Delphine TOUITOU
AFP

LAS REPRESALIAS APUNTAN A LOS ESTADOS PRO-TRUMP

Las eventuales represalias comerciales chinas y europeas contra productos estadounidenses podrían constituir, a las puertas de las elecciones de medio mandato, un riesgo político para Donald Trump al penalizar más a los Estados que votaron por él en 2016.

En cualquiera de los casos posibles, las represalias de China implicarán a los Estados más ‘rojos’ (por el color que se asigna al Partido Republicano) y agrícolas», resume para AFP Monica De Bolle, especialista en comercio internacional en el Peterson Institute for International Economics (PIIE).

El Gobierno de Pekín ha publicado ya una lista de 128 productos estadounidenses, que incluye frutas y carne de cerdo, sobre los cuales aplicará aranceles del 15% o del 20% en caso de que fracasen las negociaciones que mantiene con Washington.

Estas medidas responden tanto a los nuevos aranceles impuestos por Estados Unidos a las importaciones de acero (25%) y aluminio (10%), que entraron en vigor el viernes pasado, como a la amenaza esgrimida por el magnate norteamericano de imponer tasas suplementarias a las importaciones chinas hasta alcanzar un valor de 60.000 millones de dólares.

La Unión Europea también ha preparado una lista de potenciales tasas sobre decenas de productos estadounidenses –entre ellos, el tabaco, el bourbon, el arroz, el zumo de naranja, la mantequilla de cacahuete o las motos Harley-Davidson– que igualmente pone la diana sobre algunos Estados políticamente sensibles.

«Artillería pesada»

Por el momento, Washington está negociando, por separado, con Pekín y Bruselas (a los europeos les ha puesto como plazo límite próximo 1 de mayo). «Hay negociaciones en curso con muchos países que, durante años, han tratado injustamente a Estados Unidos –tuiteó Donald Trump la noche del pasado lunes–. ¡Al final, todo el mundo quedará contento!».

Pero, en caso de que estas conversaciones fracasen, «los chinos podrían sacar la artillería pesada poniendo sobre el tablero de juego la soja», advierte Monica De Bolle, que considera que Pekín podría asegurarse el abastecimiento desde Brasil. Actualmente, el gigante asiático es el principal mercado de destino para la soja estadounidense. Desde el otro punto de vista, más de un tercio de la soja que se consume en China proviene de Estados Unidos.

Si las represalias se materializan, será más difícil para Trump mantener en sus filas a los electores de diez Estados –entre ellos, Illinois, Minnesota o Kansas– que dependen de las exportaciones de soja a China.

Además, Pekín ya ha anunciado una tasa potencial del 25% sobre las importaciones de cerdo, un duro golpe para Iowa y un eventual problema electoral en noviembre, ya que este Estado basculó a favor del campo republicano en 2016 después de haber votado a favor del demócrata Barack Obama en las dos elecciones precedentes.

Aunque finalmente no optasen por dar un voto de castigo, los votantes pro-Trump de 2016 podrían, simplemente, abstenerse, alimentando así la incertidumbre sobre el resultado de los “mid-terms” que se celebrarán el 6 de noviembre.

En este contexto, Edward Alden, experto del Council of Foreign Relations (CFR, un think tank independiente), avanza que «Donald Trump hará todo [lo necesario] para evitar» las represalias chinas y europeas. Espera que lo haga, sobre todo, porque en el pasado poner el foco sobre productos de Estados políticamente sensibles ya ha demostrado que es un estrategia eficaz.

«Postura popular»

En el año 2002, George W. Bush se vio obligado a poner fin a sus intentos de tomar represalias contra las importaciones de acero cuando, en contrapartida, la Unión Europea adoptó medidas contra las naranjas de Florida. Entonces, el presidente estadounidense quería retener electores en un Estado que había ganado en su primera elección por tan solo unos cientos de votos.

El republicano Chuck Grassley, senador de Iowa, cita otro ejemplo: el embargo decretado por el presidente Jimmy Carter sobre las exportaciones de cereales americanos hacia la URSS, que se tradujo «en un descenso inmediato del 10%» en las entregas de su Estado. «Esto ocurrió hace 38 años, pero todavía permanece vivo en la memoria de todos los agricultores», subrayó la semana pasada dirigiéndose al actual jefe de Comercio Exterior de EEUU, Robert Lighthizer.

Sin embargo, para Trump el contexto es diferente, ya que la imposición de tasas sobre los bienes chinos y sobre las importaciones de acero y aluminio es la materialización de la promesa electoral de luchar contra el comercio «desleal» de sus socios.

Y, precisamente, son estas promesas las que contribuyeron a su victoria en Estados como Michigan, pero también en Wisconsin y en Pensilvania, donde se fabrican las Harley-Davidson.

Hasta ahora, el presidente y sus consejeros han insistido en que anteponen el interés general: salvar las industrias y los empleos de los estadounidenses.

El propio Lighthizer sugirió que sería imposible tomar medidas contra China si solo se tuviera en cuenta a los productores de soja, cuyas exportaciones representan cerca de 14.000 millones de dólares, sobre un total de 130.000 millones de bienes exportados hacia el país asiático.

«Trump apuesta a que los electores sabrán apreciar el hecho de que se rebela contra China en el ámbito comercial –comenta Edward Alden–. Adopta una postura dura, popular en muchas regiones del país que se han visto duramente afectadas por las importaciones chinas».