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Demostración de fuerza de Salvini frente a la inmigración y a Bruselas

Bajo el lema «Primero los italianos», decenas de miles de personas llegadas de toda Italia se concentraron ayer en el centro de Roma convocados por la ultraderechista Lega, del ministro del Interior, Matteo Salvini, para celebrar los seis primeros meses en el poder del nuevo hombre fuerte del Gobierno. En el acto se lanzaron proclamas contra la inmigración y contra las políticas de Bruselas opuestas a los presupuestos italianos.

«Primero los italianos», «Italia levanta la cabeza», «No a la invasión» o «Seis meses de sentido común en el Gobierno» eran algunas de las pancartas que más éxito tuvieron ayer en la concentración convocada por la Lega en Roma para mostrar el apoyo de los italianos a la acción de su líder y ministro de Interior, Matteo Salvini, en el Ejecutivo que comparte con el Movimiento 5 Estrellas (M5S). Lo celebró con unos 80.000 seguidores entre proclamas contra la inmigración y las políticas de la Comisión Europea que se oponen a sus cuentas.

Tras años gritando «Roma ladrona», la ultraderechista Lega, el partido secesionista del norte de Italia que Salvini transformó en una formación nacional victoriosa, fletó tres trenes especiales y más de 200 autobuses hasta la capital, donde hasta ahora no se ha implantado.

Durante el acto, que comenzó con un minuto de silencio por las seis víctimas mortales provocadas por una avalancha en una discoteca de Ancona, Salvini –el líder político más valorado con un 64% de apoyo– afirmó que basta «usar el sentido común y tener valentía» para controlar los flujos migratorios desde África hacia Italia. «Dijeron que no se podía hacer nada, era suficiente usar el sentido común y el coraje», señaló el también vicepresidente del Gobierno, quien criticó a quienes rechazan la polémica ley sobre inmigración y seguridad por introducir restricciones para los solicitantes de asilo y ampliar las posibilidades de revocar su protección, así como a quienes tachan de racistas a los miembros de su formación.

También aprovechó para referirse al pulso que mantiene Roma con Bruselas por los Presupuestos Generales que Italia quiere aprobar para 2019, con una previsión de déficit del 2,4% del PIB que la CE rechaza. Pidió el mandato de los italianos para negociar con Bruselas unas cuentas que construyan «una Italia mejor» y dijo que la Unión Europea debe dejar de ser «la Europa de las finanzas» para ser la de los ciudadanos. «Alguno ha traicionado el sueño europeo, nosotros daremos fuerza a una nueva comunidad europea fundada en el respeto y en la solidaridad», sostuvo Salvini, que advirtió de que «quien siembra pobreza recoge protestas».

La puesta en escena de ayer pretendía mostrar el músculo de uno de los dos partidos que gobierna Italia y que, según las encuestas, hoy podría hacerlo en solitario. Salvini, que llegó a la cabeza de la coalición de derecha en las legislativas de marzo con el 17% de los votos y formó una alianza de Gobierno con el M5S, primer partido italiano con el 32,5%, prometió que no hará caer al Ejecutivo y lo mantendrá hasta que se cumplan los cinco años de legislatura.

Su política de mano dura contra los migrantes y las reglas europeas ha aumentado su popularidad. En sondeos recientes, la Lega supera el 30%, mientras que el M5S va quedando atrás.

Ultraderecha europea

Ayer la líder ultraderechista francesa, Marine Le Pen, y Steve Bannon, exdirector de campaña de Donald Trump, llamaron a las formaciones de extrema derecha y «patrióticas» europeas a sumar fuerzas de cara a las elecciones al Parlamento Europeo del próximo mayo

Ambos participaron en una reunión en el Parlamento flamenco en Bruselas organizada por el ultraderechista Vlaams Belang contra el Pacto Mundial para la Migración de la ONU.

Le Pen abogó por una Alianza Europea de Naciones de la que formen parte su propio partido, Agrupación Nacional, la Lega de Salvini, el PVV neerlandés de Geert Wilders o el propio Vlaams Belang, entre otros.

Japón precariza a los inmigrantes poco cualificados

Japón aprobó el viernes una polémica normativa que ha abierto el debate público sobre los abusos laborales a inmigrantes y sus problemas de integración, en un país cada vez más necesitado de mano de obra foránea, al extender de 3 a 5 años –ampliable hasta 10– el periodo de residencia permitido, pero sin posibilidad de reunificación familiar y manteniendo barreras casi insalvables para obtener la residencia permanente. La reforma del llamado programa de formación técnica para trabajadores extranjeros permitirá la entrada de unos 345.000 inmigrantes en los próximos cinco años, que se sumarán a los 480.000 llegados entre 2013 y 2017, la mayoría de China o del sudeste asiático. La normativa, criticada por la oposición y organizaciones de derechos humanos al considerar que precarizará aún más la situación de los inmigrantes poco cualificados, supone un giro notable en la restrictiva política migratoria del país, cuya historia está marcada por el hermetismo ante la entrada de extranjeros. El programa original, puesto en marcha en 1993, permite a los inmigrantes trabajar en Japón en condiciones muy inferiores a las de un empleado regular y, muchas veces, con la mediación de agencias que tramitan su entrada a cambio de un prolongado endeudamiento. Quienes participan en él cobran menos de la mitad del sueldo mínimo, unos 300 yenes por hora (3,2 euros), y superan hasta en 60 horas mensuales el tope legal.GARA