Agustín GOIKOETXEA
BILBO

Cambio social, soberanía y presos, los retos para Otegi

Arnaldo Otegi retornó ayer a primera línea de la actividad política manteniendo un encuentro con representantes de EH Bildu en Bilbo, donde compartió su análisis de los retos que afronta la izquierda independentista. El de Elgoibar aboga por reafirmar el compromiso con la transformación social, avanzar en el camino hacia la soberanía, porque «no nos queda otra alternativa», y lograr que presos, refugiados y deportados retornen cuanto antes a sus casas.

Poco más de un mes ha estado alejado Arnaldo Otegi de la primera línea de la actividad política desde que fuera liberado el 1 de marzo en la prisión de Logroño, aunque no por ello se ha dejado de hablar de él. Ayer, en una comparecencia pública en Bilbo, en un receso de la reunión con otros componentes de EH Bildu, confesó que «le entristece» el nivel de «agresividad política» hacia él y con lo que representa el independentismo.

La situó en los prolegómenos de la «contienda electoral», donde no oculta que todos los resortes de la maquinaria estatal se moverán para tratar de impedir que sea candidato a la Lehendakaritza, algo que todavía no es al no haberlo decidido aún la militancia en el proceso abierto por la coalición. «Como Varufakis dijo que llevaba con honor el rencor de los acreedores, llevaré con una cierta satisfacción que el Estado considere que soy el lehendakari más peligroso para sus intereses, y realmente lo voy a ser», aseveró. Otegi advirtió de que «no es el mayor problema que tiene este país quién va a ser candidato a lehendakari o no», sino que haya uno y un equipo que «sean capaces de conectar con la mayoría social del país y transformarla».

No ocultó que hay «mucho morbo» en torno a su candidatura, rememorando lo que dijo en Logroño: «Que el mejor lehendakari es el pueblo». El de Elgoibar aseguró que «hay quienes quieren estar en el gobierno, da igual de qué manera, da igual con qué programa, porque su objetivo es simplemente ‘estar’, en lo que puede ser una estrategia de salvación laboral». «Nosotros –precisó– queremos gobernar para cambiar las cosas».

Otegi ha empleado estas semanas a estar con su familia y «pasar la ITV en Osakidetza», pero también «a escuchar al máximo de gente posible» para conocer cuáles son sus prioridades. De ello, ha extraído los retos más urgentes en los que se debe emplear la izquierda independentista. El primero, entiende, trabajar para que se dé un «cambio social» que satisfaga las necesidades de los trabajadores pero también de mujeres y jóvenes, de las capas populares.

Otro reto, estima, es recorrer al camino hacía la soberanía para «tener los resortes y la capacidad de decisión en el país para abordar políticas de todo tipo». Más tarde, remarcó que «si queremos vivir en un Estado decente, no tenemos otro camino que recuperar nuestra soberanía nacional». La vía, al igual que Catalunya, un proceso unilateral independentista.

«Existen razones fundadas para pensar que la democratización del Estado, en términos de reconocer la existencia de naciones con derecho a decidir, es hartamente improbable. No es el camino que uno elija, sino el que a uno le dejan», incidió.

«Sacar a todos» los presos

Otra de las metas más urgentes es abordar cómo se cierran «definitivamente» las consecuencias del conflicto armado, en aspectos como el de la vuelta a casa de presos, exiliados y deportados. Otegi defiende que se valgan de la legalidad penitenciaria. «Todos los caminos son buenos si de lo que se trata es de sacar a todos», remarcó.

«Nadie entendería que la situación no varíe sustancialmente en próximos meses y años. No se puede hablar de sociedad normalizada con 400 presos», señaló. Resaltó que «hay una organización que ha practicado la lucha armada, o el terrorismo en términos de otros agentes políticos, que ha mostrado su capacidad para el desarme en numerosas ocasiones y un Estado que se niega permanentemente a aceptar ese envite».

Se mostró orgulloso de que la izquierda abertzale haya cumplido su «promesa de traer la parte de la paz que le correspondía», aunque aclaró «que no es toda porque una parte le corresponde al Estado, que no tiene interés ninguno en poner ese granito de arena», algo que reconoció que ya lo sabían.