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Un contacto con Moscú abre la primera crisis del Gobierno Trump

Rusia se ha instalado en el centro de la política estadounidense y la relación con Moscú ha suscitado la primera crisis en el nuevo gobierno de EEUU. Una conversación del consejero de Seguridad Nacional de Donald Trump, Michael Flynn, con el embajador ruso sobre las sanciones contra Rusia motivó su cese por no comunicarla adecuadamente, pero aún resta saber quién sabía qué y desde cuándo sobre la conversación. «No es asunto nuestro», dijo el Kremlin.

El Gobierno de EEUU buscaba ayer capear el temporal de su primera crisis ante la renuncia de su consejero de Seguridad Nacional apenas un mes después de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca. El lunes, el general retirado Michael Flynn presentó su renuncia, a petición del presidente para tratar de apaciguar la crisis derivada de una conversación que mantuvo en diciembre con el embajador ruso, Sergei Kislyak.

Si ya la ambigüedad de la política de Trump hacia Moscú había despertado recelos en EEUU desde la campaña electoral, ahora queda en el aire saber quién sabía qué de esa conversación.

Según la Casa Blanca, Flynn charló con el embajador ruso sobre las sanciones que EEUU aplicaría contra Rusia, pero no informó a Trump ni a su vicepresidente, Mike Pence, por lo que el presidente le pidió la renuncia por una pérdida de confianza. Con todo, la crisis permanece, ya que no queda claro si Trump supo o no que su consejero había hablado de las sanciones a Rusia antes de que el nuevo Gobierno asumiera.

Ayer la Casa Blanca aseguró que el futuro del consejero se debatió durante varias semanas, lo que supone que no adoptó medidas hasta que se hizo pública la conversación. «Hemos revisado y evaluado el asunto en relación al general Flynn de forma diaria durante varias semanas para intentar averiguar la verdad», admitió el portavoz, Sean Spicer.

«El presidente es muy leal», trató de justificarlo Kellyanne Conway, una influyente consejera personal de Trump, pero que pocas horas antes había afirmado que Flynn aún disfrutaba de la «plena confianza» de Trump.

La Casa Blanca sostuvo también que Trump no pidió en ningún momento a su asesor que discutiera con el embajador ruso las sanciones.

El Comité Nacional del partido Demócrata afirmó que «la evidencia sugiere que Flynn actuó para minar las sanciones impuestas a Rusia».

Para Trump, en cualquier caso, el verdadero escándalo no está en si el consejero cometió una ilegalidad, sino en «por qué están saliendo de Washington tantas filtraciones ilegales».

En Moscú el Kremlin se mostró cauto y su portavoz, Dmitry Peskov, dijo que la dimisión de Flynn «es un asunto interno de EEUU (...). No es asunto nuestro», por lo que «no queremos comentar este caso de ninguna manera».

 

El despliegue de un misil ruso, otra prueba para Washington

Rusia ha desplegado en secreto un nuevo misil de crucero que, en opinión del Gobierno de EEUU, viola el acuerdo para el control de armas que firmaron las potencias al término de la Guerra Fría, según fuentes estadounidenses citadas por “The New York Times”. De confirmarse supondría un reto desde Moscú para probar la política del actual presidente, Donald Trump. El lanzamiento de un proyectil de este tipo fue una de las preocupaciones de la Administración de Barack Obama, que en 2014 advirtió de una violación del tratado de 1987 tras la prueba del sistema. Los rusos, sin embargo, habrían seguido adelante hasta el punto de haber desplegado ya unidades plenamente operativas. Las fuentes citadas por el diario hablan de al menos dos batallones de estos misiles SSC-8, cada uno con cuatro lanzaderas y un amplio suministro de proyectiles. Según “The New York Times”, la lanzadera se asemeja a la utilizada por el misil Iskander, que sí está permitido por los acuerdos entre Rusia y EEUU. GARA