Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevista
TARIK SALEH
CINEASTA

«Egipto es un país deprimente en lo político pero fascinante en lo cultural»

Nacido en Estocolmo en 1972, fue uno de los grafiteros más importantes de Suecia antes de incursionar en el medio televisivo. De ahí dio el salto al cine, donde realizó varios documentales antes de debutar en el largometraje con el film de animación «Metropia» (2009). Ahora estrena «El Cairo Confidencial» un noir que se ha convertido en un auténtico fenómeno en Egipto pese a haberse prohibido su proyección.

Frente al simple relato policiaco (consagrado a la resolución de un misterio), el género negro tiene su razón de ser en el retrato de la podredumbre social. A él apela Tarik Saleh en “El Cairo Confidencial”, una trama criminal ambientada durante el estallido de las primaveras árabes.

 

Usted ha desarrollado toda su carrera en Suecia. ¿No le generó ningún tipo de conflicto aventurarse a retratar una realidad social como la egipcia en un momento especialmente convulso como fueron los días que precedieron al derrocamiento de Mubarak?

Sí, pero en esta profesión uno siempre está en conflicto consigo mismo. Si te paras a pensarlo, hacer una película te obliga a establecer una comunicación íntima con un grupo heterogéneo de personas a las que no conoces de nada. Eso es algo que, ya de por sí, te lleva a preguntarte ¿con qué derecho hago yo esto? Desde este punto de vista, resulta inevitable preocuparse por el efecto que puede provocar tu obra en el público. Dicho lo cual, en el caso de esta película es cierto que, en un primer momento, sentí que yo no era la persona idónea para contar esta historia. Pensé que debían ser los propios cineastas egipcios los que hablaran de aquello que estaba ocurriendo en su país, pero me di cuenta de que pecaba de ingenuo: si alguien en Egipto se aventurase a rodar una historia como esta, el precio que le harían pagar sería demasiado alto y ningún director de cine desea convertir a sus familiares en rehenes de su propio trabajo. Así que, asumiendo que soy un privilegiado por vivir donde vivo y trabajar donde trabajo, resolví que me tocaba a mí contar esta historia. Pero, en ningún caso querría que esta película se percibiera como un gesto de activismo político.

 

Pero me imagino que era plenamente consciente de que su película podía ser asumida así y de que le lloverían los reproches acusándolo de retratar una realidad que no es la suya.

Sí claro. Estaba absolutamente preparado para recibir todo tipo de ataques y reacciones adversas con este film, para lo que no estaba preparado era para el éxito que ha tenido y creo que las autoridades egipcias tampoco lo estaban.

¿El punto de inspiración para esta historia cabe hallarlo, como han señalado algunos, en la muerte de la cantante Suzanne Tamim?

Bueno, aquel suceso fue más bien una excusa que me sirvió para darle una percha argumental a la historia que quería contar pero la inspiración me surgió a partir de una experiencia personal, o mejor dicho de algo que vivió mi padre.

¿Qué experiencia fue esa?

Mi padre siempre había tenido el proyecto de abrir un museo de ciencias naturales en el delta del Nilo, su intención es que fuera un espacio pedagógico para los niños que viven en el valle, en pequeñas comunidades rurales. Presentó su proyecto a un ministro egipcio y consiguió su apoyo aunque al hacerlo le advirtió: ‘Para construir el museo tendrás que aceptar trabajar con una compañía controlada por miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado porque así es como se hacen las cosas en Egipto’. Eso, en la práctica, equivale a pagar una mordida. Mi padre transigió con una condición, hacer el pago fraccionado porque, si no, corría el riesgo de que, una vez recibido el soborno, los responsables de la seguridad del Estado se desentendiesen del proyecto, como ya había pasado otras veces. El museo se construyó y una vez realizado el último pago, cuando ya solo faltaba por instalar la luz y el agua, un general desplazó un piquete de soldados para clausurar el edificio. Aquello me pareció un ejemplo tan brutal de gansterismo que enseguida supe que tenía que contar una historia que hablase de aquellos que, estando encargados de la seguridad del Estado, no dudaban en robar a los niños para mantener sus privilegios, para seguir conduciendo sus Mercedes. Pero para reflejar esa experiencia necesitaba desarrollar una línea argumental y la muerte de aquella cantante me proporcionó el elemento que necesitaba para hablar sobre un sistema corrupto.

Pero, en cualquier caso, la corrupción es algo que traspasa las esferas de poder y eso es algo que usted también refleja en la película donde muestra un tejido social cómplice con esas prácticas.

