un fenómeno del universo, o no. Pero, aunque no ayuden a explicarlo, es generación de conocimiento, que se precisa para descubrir otras cosas, o sencillamente porque aporta a la vida en general.

¿Y qué dice ante esa otra idea de que ya no se domina el mundo con misiles y submarinos, sino con matemáticas y algoritmos? Ese discurso es peligrosísimo. Las matemáticas han tenido muy mala prensa, incluso ahora si preguntas la mayoría de la gente te dirá que las odia. Pero hay un conjunto de personas que han hecho divulgación de las matemáticas cuyo discurso ha sido, y lo dicen abiertamente, «los matemáticos van a dominar el mundo». Se lo he oído a muchos divulgadores, en muchas partes del mundo. Eso es de una soberbia increíble, elitista, mirar a los demás por encima del hombro diciendo «ojo que yo soy matemático». Perdón, ¡pero tú qué te has creído que eres! Para mejorar el mundo, habrá que mejorar las matemáticas, sí, pero también está la parte ética, y todo lo demás. ¡Me da un miedo ese discurso! Los que realmente dominan el mundo no saben matemáticas, pero sí se rodean de muy buenos matemáticos. Hay que tener mucho cuidado con esos discursos, hiperfachas en mi opinión. Porque los algoritmos no son ni buenos ni malos, está en quién los usa, y, en plena era de Inteligencia Artificial, hay que tener muchísimo cuidado con lo que estamos haciendo y el tipo de sociedad que queremos para el futuro.

Como docente, ¿cree que en las matemáticas, como en el arte o en el pensamiento, la transmisión es por esa fascinación que te transmite esa profesora que te mete en el hechizo o por tener un buen maestro que se convierte en tu guía? Creo que es esencial. Nunca he dado clase en enseñanza secundaria y primaria, pero ahí es donde la ansiedad matemática se muestra o se elimina. Es difícil tener un maestro, en el sentido extenso de su significado, tener una persona que haya sido tu guía, eso es dificilísimo, porque tienen que ser personas que no necesariamente tienen que saber mucho, tienen que saber lo que están enseñando, claro, pero tienen que tener la capacidad de transmitir de una manera no soberbia, acercar lo que están contando de una manera sencilla y, además, desmitificando todo eso de la dificultad. Las matemáticas son difíciles, claro que sí, como la física y tantas otras materias, depende mucho de tus gustos.

Yo lo llamo enamoramiento. Si tienes a alguien que te enamora de una materia, tienes un 80% para que lo puedas abordar bien. Yo soy una docente vocacional, es lo que más me gusta de todo lo que hago, la divulgación vino después. Creo que transmito bien en divulgación porque comunico bien en el aula. Yo enseño Topología, que es preciosa. Pero en el aula tienes que estar mirando a las personas que están allí sentadas, y cada clase, cada curso, es diferente, porque las personas que están sentadas son diferentes. Para mí, la mayor satisfacción en mi trabajo es cuando veo una cara en el aula de esas de: «¡aah! ¡era esto!». Ese es el mejor momento de mi vida, es algo maravilloso.

(Oskar Matxin Edesa | FOKU)

¿Y qué me dice del «boom» de la divulgación científica y de toda la industria que se está formando para ese afán? Yo soy una persona mayor y divulgo con los métodos clásicos, pero ahora hay mucha gente que divulga para que se le vea. Todo este mundo de youtubers y tiktokeros que hacen divulgación se muestran mucho ellos mismos. Hay una parte de exhibicionismo enorme, muchos se creen famosetes. Hay chavales que me dicen, «me quiero dedicar a la divulgación» y siempre les digo que para divulgar primero tienes que aprender, porque si no, es mejor que no divulguen.

Y, hablando de docencia e investigación, ¿qué piensa de esa idea de que para enseñar hay que investigar y para ser investigador hay que ser profesor? No lo creo. En el mundo de la Academia, no todo el mundo da clases, hay gente que es investigadora pura y hay gente que hace divulgación. No hace falta que todo el mundo haga de todo. Es cierto que para estar en la Academia todo el mundo debe hacer una tesis doctoral, todo el mundo tiene que investigar, esa parte hay que hacerla, porque, insisto, para enseñar bien hay que saber, todo lo que aprendes te ayuda a mejorar tu docencia. No enseñaría igual si no hubiera hecho una tesis doctoral en Teoría de Foliaciones, que es una cosa de sistemas dinámicos. No enseñaría igual, porque aquella formación me ha servido para entender las cosas y que haya cosas que encajen en mi cabeza de otra manera.

En estos tiempos en los que la pseudociencia se disfraza de alternativo y la conspiración campa a sus anchas, es importante tener un pueblo científicamente informado y culto, ¿verdad? Procedemos del pensamiento de que la cultura tiene que ver con el arte, de que, si no sé quién es Beethoven, soy inculto, pero, si no sé quién es Gauss, a lo mejor hay gente que considera que no eres inculto. Es importante que la gente tenga una cierta formación científica. Por ejemplo, tirando un poco para las matemáticas, si en un periódico alguien dice que tal partido político ha ganado un porcentaje muy grande y el otro lo ha perdido, darte cuenta si el porcentaje o la gráfica que está mostrando es falsa. Eso es muy importante, porque ayuda a que la desinformación cale menos, a estar mejor informado y a detectar todas esas mentiras que te cuentan. Para las personas que hacen divulgación, que intentan acercar la ciencia a la ciudadanía, creo que hay que tener mucho cuidado con la manera en la que intentas echar por tierra la pseudociencia. Por ejemplo, para mí no se gana nada insultando, diciendo que esos son unos magufos, etc… No digo que haya que tratarlos con cariño, pero se puede justificar que aquello no es cierto sin necesidad de insultar a nadie, porque estamos cayendo en unas dinámicas de insulto y de descalificación continua, en todos los ámbitos, que no llevan a ningún sitio.

Presenta a las matemáticas como una disciplina transversal, que está en todo. ¿Qué hace falta para las matemáticas? ¿Ganas, tesón, pasión... por qué orden? La pasión es fundamental. Si tienes pasión, es más fácil salvar las dificultades que irán apareciendo en momentos delicados, que los hay, como en cualquier otra disciplina. Porque, si a mí me hubieran puesto a estudiar, yo que sé, Derecho, estaría deprimidísima, pero, ¿son más difíciles las Matemáticas que el Derecho? No lo creo, son diferentes, la dificultad es diferente. Luego también hay que aprender a entender que se falla, y un fallo no es malo. Transmitir también que no siempre te puede ir bien en la vida, que, aunque tu pasión sean las matemáticas y se te den bien, a veces las cosas te vienen mal dadas. Hay que tener resistencia para decir me ha salido mal, tengo que encajarlo y ya está. Tengo que aprender de mis errores, sin dramas, y ya está, si necesito ayuda, la pido, y sigo adelante. Sin perder tu pasión, pero aprendiendo a encajar los golpes que te van saliendo.