Miguel FERNÁNDEZ IBÁÑEZ
EL FUTURO DE TURQUÍA

Bahçeli, un «lobo gris» que podría abrir la Sublime Puerta a Erdogan

El autor desgrana los posible motivos por los que Devlet Bahçeli, líder del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP, antiguos «lobos grises»), ha dado un giro de 180 grados y apoya ahora desde su panturquismo la propuesta de reforma constitucional que aseguraría al líder turco Recep Tayip Erdogan una presidencia plenipotenciaria hasta el año 2029

El líder del MHP, Devlet Bahçeli, podría convertirse en la llave que abra el candado que hasta la fecha ha bloqueado el ansiado sistema presidencialista de Recep Tayyip Erdogan. Tras la fallida asonada del 15 de julio, y pese a las airadas críticas de la oposición y de miembros de su propio partido, el líder de los «Lobos Grises» ha colaborado con el Gobierno en la propuesta del polémico texto jurídico que reformaría la Constitución actual, heredera del golpista Kenan Evren, y transformaría Turquía en una república presidencialista. Así, la pieza central de la «nueva Turquía» de Erdogan, congelada durante años por las vacuas negociaciones en el polarizado Parlamento, parece acercase a su desenlace político: si 14 de los 39 diputados del MHP apoyan la propuesta el texto iría a eferéndum; y esta es la opción principal a no ser que varias decenas de los 316 diputados del AKP traicionaran a su líder, algo improbable pero no imposible debido al reducto gülenista oculto entre los islamistas.

Si bien la eventual diferencia ideológica entre el MHP y AKP se ha visto reducida al mínimo con el giro panturco de los islamistas, sorprende el cambio de actitud de Bahçeli, quien en los dos últimos años ha insistido que nunca se aliaría con el AKP si Erdogan seguía controlando de facto el país y si no se investigaba la trama de corrupción que salpicó el AKP en diciembre de 2013. Asumiendo que en 2017 Turquía volverá a votar en referéndum o en unas nuevas elecciones anticipadas, ¿por qué ese cambio de opinión?

La primera posible explicación apela al instinto humano básico de supervivencia; en este caso política. Tras los malos resultados del MHP en la reválida electoral de noviembre de 2015 (-4 puntos), las voces contrarias a la dirección de Bahçeli se elevaron entre algunos de los primeros espadas del partido. Varios de sus miembros, a la cabeza de ellos la antigua ministra Meral Aksener, exigieron un congreso para elegir al nuevo líder de un partido que solo ha conocido como máximos exponentes a su fundador, Alparslan Türkes, y al propio Bahçeli. Amparándose en las estrictas bases internas del MHP, Bahçeli cortocircuitó la iniciativa: no habrrá congreso hasta que Bahçeli lo decida pese a los mejores resultados que las encuestas vaticinan a Aksener.

La justicia turca, controlada por el AKP, falló en el litigio a favor de Bahçeli y borró de la esfera pública a Aksener, que pasó de la primera plana mediática al ostracismo. Ahora, con el escollo interno superado, el futuro no es más halagüeño: en unas nuevas elecciones el MHP podría no pasar el corte electoral y, por tanto, desaparecería del Parlamento provocando que el AKP obtuviera más de 2/3 de los 550 diputados, una cifra que permitiría a Erdogan aprobar el texto constitucional sin el referéndum y que terminaría con la carrera política del líder panturco.

Esto nos lleva a la segunda opción que podría barajar Bahçeli: el mal menor. Los contactos entre el MHP y el AKP han dibujado una propuesta constitucional que, sin limitar en exceso los poderes del presidente, tiene mecanismos para que el Jefe de Estado sea juzgado. En este caso, más allá de dejarle eternizarse en el poder, Bahçeli estaría calculando cómo evitar que Erdogan consiga la mayoría de 2/3 que probablemente le concedería poderes ilimitados siendo incluso inmune ante la ley.

El columnista Adbulkadir Selvi, que no suele fallar en sus predicciones cuando se refiere al AKP, califica de «problema salvable» las diferencias sobre cómo juzgar al presidente, que podrá ser encausado solo por lo criminal. El problema radicaba en el número de votos para conseguirlo: el AKP quería una mayoría de 3/4 para mandar al presidente a la Corte Suprema mientras el MHP apostaba por los 2/3. Cuando los negociadores anunciaron el acuerdo, Bahçeli debió de regocijarse al ver su criterio imponiéndose al de Erdogan: en un Parlamento que tendrá 600 diputados, 50 más que en la actualidad, con 301 se podrá crear una comisión de investigación que, de reconocer la culpabilidad, rebotará la causa al Parlamento, que en la segunda ronda necesitará una mayoría de 2/3 para que el proceso llegue a la Corte Suprema.

