19 OCT. 2025 Industria musical: Manual para dignificar una profesión La idea de crear «De pasión a profesión. Manual de la Industria Musical» (Liburuak, 2025) nació en un momento de sacudida global. La pandemia había paralizado escenarios, cancelado festivales y dejado a miles de profesionales sin trabajo. Pero también había servido para repensar el sistema: ¿cómo funciona realmente la maquinaria que mueve la música? ¿Quién gana, quién pierde y quién sostiene el pulso de una industria musical que parece reinventarse cada año, y en la que se corre el riesgo de que la parte «industrial» se coma la «musical»? Sergio Iglesias Jon Icazuriaga, melómano, docente y coordinador del proyecto, recibió entonces una propuesta irrechazable que lo cambiaría todo: «Me contactaron Alfonso Santiago, CEO de Last Tour, y Libe Mancisidor, directora de la recién creada editorial Liburuak. Como en Bilbao nos conocemos todos, sabían que yo llevaba años investigando sobre el sector y dirigiendo un máster sobre la industria musical. Cuando me propusieron hacer un libro sobre ello, me pareció una idea estupenda». El resultado es un trabajo colosal: dos volúmenes, seis bloques temáticos y decenas de autores que desgranan, desde las bases económicas y jurídicas de la música hasta los retos de la inteligencia artificial, el periodismo cultural o la sostenibilidad. Un mapa detallado de cómo se estructura, se distribuye y se consume la música en el siglo XXI, además de un repaso profundo sobre el pasado, el presente y el futuro del sector. Icazuriaga parte de la constatación de que la música, más allá del arte, es una industria en expansión constante. «Cada día genera más impacto económico. No hablamos solo de los músicos o los compositores, sino de toda la gente que trabaja alrededor: discográficas, agentes, comunicadores, abogados, expertos en marketing, redes sociales…», señala. El ecosistema, además, se encuentra en pleno crecimiento con muchas más alternativas de formación, buscando la profesionalización de una industria a la que le faltaba un faro formativo como este manual: «Hay más másteres, más posgrados y más especialización, pero faltaba una herramienta de referencia, algo que sirviera de guía para entender el conjunto». Inspirado por modelos y obras de referencia, sobre todo anglosajones -«nos llevan años de ventaja»-, Icazuriaga concibió un manual coral en el que finalmente tomaron parte más de una veintena de profesionales y colaboradores, a los que iba marcando el tono, la extensión y el estilo de los contenidos: «Era imposible que una sola persona escribiera 800 páginas sobre todo esto. Lo que hice fue crear un índice base, definir los temas y buscar a la gente adecuada para desarrollarlos. Yo me encargaba de editar, corregir y dar coherencia al tono». UNA OBRA FARAÓNICA El resultado: una obra faraónica en la que parte de los tres grandes pilares, como son la música grabada, la editorial y la música en vivo, que son los que componen el segundo volumen, y que a su vez sigue a un primer tomo en el que se contextualiza el contenido de este manual, y que concluye con un bloque final -«una especie de cajón de sastre»-, donde se abordan cuestiones emergentes como la IA, el blockchain o el impacto social de la cultura. Además, el profesor y coordinador del proyecto tenía muy claro cuál tenía que ser el centro del relato: «Cuando analizas la industria, te das cuenta de que los agentes principales son dos, y por ellos pasa todo lo demás: uno es el creador y otros, los que consumimos. Por eso dediqué un bloque completo al artista -marketing, composición, comunicación-, cerrando así seis grandes secciones repartidas en dos volúmenes». Uno de los aspectos más singulares del manual es la introducción de una visión iberoamericana sobre la industria, que llama la atención, sobre todo porque en Europa siempre hemos tenido una educación principalmente anglosajona sobre este tema. El autor explica los motivos que le llevaron a incluir esta variante en “De pasión a profesión. Manual de la Industria Musical”: «Hay cuestiones diferenciales. Si hablas de salud mental, de innovación, de los fondos de inversión o de la Inteligencia Artificial en la música, son conceptos globales que afectan de la misma manera a cualquier persona pero, por ejemplo, los temas legales aquí vienen del derecho romano y constitucional europeo, pero en Latinoamérica hay excepciones en cada uno de los países. O, si haces un recorrido por el periodismo musical, te darás cuenta de que conocemos a un montón de periodistas europeos o anglosajones, pero no tenemos ni idea de lo que pasa en Argentina. Por lo tanto, había pildoritas que convenía ir rellenando y por eso hay una aproximación jurídica al tema de la normativa en derecho en América Latina, o unas pinceladas sobre los derechos de autor en algunos países». Jon Icazuriaga, editor y coordinador de «De pasión a profesión. Manual de la Industria Musical». (Aritz Loiola | FOKU) Ante el planteamiento de por qué la música, al igual que el resto de expresiones culturales, todavía está