Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «El caso Fischer»

Cuando Nixon movía sus peones desde la sombra

Alguien puede preguntarse, «¿qué hay de apasionante en filmar los movimientos de una partida de ajedrez?». La respuesta se podría bifurcar en los extremos del «todo y nada», pero Edward Zwick se queda a mitad de camino de estos extremos en este biopic que recrea los intensos días que, durante la llamada “Guerra Fría”, se escenificaron en la mediática partida de ajedrez que enfrentó al estadounidense Bobby Fischer y al soviético Boris Spassky.

El duelo, que tuvo lugar en 1972, amplificó su onda expansiva más allá de un simple tablero que debía dirimir quién de ambos contrincantes debía ser campeón del mundo. Desde la distancia, Richard Nixon sudaba a mares mientras leía el parte de bajas que llegaba desde Vietnam y vio en esta partida de ajedrez la ocasión perfecta para disfrazar la gran catástrofe que cobraba forma en el frente bélico. De esta manera, Fischer se convirtió en el peón perfecto que debía ser disfrazado de héroe y la maquinaria propagandística fue puesta en marcha.

Lo interesante de una partida de ajedrez de estas características, y a sabiendas que en uno de los lados se encontraba Fischer, radica en lo que se gestó en la cabeza de este jugador y las consecuencias de ser elegido por el hombre que sudaba en la Casa Blanca y Zwick intenta salir airoso de este intento mediante un buen puñado de recursos técnicos en los cuales el objetivo de la cámara debe subrayar lo que cobraba forma en la cabeza del protagonista.

La esforzada labor interpretativa del actor Tobey Maguire figura entre lo más destacado de un largometraje excesivamente complaciente y que se queda a mitad de camino de muchas cosas pero que finalmente no naufraga gracias a la posición “defensiva” –o excesivamente academicista– que Zwick adopta para elaborar el retrato de una persona cuya paranoia fue alimentada en beneficio de una causa perdida.