Mikel ZUBIMENDI

Trump cuestiona a Inteligencia de su país por el «hackeo» de Rusia

En un gesto nunca visto y sin precedentes en el opaco mundo de los servicios de Inteligencia, Donald Trump, el próximo comandante en jefe, publicó un mensaje en Twitter en el que cuestionaba abiertamente la teoría del «ha sido Rusia» el mismo día en el que los jefes de las agencias de Inteligencia de EEUU entregaban un informe que dice que Putin ordenó ciberataques por su «clara» preferencia por Trump. El escándalo ya está servido en el menú.

La acusación de que Rusia pirateo las cuentas de email del Partido Demócrata y las del jefe de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, en un intento de ayudar a que Donald Trump ganara las elecciones, está subiendo de tono y puede convertirse en la primera gran tormenta política a la que el nuevo presidente de EEUU deba enfrentarse.

A escasos días de su proclamación, en un gesto nunca visto y realmente sin precedentes en el opaco mundo de los servicios de Inteligencia, Trump, su próximo comandante en jefe, publicó un mensaje en Twitter en el que cuestionaba la teoría de «ha sido Rusia» que avanzaron los jefes de Inteligencia ante el Comité de Servicios Armados del Senado de EEUU. No solo dijo que no tenía ninguna razón para creer esa conclusión, sino que la consideró como una «caza de brujas», como una operación partidista orquestada por «perdedores».

Luz verde del Kremlin

En lo que podría convertirse en una confrontación de dimensiones históricas, Trump recibió a puerta cerrada a los cuatro jefes actuales de las agencias de Inteligencia, que intentarán convencerle de que el Kremlin aprobó el pirateo y la divulgación de los miles de correos electrónicos del Comité Nacional de los demócratas y de su jefe de campaña. A la cita acudieron el director de Inteligencia Nacional, James Clapper; el director de la CIA, John Brennan; el del FBI, James Comey, y el jefe de la Agencia de Seguridad Nacional y del Ciber-Comando de EEUU, el almirante Michael Rogers. Y llevaban bajo el brazo un nuevo informe clasificado que, en palabras de Clapper, detallaba las motivaciones de Rusia, incluyendo si esta operación tenía en parte el objetivo de hacer ganar a Trump.

El nuevo presidente, que acudió a la cita junto con los miembros de su nuevo equipo de Seguridad, es consciente de que el Congreso seguirá investigando en los próximos meses la supuesta interferencia de Rusia en las recientes elecciones y de que aumentan las voces que piden la creación de una comisión independiente, similar a la que investigó los atentados de 11S, para determinar hasta qué punto ha influido Rusia en el proceso político de EEUU.

El hecho de que senadores republicanos como John McCain (Arizona) o Lindsey Graham (Carolina del Sur), representantes del stablishment del partido que se han mostrado en el pasado críticos con Trump, hayan tenido un papel importante en la demanda de claridad sobre este asunto, al que llegaron a calificar como un «ataque sin precedentes contra nuestra democracia», resulta revelador. Nadie puede decir que intentan deslegitimar –o incluso hacer que se proclame nula– la victoria de Trump o su Presidencia antes de que esta eche a andar, el próximo día 20.

La imagen exterior de EEUU ha quedado dañada, la idea de vulnerabilidad, de que le pagan con la misma moneda que ellos han utilizado por todo el mundo, está haciendo mella en los legisladores estadounidenses. En los medios de ese país pocos dan crédito al espectáculo de ver a un presidente enmendando la plana, incluso menospreciando, a sus agencias de Inteligencia. Y es que tuitear, reaccionar y dar titulares ante todo tipo de temas es fácil pero, como ha adelantado el jefe de la CIA, hacer frente a las amenazas a la seguridad nacional es otro negocio, que no se hace desde Twitter, sino desde los confines del Despacho Oval.

