Jaime IGLESIAS
MADRID
Entrevista
PHILIPPE VAN LEEUW
CINEASTA

«La falta de reacción ante el conflicto sirio parece inspirada por el cinismo»

Con una dilatada experiencia como director de fotografía a las órdenes de directores como Bruno Dumont o Claire Simon, Philippe Van Leeuw (Bruselas, 1954) debutó en la dirección de largometrajes en 2009 con «El día que Dios se fue de viaje», la historia de una superviviente del genocidio ruandés. Con «Alma Mater», que acaba de estrenarse, muestra el día a día de una familia siria en plena guerra.

Protagonizada por la palestina Hiam Abbas y por la libanesa Diamand Bou Abboud, “Alma Mater” hace partícipe al espectador del horror cotidiano que acontece entre las cuatro paredes de una vivienda sitiada. El film tuvo un recorrido exitoso el pasado año en festivales como Berlín o Sevilla, en los que recibió el Premio del Público.

«El día que Dios se fue de viaje», su anterior largometraje, hablaba del genocidio ruandés. En esta nueva película el telón de fondo es la guerra en Siria. ¿Qué le inspira, como cineasta de estos conflictos?

Antes de realizar mi primera película yo era director de fotografía y ya entonces tenía claro que si algún día me ponía detrás de las cámaras sería para intentar explorar escenarios que me superasen. Podía haberme dedicado a hacer películas, ¡qué sé yo!, sobre un triángulo amoroso en un apartamento parisino, pero, francamente, no es algo que me resulte estimulante. A mí lo que me interesa es retratar contextos política e intelectualmente complejos pero, a la vez, hacerlo desde una perspectiva humanista. Me motivan mucho las reacciones de la gente corriente en circunstancias extraordinarias, en situaciones de conflicto.

¿Y por qué Siria?

Bueno, yo en 2010 pasé algún tiempo en Beirut y recabé bastante información de amigos y conocidos sobre sus vivencias durante los años de guerra en El Líbano. Cuando unos meses después empezó el conflicto sirio, muchos de esos testimonios volvieron a mi memoria y pensé que la población civil de aquél país estaría pasando por experiencias similares a las que vivieron mis amigos libaneses. Cuando la guerra es evocada en el cine, normalmente, se nos muestran grandes combates y acciones heroicas, pero yo no creo que eso refleje la realidad de un conflicto armado. Para mí las claves de lo que significa una guerra cabe hallarlas en las decisiones que ha de afrontar el ciudadano de a pie movido por su instinto de supervivencia, lo que muchas veces desemboca en comportamientos terribles, egoístas y mezquinos, pero que no pueden juzgarse como tales, porque en situaciones de guerra uno hace lo que puede, no lo que debe. Otra cosa son las instituciones y los gobiernos, los cuales tienen en su poder herramientas para intervenir en este tipo de conflictos y, sin embargo, rehúsan servirse de las mismas para buscar una solución, y eso es algo que me parece, directamente, criminal.

La postura de Occidente respecto de la guerra en Siria ¿cabe compararse con la que mantuvo frente al conflicto ruandés?

Sí, claro. En ambos casos Occidente mostró una pasividad muy preocupante y lo que es peor, esa falta de reacción parece inspirada por un cinismo que resulta difícilmente asumible. En este sentido, la responsabilidad de Europa es enorme, porque las relaciones de solidaridad entre estados brillan por su ausencia. De no ser por las personas o las ONG’s que han tomado la iniciativa a título individual, tendríamos a tres millones de refugiados establecidos en las islas griegas en una suerte de campo de concentración. Pero ¿quién ayuda a Grecia a gestionar esta realidad? ¿Qué voces se han levantado para condenar a Viktor Orbán en Hungría? ¿Quién tiene el coraje de hacerle frente a Putin?

¿Hacer cine sobre estas realidades es un modo de compensar el silencio de las instituciones?

Bueno, el cine te permite aproximarte a ciertas realidades y dárselas a conocer a un público amplio. Esa es la razón por la que yo hago cine de ficción y no documentales. La ficción genera un principio de identificación inmediato en el espectador. Muchos de quienes han visto “Alma Mater” me han hecho saber que, a pesar de ser una película ambientada en una realidad que les es ajena, han sentido un vínculo emocional muy fuerte con los personajes de la película, hasta el punto de asumir que las circunstancias por las que atraviesan le pueden ocurrir a cualquiera. Desde este punto de vista, aunque me esforcé porque la película tuviera una identidad local muy marcada, es inevitable pensar que el interior de ese apartamento en el que transcurre el film podría ser perfectamente nuestra casa, se trata de un escenario universal.

