M.I.
AL FINAL DEL TÚNEL

...está la luz de la superación personal

N o se ha prodigado mucho, pero Rodrigo Grande es otro de los tantos interesantes cineastas argentinos surgidos en las dos últimas décadas, y que se caracterizan por no tenerle miedo al cine de género hecho con personalidad propia. Con dos títulos en su haber, que son “Presos del olvido” (2001) y “Cuestión de principios” (2009), su estilo ha estado siempre muy ligado a la presencia estelar de Federico Luppi, que en esta ocasión ocupa por primera vez un rol más secundario. La estrella de la función es un pletórico Leonardo Sbaraglia, pegado a la silla de ruedas con sus problemas sicológicos a cuestas. Su personaje impedido no ha superado el trauma de haber sobrevivido a su familia en un accidente de tráfico, motivo por el que cuando descubre la preparación de un atraco en los aledaños del chalet en el que vive, adopta una actitud heroíca que podría ayudarle a vencer sus limitaciones. Su papel en la trama de suspense recuerda inicialmente al de James Stewart en “La ventana indiscreta” (1954), si bien a diferencia del voyeurismo visual de Hitchcock, el protagonista de Grande escucha los ruidos de la excavación del túnel del título a través de las paredes.