considerado poco menos que un hobby, Icazuriaga es claro al hablar del papel de la música: «Durante mucho tiempo, decir aquello de “mamá, quiero ser artista” no se veía como una opción seria… y de aquellos barros estos lodos», se lamenta. Sin embargo, se muestra optimista ante un futuro esperanzador para la cultura: «Mi percepción es que, a lo mejor, la próxima generación superará todos estos prejuicios». Sin embargo, la realidad económica desmiente esa idea preconcebida que durante años ha lastrado el trabajo artístico, ya que la industria cultural representa el 3,5 % del PIB y genera unos 800.000 empleos directos e indirectos. «Además del valor artístico, tiene un enorme impacto en sectores como la hostelería, el turismo o la tecnología. Pero aún falta educación y profesionalización para dignificar las carreras artísticas». El manual, dice, quiere contribuir a ese cambio de percepción: demostrar que trabajar en música -desde un abogado especializado hasta un técnico de sonido o un programador de festivales- es tan serio y necesario como hacerlo en cualquier otro sector productivo. LA PARADOJA DEL CREADOR A pesar de esos avances evidentes, la pregunta que nos debemos hacer es: ¿por qué, si la industria es tan potente y está en un momento tan boyante, el que menos gana sigue siendo el creador? El coordinador del proyecto explica su punto de vista sobre esta paradoja tan dolorosa: «Aunque ya se ha aprobado el Estatuto del Artista, queda mucho por hacer. Las sociedades evolucionan en función de lo que valoran y, en ese sentido, debemos reconocer más el impacto cultural y económico del sector. Ojalá algún día midamos a la gente que curra en la música con el mismo rigor con el que los franceses, los alemanes o los ingleses ven a sus artistas… Y, aunque me gusta recordar que en la industria musical hay muchas opciones profesionales más allá de ser músico, está claro que es el creador el que siempre debe ocupar el centro de la cadena de valor y, muchas veces, el músico amateur es gente super currante, autodidacta, sin una base formativa y que nunca se ha podido dedicar a la música, por esos obstáculos que comentábamos anteriormente». Momento de «Mitoaroa» de Zetak en Iruñea. (Jagoba Manterola | FOKU) Icazuriaga cree además que la clave está en educar al público y repartir mejor los beneficios. «El consumidor paga menos que nunca por escuchar música. En los 80, aunque fuera para grabar una cinta, tenías que comprarla. Hoy tienes la ‘biblioteca alejandrina’ de la música gratis». Por otra parte, el editor y coordinador del proyecto también señala la responsabilidad de las instituciones para crear nichos de creatividad, que se podrían ver como “pequeñas industrias musicales”, señalando ejemplos de escenas en las que, en momentos concretos, se produce una eclosión de bandas y artistas que destacan por encima de otras zonas, como puede ser La Alameda de Osuna en Madrid, el Getxo Sound en su momento, o el paradigmático caso de Bera en la actualidad: «Toda esa creatividad no surge de repente por el hecho de juntarse un grupo de gente talentosa, que sin duda lo son, sino que también tiene mucho que ver el apoyo institucional y la acción de los ayuntamientos, facilitando entornos en los que se apoye la cultura». “De pasión a profesión. Manual de la Industria musical” está concebido en varios niveles de lectura. «Por un lado, para gente que quiere entrar en el sector -como agentes, gestores o técnicos-. Por otro, para quienes ya trabajan y buscan seguir formándose. Y, finalmente, para los melómanos, porque, si preguntas a cien personas si les gusta la música, el 99,9 % te dirá que sí». El libro combina rigor y diseño. «Tiene infografías, líneas del tiempo, esquemas. Está pensado para que se pueda leer de forma fragmentada, yendo a lo que más interese». UN MELÓMANO CONFESO Otra de las claves del resultado final de este manual está en el hecho de que ha sido dirigido y coordinado por un apasionado de la música confeso: «Si no hubiera sido tan melómano, no me habría planteado, ya hace 17 años, estudiar el único máster oficial en el Estado sobre economía de la cultura, ni hacer el máster que hice sobre la industria. Me gusta la música desde que tengo uso de razón, sigo comprando discos, sigo yendo a conciertos, soy profesor de un máster en industria musical; por lo tanto, el objeto con el que trabajo es algo con lo que vivo a diario». Pero a pesar de su conocimiento del sector, también ha sido fundamental un punto de vista externo de lo que es la música: «La música no es mi forma de vida, ya que, aunque por circunstancias vitales conozco a mucha gente dentro de la industria, por desgracia, los hados de la fortuna no me regalaron el talento para ganarme la vida con ello -sonríe-; conozco y respeto a cada uno de los agentes que participan de la industria, y creo que para haber dirigido este proyecto ha venido muy bien esa visión objetiva». La rapera La Furia en Bilbo. (Oskar Matxin Edesa | FOKU) Con todos estos mimbres, el mayor problema a la hora de afrontar el proyecto era dónde poner el punto