Anjel Ordoñez
Periodista
JO PUNTUA

El sentido más perverso de la palabra «Krisis»

El uso ha terminado por dar un sentido perverso a la palabra crisis. En el griego original, la crisis se definía en un sentido positivo, y tenía que ver sobre todo con un momento de cambio, de decisión, de apertura de nuevos caminos para remediar el agotamiento de rutinas ya viciadas o inservibles. Etimológicamente, el término proviene del verbo kríno (separo, decido, juzgo) y apunta al juicio realizado con reflexión y criterio, a una opción voluntaria de cambio que se opone diametralmente a otro concepto, el destino, como poder sobrenatural inevitable e ineludible.

La implacabilidad del realismo político ha dado al traste con el serio intento de los griegos de ejecutar su derecho a invocar el concepto original de crisis para escapar del escenario de sometimiento y humillación a la que se ve sometida toda una sociedad desde hace ya demasiado tiempo. Puede que ahora sea pronto, pero la historia juzgará a Tsipras por un delito de alta traición, y tendrá en cuenta –o no– los atenuantes de una determinación que amenaza con hacer realidad el segundo holocausto griego a través de la subordinación, el vasallaje, la arrodillada entrega de la soberanía y el ingreso griego en la prisión de los pueblos.

El advenimiento del tercer rescate ha servido, siquiera, para desnudar definitivamente a un santo sin devotos: la democracia europea. Sin piedad ni escrúpulos, la Tríada del Estado de los Resultados (CE, BCE, FMI) ha respondido con violencia extrema al referéndum griego, forzando al país a firmar un rescate que, por un lado, apesta a colonialismo reinventado en clave de saqueo y, por otro, sirve de aviso a navegantes en una Europa cuyo sustrato social esencial busca con desesperación liberarse de la miseria económica, política y moral que amenaza con sumir en la más absoluta oscuridad a una civilización que, por cierto, tiene una gran deuda con el pueblo griego. Y no a la inversa.