Dabid LAZKANOITURBURU

Elecciones en Estados Unidos

La política exterior de la primera potencia del mundo es una y se basa en la concepción del «excepcionalismo americano» y en la fe en su poder transformador global.

Pero, paralelamente, existen distintas tradiciones que modulan la percepción y la actuación de EEUU en la arena internacional.

De las cuatro corrientes, la de los wilsonianos y la de los hamiltonianos son intervencionistas pero mientras la primera, que debe su nombre al presidente de EEUU durante la Gran Guerra y promotor de la Sociedad de Naciones (antesala de la ONU), Woodrow Wilson, promueve la exportación de la democracia y compagina anticolonialismo con la defensa de instituciones internacionales reguladoras, la segunda pone el acento en la configuración del país como garante del orden mundial liberal y del comercio internacional.

Frente a ellos, los jeffersonianos apuestan por concentrar los esfuerzos democratizadores dentro del país antes y para poder pretender luego exportarlos al resto del mundo, mientras que los jacksonianos coinciden en el aislacionismo pero no porque busquen democratizar el país. Al contrario, su ideal es el de la fuerza bruta, tanto al interior como al exterior del país.

Trump es el modelo más acabado de esta última tradición jacksoniana, que no es ni mucho menos nueva. Del mismo modo que el excandidato socialista Bernie Sanders es un jeffersoniano de libro. Obama también lo es en el fondo aunque en sus dos mandatos lo ha compaginado con toques hamiltonianos. Finalmente, la saga Clinton es una coalición entre wilsonianos y hamiltonianos, pero la demócrata deberá contar con el freno jeffersoniano de Obama y de Sanders. Eso si gana.

 

El halcón Clinton frente al águila calva Trump

Hillary Clinton defiende sin duda una política internacional mucho más intervencionista que la de Obama y la presidencia de su marido da una clara idea de ello. Pero si ella es un halcón, su rival, Donald Trump, puede ser equiparado al águila calva, emblema nacional. Y es que su aislacionismo no está reñido con su idea fuerza: atacará a todo aquel que, desde dentro o fuera, amenace la «grandeza de EEUU».

 

Europak ordu txarrenak bizi dituen honetan

Brexitaren kolpea jasan berri duen eta ultraeskuinaren beldur den Europan zirrara sortzen du Trumpek eta Clintonen porrota amesgaiztoa da. Obamak berak ez du bere bi agintaldietan ahalegin handirik egin EBrekin harremanak sendotzeko, baina errepublikanoen hautagaiaren garaipenak umezurtz sentipena handituko luke. Eta, tamalez, Europako agintariek ez dute egun pultsurik bide propioari ekiteko.

 

El seguidismo prokurdo de Clinton enerva a Erdogan

En pleno proceso de reposicionamiento de Turquía (paces con Rusia, tensión con EEUU), a Erdogan no le ha sentado nada bien que Clinton haya prometido mantener la apuesta regional de Obama a favor de los kurdos. Pero el nuevo sultán tiene un problema, porque la islamofobia indisimulada de su rival, Trump le resulta incómoda. Pero, como ha quedado en evidencia, Erdogan tiene cintura para eso y más.&hTab;

 

Putinek Trump «laguna» du; lagunago, ordea, AEBak ahultzeko interesa

Trumpek eta Putinek elkarri egin dizkioten goraipamenez aparte, argi dago zergatik begiratzen duen begi onez Errusiak magnate showman populistaren garaipena. Trumpek Putinekin akordio bat bultzatuko duela iragarri du, Errusia ez baitu ikusten egun lehen etsai bezala. Gainera, hautagai errepublikanoak AEBen aliatuekin harremanak hoztea iragarri izana ondo ikusten du Kremlinek. Baina harago doa Putin politikari zorrotzaren kalkulua. Izan ere, Clintonek galduz gero, krisialdi larrian eroriko litzateke munduko lehen potentzia. Errusia berriaren berridartze inperialaren mesedetan.

 

De la indiferencia al temor pasando por las reservas

China mantiene su tradicional indiferencia hacia las elecciones USA, «un circo de y para ricos». Más allá, recela de Clinton, que no solo continuaría la política de Obama de colisión en torno al Mar de China Meridional sino que amenaza con aumentar la presión contra Pekín en materia de derechos humanos e impulsar a la oposición china. Trump ha centrado sus críticas a China como competidor económico. Pero se equivoca quien piensa que eso lo hará más maleable. Trump quiere una América fuerte. Y sabe quién es y será su primer rival.

