Mikel INSAUSTI
Crítico cinematográfico

La inteligencia cinéfila para el reciclaje

Nunca se me había ocurrido pensar que para ver cine basura y disfrutarlo hacía falta ser inteligente, porque creía que se trataba simplemente de lo que llamanos “placer culpable”, con lo que la conexión con ese material de desecho sería más bien de tipo emocional o morboso, como quien se lo pasa bien con algo prohibido. Pues no, un reciente estudio realizado en Frankfurt, por una joven eminencia del Max Planck Institute, revela que quienes son capaces de asimilar las películas de serie Z y demás subproductos poseen una inteligencia superior a la media.

Según leía la noticia, no llegaba a entenderla, así que me he imaginado que la mente del consumidor especializado en cine basura es como la de una enorme planta de reciclaje, donde se acaba encontrando una utilidad a todas las cosas que han sido tiradas por sus dueños porque aparentemente ya no sirven para nada.

Debe de ser verdad, deber de ser algo parecido a cuando nuestro estómago trabaja selectivamente y es capaz de extraer insospechados valores energéticos del “fast-food”, por más que Morgan Spurlock dijera en “Super Size Me” (2004) que la carne de macperro solo sirve para acumular grasas y las enfermedades derivadas de tan letal depósito calórico. En fin, que la naturaleza es sabia.