Mikel ZUBIMENDI
FIN DE SEMANA CRUCIAL DE CAMPAñA

Máxima tensión en Florida y asoma ya la amenaza de violencia electoral

Centrados en el sprint, con las espadas en alto y coincidiendo en los mismos estados, los aspirantes echan el resto. Clinton, en horas bajas, recurre a celebridades y se centra en no perder la corta ventaja que le dan los sondeos. Trump, desatado, viene de abajo a arriba, denuncia amaños y saca a sus «vigilantes» a monitorizar las elecciones.

Con ambos candidatos echando el resto y con todo en juego en Florida (clave especialmente para Donald Trump, pues todas sus posibilidades de ser el próximo presidente pasan por ganar esos 29 compromisarios), la campaña está al rojo vivo y el ambiente transpira mucha crispación. Por usar un símil ciclista, Trump da la imagen de que puede ser el ganador que viene de muy atrás, recortando distancias, para conseguir la victoria en este último sprint, mientras que Hillary Clinton parece un corredor que según se acerca a la meta va desfondándose y dilapidando su ventaja.

Lo cierto es que tanto en Florida (objeto de deseo para ambos), como en Ohio y en Iowa, tres de los más importantes estados donde todo está en el aire, a cara o cruz, Trump y Clinton están multiplicando sus últimos esfuerzos de campaña. Aunque el multimillonario de Queens mantuviera sus feudos y ganara en esos tres estados, no se aseguraría su victoria. Tendría que conseguir al menos un estado más con gran número de compromisarios como Virginia, Pennsylvania o Michigan, y en estos tres los márgenes de ventaja de Clinton llegan hasta los cinco puntos.

Pero con los dos candidatos más impopulares de la historia de EEUU, con la precisión de los sondeos muy cuestionada, con informaciones que pueden cambiar las preferencias de los votantes, la interrogante de cuánta gente asqueada por el espectáculo se quedará en casa en disputados estados y la sospecha de la existencia de una creciente mayoría silenciosa pro-Trump, todo puede pasar. Incluso que este se convierta en el presidente número 45 de EEUU.

Otra marcha, más energía

Con el confesado objetivo de dar mayor energía, otra marcha más a su campaña, Clinton ha echado mano de figuras políticas amigas y celebridades del deporte o de la música. Ha puesto al presidente Obama a dar mítines en Carolina del Norte, a su exrival Bernie Sanders en Iowa, a su marido y expresidente Bill Clinton en Colorado. Ha compartido escenarios con cantantes como Katty Perry o Stevie Wonder en Filadelfia, o Beyoncé y Jay Z en Ohio, donde contó con el apoyo de LeBron James, máximo estrella de los Cleveland Cavaliers.

Trump no pasó por alto este hecho y declaró que esa es la «única manera que tiene la ‘corrupta Hillary’ de atraer a la gente», mientras que de sí mismo decía que «aquí estoy yo, sin guitarras, sin pianos y sin nada, solo yo».

Pero no cabe obviar el hecho de que buena parte de la culpa de su soledad viene de la negativa de muchos candidatos republicanos a asociar su imagen con la de Trump, a poner todos los huevos en esa cesta.

«República bananera»

Aunque pueda parecer exagerado y melodramático, EEUU tiene algo que le hace parecerse a una «República bananera». En la hipótesis de que Trump gane, muchos demócratas pensarán que su victoria ha venido de la mano de una «politización sin precedentes del FBI», nada más y nada menos que por la campaña pro-Trump que ha hecho esta agencia. Y no solo eso, también porque los republicanos con su candidato al frente han utilizado como munición electoral emails hackeados por el servicio de Inteligencia ruso y filtrados por WikiLeaks.

Y en el caso de que gane Clinton, los republicanos ya han adelantado sus intenciones: van a bloquear en el Senado todas sus iniciativas, van a impedir que proponga ningún juez para el Tribunal Supremo, muchos avanzan que van a impulsar un proceso de impeachment antes de que incluso sea elegida presidenta. Algunos han llegado a insinuar un juicio por traición y «posterior ejecución».

Hay una cosa en la que los seguidores de Clinton y de Trump coinciden: si su candidatura pierde, van a poner en duda la victoria del contrincante, la van a mirar en el microscopio del Congreso. Van a dividir, más si cabe, a un electorado ya de por sí extremadamente polarizado. Realmente es algo alucinante, nunca antes visto en EEUU. Se están acelerando los pasos hacia un escenario oscuro y muy peligroso, que da miedo. Y que sin duda tiene potencial de dañar seriamente las normas y el funcionamiento de la gobernanza democrática.

Milicias y vigilantes

Y en este enrarecido ambiente, el espectro de una jornada del martes cargada de incidentes, con niveles de violencia que podrían coartar a los votantes, una especie de bullying electoral, se hace cada día más amenazante. Trump, que no deja de agitar la idea de un fraude a gran escala en las elecciones, ha llamado a la creación de grupos de vigilantes para asegurar la «integridad del voto».

Aunque se desconoce el tamaño y la escala de esa descabellada idea, las alarmas han saltado al saber que milicias armadas antigubernamentales, entre ellas una de las más grandes, Oath Keepers, y movimientos neonazis planean enviar cientos de «voluntarios» a 48 estados. Poca broma.

 

Patrullas de «vigilantes» con camisetas del Che y Bob Marley

Las repetidas afirmaciones de Trump, sin precedentes en la historia de EEUU, de que las elecciones están amañadas contra él, están dando argumentos y razones a grupos y milicias conservadores de la peor calaña que repiten que «ciudadanos que no son americanos» van a votar y que los votos de los «auténticos americanos» van a ser «robados a gran escala».

En esta atmósfera, Stewart Rhodes, antiguo paracaidista del Ejército y presidente de Oath Keepers, una milicia que contaría con 30.000 miembros, básicamente compuesta por soldados, policías y voluntarios de protección civil en activo o retirados, ha hecho un llamamiento que ha alarmado mucho.

Bautizada como "Operación Sabot2016", ha ordenado a sus miembros «mezclarse» entre los votantes «para recoger evidencias del fraude electoral». En una nota interna dirigida a su milicia, tras animarles a vestir «camisetas de Bob Marley, del Che Guevara o de hojas de marihuana», recuerda que la operación será «secreta» y que no irán armados.

La confirmación de que miembros de las fuerzas de seguridad camuflados van a patrullar los colegios electorales, e incluso de que algunos puedan estar armados y se dediquen a merodear ese día en barrios de zonas urbanas, sin duda, podría disuadir a la hora de votar. Según denuncian organizaciones de derechos civiles, la presencia de policías fuera de servicio cerca de las urnas «tiene un efecto paralizante» entre los afroamericanos y otros votantes de minorías.

Aunque muchos de los propietarios de armas en EEUU ven en la agenda de «control de armas» de Clinton uno de sus particulares demonios, hasta ahora no se conoce ningún llamamiento para sacarlas el domingo. No obstante, el espectro de amenazas e intimidación contra minorías urbanas está ya muy presente.M.Z.