Jon Odriozola
Periodista
JO PUNTUA

Una vez más, la mona se viste de seda

Saltarse las leyes” titula un editorial el diario “El País” (21-7-2015) a propósito del proceso soberanista catalán. En él puede leerse que «la ilegalidad no proporciona legitimidad, por más que sus promotores se encuentren con una victoria electoral en el camino».

Chusco, chungo e irrisorio resulta este feble «argumento» cuando, si de «ilegalidades» hablamos, tenemos el mayor desafuero jurídico-político habido en Derecho Constitucional y hasta Natural cual es el milagroso paso de un Estado fascista como el del general Franco, instaurado por la fuerza militar contra una legítima República (burguesa), a un Estado metamorfoseado en «democrático» utilizando la propia legislación fascista.

Porque, conviene recordar, aparte de que aquí no ha habido una «ruptura democrática», no es «el pueblo» quien ha cambiado nada y menos de quien emanan las leyes, sino el régimen quien se reforma a sí mismo gatopardescamente: cambia algo para que todo siga igual o similar. ¿Que ha pasado el tiempo? Sí, ¿y qué? El obsecuente dramaturgo Antonio Gala escribió que «muerto el perro (Francisco Franco, se supone), se acabó la rabia», y el incombustible Bergamín contestó que «muerto el perro, se murió el perro, pero no la rabia» (popular, se presupone).

Bracean como ahogados y se agarran a la Ley –o al artículo 155 de la Constitución– como a las Tablas bíblicas olvidando que no se hizo el hombre para el sabbath, sino al revés. Una ley en la que ellos son los primeros en no creer porque es «innatural» –si existe este palabro– que la no democracia (franquista) instaure la democracia, como si de alquimistas, noble oficio, tratáramos y no de prestímanos (y ya ve el lector que de corruptelas no hemos dicho ni pamplona).

Entonces, ¿qué tenemos? Un Estado fallido. Hablan de «Estados fallidos» en otros lugares ¡y lo tienen delante de sus propias napias!