«Jugada de los perdedores»

No cabe duda de que el escándalo está removiendo los pilares de Washington mientras los congresistas compiten entre sí para ver quién demoniza más a Rusia por la supuesta interferencia en las elecciones de EEUU. Claman al cielo diciendo que eso hace de los estadounidenses unos «ciudadanos manipulados», que es algo que solo ocurre en «las repúblicas bananeras y los países del tercer mundo». El presidente del Congreso, Paul Ryan, afirma que es «totalmente inaceptable cualquier intervención extranjera en nuestras elecciones» y sugiere que EEUU debe dar una respuesta acorde a la gravedad de los hechos. Legisladores republicanos y demócratas repiten que las «acciones de los rusos» son «un ataque a nuestros fundamentos como sociedad libre», algo que «debe alarmar a cualquier ciudadano», o incluso que se trata de un «navajazo en nuestro corazón». Pero sería mucho más fácil de tragarse toda esta andanada de indignación si EEUU no hubiera hecho de la interferencia en terceros países un hábito crónico.

No obstante, hasta ahora, Trump no parece acusar el golpe y no da indicios de querer recular y dar por buenas esas acusaciones, como sí hizo cuando reconoció que Obama era natural de EEUU tras haber pasado años defendiendo lo contrario. Se muestra muy crítico con el hecho de que las informaciones se hagan públicas a escasos días de su proclamación, máxime cuando informaciones de hace poco tiempo sobre el «hackeo» de la Casa Blanca o del Congreso, o que China robó 20 millones de nombres de agencias gubernamentales, no produjeron ninguna tormenta ni dimisión. Y en tono sarcástico asegura que «parece que somos la capital mundial de los hackers».

Mientras denuncia una «caza de brujas», espeta a quienes quieren agitar este tema, que los derrotó de manera incontestable. «Gané más condados que Ronald Reagan», les recuerda, y en vez de preguntarse el por qué, considera que los «perdedores» quieren poner el foco en Rusia. Y lanzando un dardo a la comunidad de Inteligencia de su país, recordando el 11S y el World Trade Center y las inexistentes armas de destrucción masiva de Irak, insistió en que esta debería preocuparse más en «los mayores fallos de Inteligencia que hemos tenido en nuestra historia».

Lo cierto es que todo esta cuestión ha sacado a la luz unos riesgos de los que el sistema electoral de EEUU tampoco está exento. Su supuesta fortaleza ha quedado en entredicho. A más de uno quizá le espante la temeraria indiferencia de Trump al respecto, otros considerarán de que es un ejemplo claro de cómo funciona el «trumpismo», y muchos atacaran al nuevo presidente solo si no es lo suficientemente duro ante Rusia, su rival histórico. Pero el asunto no va sobre lo que viene de la mano de los rusos. No son los únicos que controlan las cuentas y emails. Y la Casa Blanca lo sabe de primera mano.

Gran muro: EEUU da el dinero, pero ¿México lo reembolsará?

Desde el principio de su campaña presidencial, Donald Trump prometió construir un gran muro en la frontera de México y que obligaría a México a pagarlo. Es más, junto con «¡Clinton a la cárcel!», «¡Construir ya el muro!» fue uno de los eslóganes más gritados por sus seguidores en los mítines mientras él sonreía. No obstante, la política no se hace solo con consignas y falsas promesas.

Los medios han adelantado que el equipo de Trump prepara una iniciativa para pedir al Congreso fondos para pagar el gran muro. Ante lo que sería un flagrante incumplimiento de una sus promesas electorales más mediatizadas, obligar a México a pagar la factura, Trump ha tenido que salir en Twitter y lanzar el mensaje de que él mismo se asegurará de que México devuelva el dinero.

¿Cómo podría hacerlo? Entre otras medidas, se especula con que impondría tasas a los miles de millones de dólares que los expatriados mexicanos envían a sus familias, a lo que se opondrían los bancos y negocios del turismo, muy dinámicos en la zona fronteriza.M.Z.