Sí, pero creo que hay que diferenciar entre lo que es la corrupción y las pequeñas corruptelas de las que todos, en algún momento, podemos llegar a participar haciendo algún favor a alguien a quien queremos y no necesariamente a cambio de dinero.  Y ¡ojo! No lo estoy justificando, más bien al contrario, porque parece que son actitudes inocentes y no, no lo son en absoluto. A partir de ahí yo creo que lo interesante es encontrar la raíz de la corrupción. Es entonces cuando te das cuenta de que este es un hábito asumido de manera generalizada en aquellos países, como Egipto, donde la gente no tiene ningún poder de decisión sobre sus propias vidas pues toda actividad política está sometida a intereses supranacionales. Estas sociedades funcionan creando estructuras de poder paralelas donde proliferan los intermediarios, que suelen ser funcionarios que se ponen a disposición del ciudadano para, por ejemplo, agilizar determinados trámites burocráticos a cambio de una pequeña comisión. Y lo peor es que la gente se habitúa a la existencia de estos mecanismos que se perpetúan en el tiempo y trascienden épocas y coyunturas. Tú puedes hacer una revolución, como pasó en Egipto durante la descolonización, y es muy probable que el nuevo Estado que surja de ella reproduzca muchos de los males del Estado anterior porque esos vicios están ahí y las rutinas son difíciles de modificar.

Asumo entonces que, a la hora de rodar esta película, su prioridad fue articular todas estas reflexiones porque, como thriller, «El Caro Confidencial» resulta atípico. De hecho, usted da por liquidado el misterio desde la primera secuencia. Su interés parece dirigirse más a mostrar la manipulación a la que se ve sometido el policía protagonista que a la resolución del enigma.

Lo cierto es que podíamos haber omitido dos o tres secuencias al inicio de la película para mantener en secreto la identidad del asesino, pero si lo hubiéramos hecho el film se habría convertido en algo parecido al juego del cluedo donde lo único relevante es conocer quién lo hizo. Pero no me interesaba construir un relato de esas características, para mí lo verdaderamente importante es saber cómo va a comportarse ese policía según vaya conociendo la verdad y, sobre todo, qué precio está dispuesto a pagar para llegar al fondo del asunto. Desde este punto de vista no creo que “El Cairo Confidencial” sea un thriller, más bien se trata de un noir que reflexiona sobre los efectos devastadores de la corrupción.

 

¿Qué valor concede al género negro como narrativa?

El género negro es un tipo de relato existencial dentro del cual conviven otros géneros como  la aventura o el melodrama pero, en última instancia, es una historia policiaca. Yo como espectador soy muy fundamentalista, siempre he creído en la jerarquía de los géneros y como director me pasaba lo mismo. Rodando “El Cairo Confidencial” de acuerdo al canon de representación del noir tradicional he descubierto, sin embargo, otra particularidad de este género y es que se trata de un tipo de relato que está abierto a que la realidad penetre en él. A mí como narrador me gusta seguir unas reglas pero si el desarrollo dramático de una determinada escena me obliga a romper con  esas reglas, tendré que hacerlo. Hay una secuencia en la película en la que el protagonista está persiguiendo al dueño de un burdel y cuando lo apresa y sale con él a la calle ve a un grupo de policías que lo mira raro. Ellos le recriminan que lo ha detenido en su territorio y eso genera una tensión que, de acuerdo a las leyes del género, se resolvería con un enfrentamiento armado entre policías. Sin embargo, en mi película, el protagonista paga un soborno a sus compañeros para que le dejen llevarse al detenido a su jurisdicción, es decir, desprecié la lógica del relato y aposté por una lógica real sin dejar, por ello, de resultar verosímil. Eso es algo que solo puedes hacer dentro de los esquemas del género negro.

Un rasgo del género negro es ese pesimismo que cierra la puerta a toda esperanza de regeneración, algo que usted transmite evocando un acontecimiento que tuvo mucho de ilusionante como fueron las primaveras árabes ¿Qué opinión le generó todo aquello?

Yo creo que fue un punto de inflexión muy importante y aún lo siento así. Es cierto que resulta descorazonador comprobar que aquellas revueltas fueron instrumentalizadas políticamente pero no es menos cierto que eso es algo que resultaba previsible. Aquí en Europa aún estamos bajo los efectos de lo que supuso la caída del muro de Berlín y, sin embargo, esperamos que las consecuencias de las primaveras árabes en países como Egipto o Túnez sean inmediatas. Es absurdo. Egipto, ahora mismo es un país deprimente en lo político pero fascinante desde el punto de vista cultural. Por primera vez el movimiento islámico ha encontrado quien lo desafíe desde dentro. Cuando los hermanos musulmanes accedieron al gobierno, tras la revolución, con un programa que decía que en el Islam estaba la solución y, al cabo de seis meses,  la gente se manifestaba en las calles diciendo ‘no podemos comer el Corán’, aquello fue algo absolutamente novedoso en una sociedad como la egipcia.

Y, sin embargo, su película continúa prohibida en Egipto.

Lo cual no quiere decir que no haya sido un éxito porque, aunque no se ha visto en cines, basta con comprobar la cantidad de descargas que está teniendo y el número de veces que la gente la busca en Google para saber que son cientos de miles de personas las que han tenido ocasión de verla, algo que también me consta por la cantidad de cartas y mails de felicitación que me hacen llegar desde allí. En una sociedad globalizada las prohibiciones no tienen ningún sentido, es más, producen el efecto contrario, son como un reclamo para llamar la atención sobre un evento o sobre una obra.