¿Fue justamente buscando esa empatía por lo que decidió mostrar los estragos de la guerra sin salir de las cuatro paredes del apartamento de la protagonista?

En parte sí, pero no fue una opción de representación elegida por mí sino que, como suele ocurrir, es la propia realidad la que te inspira. Yo tengo una amiga siria que me contó el caso de su padre, que había permanecido atrapado, durante tres semanas, en su apartamento de Alepo. Aquél relato fue el germen argumental de “Alma Mater” y el que me dio las claves acerca del tipo de historia que quería contar. Me interesaba mostrar la desesperación ante una situación que se repite día tras día, pero como pretendía construir una narración fluida, opté por ceñir el relato a una única jornada, mostrando lo que ocurre en ese piso desde el alba hasta un nuevo amanecer. Eso me permitía dar a conocer una parte significativa de la cotidianidad del pueblo sirio, justo aquella que no aparece reflejada en televisión.

En este sentido es interesante no solo la utilización del espacio sino del tiempo interno del relato ¿en qué medida esto le sirvió para conferir un mayor realismo a la narración?

Mis referencias a la hora de hacer cine son bastante clásicas en lo que se refiere a la construcción del relato, pero al mismo tiempo me interesa conferir a éste un alcance contemporáneo sirviéndome de las distintas herramientas de las que disponemos los cineastas hoy en día. Me interesa mucho, por ejemplo, la construcción del espacio sonoro. El sonido tiene la capacidad de implicar al espectador en el relato de un modo mucho más profundo que la imagen. Una imagen provoca reacciones instantáneas en el público, o bien le seduce o bien le genera rechazo y yo no quería hacer una película que llevase al espectador a taparse los ojos en cada secuencia ante la crudeza de lo que está viendo.

Ese hablar de las derivas de un conflicto armado sin hacerlo explícito, al margen de una opción estética, ¿no refleja también una ética como cineasta?

Bueno, yo no diría tanto. Pero lo que sí tengo claro es que, en la pretensión de acercarse a una realidad muy concreta, hay que ser lo suficientemente humilde como para saber que uno, como cineasta, nunca va a poder aprehender esa realidad en toda su complejidad y en toda su crudeza, entre otras cosas porque eso equivaldría a tirar piedras contra tu propio tejado. Si yo construyese una ficción que dejase al espectador devastado la rechazaría y la razón de ser de cualquier película es llegar al público. Sin espectadores no hay comunicación posible y no habría tampoco oportunidad de generar una corriente de empatía hacia las vivencias de los personajes del film, que es lo que yo pretendo en “Alma Mater”. Ahora bien, a partir de ahí lo que tienes que resolver es cómo articular esa complicidad sin resultar complaciente y sin regodearte en el drama o en la miseria. En este sentido, mi opción es la de volverme invisible como realizador en beneficio de los personajes de la historia que estoy contando. Todo lo contrario de lo que hacía, por ejemplo, Spielberg en “Salvar al soldado Ryan”. El comienzo de aquella película estaba extraordinariamente rodado, pero lo que estamos viendo en esa secuencia del desembarco en Normandía no es la realidad de la II Guerra Mundial, sino el talento de Spielberg como cineasta.

En este aspecto, me imagino, que resulta importante la complicidad con los actores. ¿Cómo fue el trabajo con Hiam Abbass y el resto del reparto?

La verdad es que he sido muy afortunado. Yo había escrito el guion pensando en Hiam Abbas y en Diamand Bou Abboud como protagonistas y ambas me dijeron que sí. A partir de ahí todo resultó sencillo, no solo por su talento interpretativo sino por su propio compromiso con la realidad que retrata la película. Hiam es palestina, Diamand, libanesa, el resto del reparto está integrado por actores sirios, muchos de los cuáles son refugiados. En este sentido todos tienen asumida la experiencia de la guerra y la especificidad de lo que significa vivir en el Medio Oriente. Esto fue una ventaja para mí ya que, ante la posibilidad de cometer algún error, me pude apoyar en el bagaje de mis actores. Luego tuvimos la suerte de poder convivir durante una semana en el mismo escenario en el que rodamos, así que todo resultó sencillo de cara a poder rodar secuencias largas sin necesidad de andar cortando. Esto lanza a los actores, pues pueden mantener el gesto y las emociones a lo largo de toda la escena.