El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, dio una nueva vuelta de tuerca en sus bravatas y propuso privar de nacionalidad a los «simpatizantes» del PKK, entre los que citó a abogados, intelectuales, periodistas y representantes políticos.

«Esta gente no merece ser nuestros conciudadanos (...) no tenemos por qué tener a nuestro lado al que traiciona a su Estado y a su pueblo», bramó Erdogan, quien nueve meses después de la ruptura del diálogo y el alto el fuego y cuando es acusado de reprimir ferozmente al pueblo kurdo descartó nada que no sea la «derrota militar» de la guerrilla kurda.

El Gobierno turco ha iniciado un proceso para privar de inmunidad a los diputados del HDP y ha procesado y encarcelado a profesores universitarios por denunciar las masacres contra el pueblo kurdo.

El primer ministro turco, Ahmet Davutoglu, coincidió en que «a partir de ahora solo tenemos un interlocutor: nuestra nación y cada individuo», pero condicionó un eventual diálogo al desarme total del PKK y a la salida de todos sus milicianos a otros países.