 

Entre el viejo deseo de venganza y la nueva «real politik»

La hecatombe que supondría para el establishment estadounidense (y occidental) una victoria de Trump atrae a Irán. Pero es consciente de que el acuerdo nuclear con Obama, que tendría continuidad con Clinton, podría peligrar. Trump lo interpreta como debilidad y a los republicanos nunca les gustó.

 

Damasco y aliados saben que ganan si gana Trump

Trump insiste en denunciar los sucesivos fiascos de la política intervencionista de EEUU en Oriente Medio. Su islamofobia confesa y su querencia autoritaria le llevan a alabar a los regímenes y dirigentes de mano dura como Al Assad y el finado Saddam. En Damasco e incluso en Bagdad suspiran por su victoria. Vía libre para acabar con toda oposición. Con la excusa del ISIS.

 

Netanyahu suspira por el adiós de Obama, llegue quien llegue

El premier israelí espera con ansiedad a que Obama, con quien ha tenido graves desencuentros, abandone la Casa Blanca. Más con los rumores de que podría presentar un plan sobre Palestina y la colonización judía. Clinton, conocida por su filosionismo, e incluso Trump, pese a su carácter impredecible, serán bienvenidos para seguir apuntalando la sacra alianza.

 

Cuídame de mis aliados....

Fiel a su concepción jaksoniana, que no aislacionista de la política internacional, Trump ya ha advertido a los aliados de la OTAN que o aumentan su contribución militar o rompe la baraja. Semejante amenaza, que ha hecho extensible a aliados orientales como Japón y Corea del Norte, no se circunscribe a la cuestión crematística. Apela a algo mucho más profundo. Así como le sobran los inmigrantes en suelo estadounidense, al magnate y a la filosofía política que comparte le disgustan las servidumbres de ser «primus inter pares». La grandeza de EEUU, su lema de campaña, única e intrasferible. «Cuídame de mis aliados, que de mis enemigos ya me cuido yo»

 

Cuba espera que no se enfríe el deshielo

Tanto Trump, que ha prometido cancelar el actual deshielo con Cuba, como Clinton, que ha acusado al magnate de haber violado el bloqueo a la isla, generan nulo entusiasmo en La Habana, que confirma su inteligencia cuando aprovechó la presidencia de Obama para negociar el acuerdo. Y es que más allá del electoralismo de ambos candidatos, todo apunta a que no desandarán el camino iniciado entre ambos países. Otra cosa es que no lo aceleren y lo dejen pendiente.

 

A menos iniciativa más ansiedad

La cobertura masiva por parte de los medios de comunicación occidentales de la larga y tortuosa campaña electoral estadounidense revela hasta qué punto la primera potencia mundial sigue marcando el paso de lo que es y lo que no es noticia en buena parte de –aunque no en toda– la arena internacional. Sería, por otro lado, ingenuo –cuando no estúpido– pretender que lo que ocurre al otro lado del Atlántico –o del Pacífico– no afecta, y de qué manera, al resto del mundo.

Pero el hecho de que medio mundo esté pendiente de los resultados de la reñida pugna electoral entre Clinton y Trump dentro de dos días apunta a algo más.

Y es que si hace ocho años la atención mundial ante la campaña de Obama –«Yes, We Can»– podía estar justificada por las expectativas –frustradas o no, esa es otra historia– que generó a la postre el primer y sorprendente presidente negro de EEUU; el duelo entre la exprimera dama demócrata y el outsider republicano pasa por ser el más decepcionante a ojos del electorado estadounidense de los últimos decenios.

No hay duda de que la irrupción, también por sorpresa, del magnate y showman Trump y sus histriónicos discursos concita la atención –para los más indignada, aunque para algunos agraviados hasta divertida–, de muchos.

Pero lo que todo ello revela, en definitiva, es la grave crisis política y existencial del imperio estadounidense. Y que sus derivadas electorales se sigan con tanta ansiedad desde Europa evidencia hasta qué punto el Viejo Continente no tiene pulso y está pendiente de lo que ocurre al otro lado del charco. Esto último es, por lo que nos toca, lo verdaderamente preocupante.