Beñat ZALDUA

GOLEADA DE AMBAS AFICIONES AL REY Y EL HIMNO ESPAñOLES

COMO TODA DERROTA, DOLIÓ. PERO LA JORNADA DEJÓ DETALLES QUE DIFÍCILMENTE OLVIDARÁN LOS PRESENTES ANOCHE. EL HERMANAMIENTO DE AMBAS AFICIONES, CON LOS PITOS AL HIMNO COMO PRINCIPAL SÍMBOLO, MERECE UN LUGAR DESTACADO.

«Gane quien gane, pierde el Rey», decía recientemente el músico Borja Penalba. Y así fue, con los 22 jugadores encima del terreno de juego y con el árbitro a la espera de ordenar el inicio del partido, las primeras notas del himno español fueron rápidamente ahogadas por el silvido unísono de la gran mayoría de las casi 100.000 personas que llenaron anoche el Camp Nou. Lejos de acallar a los aficionados, las amenazas vertidas en los últimos días desde diversos estamentos estatales no hicieron más que engrandecer la llamada y animar a miles y miles de aficionados a incluir el silvato en el equipaje. Para los despistados, varias entidades repartieron silvatos a la entrada del partido y el veredicto popular fue inapelable: la pitada al himno español fue ensordecedora. Y la condena posterior del Gobierno, irrisoria. Todo un baño de realismo para Felipe VI en su estreno al frente de la competición que lleva su nombre.

La pitada colectiva fue también la mejor muestra de dos aficiones hermanadas durante la mayor parte de la jornada de ayer. Fueron varias las esteladas que se colaron entre la hinchada rojiblanca (ayer mayoritaria en campo ajeno), de la misma forma en que ikurrinas y banderolas a favor del acercamiento de los presos políticos vascos hicieron acto de presencia en las gradas ocupadas por la afición culé.

El buen rollo duró, sin embargo, hasta que cada afición sacó a relucir su mosaico como arranque al partido: un «Fent història» con los colores del Barça y de Catalunya a un lado; un espectacular «Jo ta ke, irabazi arte» con los colores del Athletic y una ikurrina al otro lado. Espectacular arranque capaz de convertir a los ateos del fútbol.

Los ya clásicos «In-Inde-Independència» con los que el Camp Nou estalla en el minuto 17.14 de cada partido dieron pie de nuevo a cierto hermanamiento, solo relativo, pues en el terreno de juego se empezaba a mascar lo que llegaría apenas tres minutos después, cuando Messi lanzó un jarro de agua fría sobre los hinchas rojiblancos. El gol de Neymar no hizo sino reforzar el bajón bilbaíno, lo que se notó, y mucho, en los decibelios del Camp Nou. La afición blaugrana, discreta y aburrida de costumbre, no empezó a soltarse hasta ver más o menos asegurada la victoria.

Fue de hecho en la segunda parte, cuando los rojiblancos recordaron que no eran favoritos en esta fiesta y recuperaron el ánimo, cuando regresó el intercambio de cánticos a lado y lado del campo. La macarrada de Neymar en los últimos compases del partido supuso el punto álgido en las graderías, pacificadas y hermanadas de nuevo en cuanto el árbitro pitó el final de un partido que pasará a la posteridad por la cara de póker que se le quedó a Felipe de Borbón. Y por la media sonrisa del president, Artur Mas, a su lado. Urkullu, también presente, miraba para otro lado.