final, a sabiendas de que nos encontramos ante una industria imparable en la que los cambios son constantes: «En el manual ha intervenido un equipazo de muchas personas, y a la vez que se iban tomando decisiones en cuanto al contenido, también se iban tomando decisiones estéticas. Los contenidos no se cerraban todos al mismo tiempo, e incluso a última hora hubo uno en el que me empeñé y que no estaba en un principio, como era la IA. Pero había un punto en el que, efectivamente, había que cerrar el libro, dejando claro, eso sí, que las novedades que vayan llegando se podrían ir incorporando en posibles ediciones futuras». La presentación de «Bilborock, mucho más que rock», el documental que repasa los 25 años de la historia de ese local. (Oskar Matxin Edesa | FOKU) Una industria que el propio autor del manual reconoce que es inabarcable e incontrolable: «La industria musical es un paradigma perfecto de cómo funciona una sociedad. Antes, cuando se hablaba de generaciones se hablaba de unos 18 ó 20 años, y ahora todo va tan rápido que un chaval de 21 años no tiene nada que ver con uno de 19. Como ejemplo, en el manual hay un capítulo sobre el blockchain que en 2021 parecía que iba a ser lo más, y hoy casi está fuera, y la IA, que entonces no se sabía hacia dónde iba a evolucionar, ahora es algo casi cotidiano. También están los nuevos modelos de pago de las plataformas digitales, la creación de música y cómo ha cambiado todo en muy poco tiempo… era imposible sintetizar todo en 800 páginas. Es más, yo creo que incluso de cada subcapítulo podría salir un libro con su propio desarrollo». LOS RETOS DEL FUTURO Ante la cuestión de cuál piensa que van a ser los próximos grandes cambios en el sector, Icazuriaga expone varios retos de futuro: «En la industria musical el crecimiento es muy bestia en la música en vivo, sobre todo en festivales y macroconciertos, pero no se habla en ningún momento sobre las salas pequeñas, y sería muy potente estudiar el modelo de consumo musical en vivo, segregando entre quién va a pequeños bolos, quién va solo de vez en cuando a la fiesta de un concierto grande, y quién va dos o tres veces a un festival, gastándose una pasta, en vez de pagar 15 ó 20 euros para dar valor a los artistas que tocan en salas pequeñas todas las semanas. La entrada de grandes fondos de inversión en los festivales quizá está impulsando ese modelo de consumo que, a corto plazo, puede funcionar, pero a medio y largo plazo habrá que ver qué pasa con ello». Concierto de Fermin Muguruza en las fiestas de Mosku (Irun). (Jagoba Manterola | FOKU) Por otra parte, el autor también reflexiona sobre cuestiones latentes que ya están aquí y que se han convertido en algo cotidiano: «Será interesante ver cómo evoluciona todo el tema de la IA y el control de la IA, porque creo que los agentes importantes, como las plataformas y las grandes discográficas, ya están haciendo cosas, y hay que ponerse serio con esto y con el tema de los derechos para que el artista no salga perjudicado. Y, desde el punto de vista del consumo, creo que también hay un debate sobre el reparto de beneficios para intentar encontrar un modelo justo. Pero, en ese sentido, hay que destacar el papel del consumidor, porque la gente se ha acostumbrado demasiado al “todo gratis”». Un panorama ante el que el docente ve un rayo de esperanza en los artistas más jóvenes, que considera que están más preparados para esta situación tan cambiante: «Creo que son más conscientes que la gente de los 70 y los 80 de cómo funciona esto, y son más hábiles, manejan mejor las redes, la comunicación, la imagen… además, son muy buenos músicos, tocan infinitamente mejor, porque el nivel técnico ha crecido muchísimo». La última edición del Bilbao BBK Live. La industria musical abarca desde los macrofestivales internacionales a los conciertos en salas pequeñas. (Aritz Loiola | FOKU) Para concluir, Icazuriaga nos cuenta qué es lo que más le ha sorprendido en este titánico proyecto que ha llevado a cabo junto a un equipo «de auténtico lujo»: «Lo que más me ha sorprendido es que toda la gente con la que contactaba creía que era algo necesario, y veías la ilusión por hacerlo, porque además estoy convencido de que es algo bueno para la sociedad. También he aprendido muchas cosas sobre variables que a mí se me escapaban como, por ejemplo, el tema de la salud mental de la gente que curra en esto, por la relevancia que puede llegar a tener. Y, sobre todo, como te decía antes, la industria es el paradigma para ver cómo es una sociedad, y es un banco de pruebas perfecto, como se demostró en los 60 y los 70 con la moda que marcaban los músicos. Hay capítulos que incluso te ayudan a entender por dónde va el mundo. He disfrutado mucho del conocimiento de tantas cosas que, hasta ahora, yo desconocía», concluye. «Ojalá algún día midamos a la gente que curra en la música con el mismo rigor con el que los franceses, los alemanes o los ingleses ven a sus artistas» «Hay que destacar el papel del consumidor porque la gente se ha acostumbrado demasiado al “todo gratis”»