En estos convulsos meses tras la asonada, un tercio de los diputados del MHP se han desmarcado de las directrices marcadas por su líder y han asegurado que rechazarán la reforma constitucional. «No permitiremos que Turquía se someta el régimen de un rais», anunció el diputado panturco Yusuf Halaçoglu. El día de la presumible votación en el Parlamento este número podría aumentar. Probablemente Meral Aksener esté moviéndose entre bastidores para aumentar los votos de castigo a Bahçeli, pero parece improbable que atraiga a más del 65% de los panturcos: asumiendo que el AKP votará en grupo con sus 316 diputados, 27 de los 39 parlamentarios del MHP tendrían que rechazar la propuesta para que quedara en papel mojado.

La situación interna del propio AKP podría ser otra razón que justifique el movimiento de Bahçeli. «Se dice que 89 diputados del AKP son gülenistas (…). Se toca a todo el mundo pero a ningún político. Aunque serán los siguientes», apunta el diario 'Sözcü'. El líder panturco ha insistido en que quiere destapar a los gülenistas, y la forma más evidente sería con esta polémica votación.

Bahçeli estaría retando al presidente, que sufriría los daños colaterales de tener un alto número de estigmatizados gülenistas. La jugada se antoja compleja debido al miedo, pero si un alto número de miembros oficiales del AKP rechazara la reforma constitucional, figuras como el Efkan Alan, ministro de Interior hasta setiembre, diputado del AKP y señalado como posible gülenista, empezarían a ocupar las casillas del quién es quién en la traición de palacio.

Esto certificaría la apuesta más arriesgada de Bahçeli y, entonces, una crisis interna golpearía a Erdogan, quien, por descontando iniciaría una purga interna y, como consecuencia, en 2017 no habría un referéndum sino unas nuevas elecciones –si 25 diputados pierden su acta el presidente está obligado a convocar comicios–.

Y en este caso Erdogan sí perdería prestigio, que se traduciría en votos para un ajustado final en el que las encuestas vaticinan que el sí al referéndum rondaría el 52%.

Devlet Bahçeli, cuyo nombre significa en turco «Estado», ha protagonizado un cambio radical con respecto al año pasado, cuando en el discurso que precedió a las elecciones de junio recordó al Hombre de Kasimpasa que tendría que negociar con kemalistas y kurdos porque nunca aceptaría el sistema presidencialista. Ahora, tras un convulso año, considera que la trama de corrupción de 2013 fue un montaje gülenista y que el sistema presidencialista de facto tiene que formalizarse. Este cambio de percepción podría tener su base en algún tipo de presión.

En Turquía se habla con la boca chica de unas grabaciones comprometedoras. En las elecciones generales de 2011 varios miembros del MHP tuvieron que dimitir por esta razón. El objetivo de Erdogan era que los Lobos Grises no pasaran el corte electoral para reformar la Constitución. Entonces no lo logró, lo que no quiere decir que haya dejado de intentarlo. Salvar el honor personal en el ocaso de su carrera política podría ser el desencadenante de la nueva postura de Bahçeli.

Los medios turcos han definido la coalición informal entre Bahçeli y Erdogan como un nuevo «Frente Nacional», una unión entre panturcos, conservadores e islamistas que surgió en los años 70 para luchar contra el enemigo común: el comunismo. Hoy los señalados son kurdos y gülenistas. Ahora, conocido el rival a batir, queda por saber qué significa el sistema presidencialista de Erdogan que HDP y CHP denuncian como muestra de autoritarismo.

Según la propuesta presentada para reformar 21 artículos, el presidente podrá ser miembro y líder de un partido y se respetarán los cuatro primeros artículos de la actual Carta Magna, herederos de Atatürk e innegociables para los panturcos, así como la referencia a la ciudadanía del artículo 66. El sistema será centralizado. Así, si hace dos años se apostaba por una coalición entre kurdos e islamistas que traería descentralización a Anatolia, la actual propuesta mantendrá el negacionismo de la diversidad étnica anatolia.

El texto será discutido en una comisión constitucional parlamentaria en la que apenas habrá discusión. Si las cuentas no le fallan a Erdogan, habrá un periodo de transición hasta 2019, fecha de salida para las elecciones simultáneas –presidenciales y generales–. Para eso antes tendrá lugar el referéndum a finales de la primavera. La fecha, que dependerá de la prolongación del estado de emergencia en vigor, podría condicionar aún más la votación: los kurdos, que en teoría tendrían que oponerse, estarán en las regiones del oeste o norte de Anatolia como jornaleros. Votos cruciales, en este caso por su ausencia, para un presidente, el primero electo en la historia turca, que, ya que no se sumará su actual mandato a los dos que estipula como límite la reforma, podría estar en el poder hasta 2029.