Koldo LANDALUZE
CRÍTICA «Roman J. Israel»

Un hombre gris aguarda su momento

Tras su apabullante debut tras la cámara con “Nightcrawler”, Dan Gilroy regresa con otro intenso relato en el que ha querido primar nuevamente el perfil de sus personajes pero, al contrario de lo que ocurría en su aplaudido debut, en esta oportunidad todo orbita en torno al poderoso personaje que encarna con acierto Denzel Washington, lo cual termina por eclipsar a todo el conjunto. Es tal el cuidado que el cineasta demuestra a la hora de captar con la cámara la esencia compleja del protagonista que al final todo lo que acontece a su alrededor va perdiendo interés progresivamente. La culpa de ello recae sobre una historia que no encierra excesiva original y a pesar de su suculento arranque; toda una declaración de intenciones en la que el protagonista se denuncia a sí mismo por haber faltado a las reglas básicas que siempre defendió. Desaliñado, poco dado a las relaciones, obsesionado con los datos y los derechos civiles, Roman J. Israel se descubre acostumbrado a desenvolverse en la trastienda de un bufete de abogados en quiebra.

No obstante, la vida gris y mecánica de este abogado cambia por completo tras el fallecimiento de su socio y mentor lo cual le empujará a abandonar su papel secundario en la obra y asumir por derecho propio con el considera el rol principal por el que siempre suspiró. Esta especie de despertar a la vida provocará que salga a relucir ese “Mister Hyde” que siempre paciente y oculto en lo más profundo de nosotros y que siempre aguarda paciente su momento preciso, casi siempre con resultados catárquicos.

Testigo de esta transformación es el pragmático abogado al que da vida Colin Farrell dentro de una radiografía social tratada desde la óptica, muchas veces despiadada, de los tribunales.