Iker BIZKARGUENAGA
EL GERMEN DEL NAZISMO

El ferroviario que condujo al mundo al borde del precipicio

El 5 de enero de 1919, mañana se cumplen cien años, el Hotel Fünsterfelder Hof de Munich asistió a la fundación del Partido Obrero Alemán, un grupo pangermánico, anticomunista y antisemita; pequeño, pero embrión del artefacto más letal ideado por el ser humano.

El nacimiento del Deutsche Arbeiterpartei (DAP) hay que situarlo en el contexto histórico inmediatamente posterior al fin de la Primera Guerra Mundial, con una Alemania atenazada por las condiciones del armisticio, sumida en una pobreza extrema y con un sentimiento de humillación nacional que rezumaba por todos sus poros. Ese escenario fue terreno abonado para el surgimiento de una miriada de grupos de todo tipo de tendencias, y el DAP fue uno de ellos, muy pequeño, con sólo un puñado de militantes que al principio se reunían en cervecerías, pero que mutó en una máquina capaz de sembrar el terror en todo el mundo.

Probablemente, el trabajador ferroviario Anton Drexler –un exmiembro del Deutsche Vaterlandspartei que fue alentado por el director de la fábrica de camiones Maschinenfabrik Augsburg-Nürnberg (que conocemos como MAN), Paul Tafel, y al que luego se le sumaron su colega Michael Lotter y el periodista Karl Harrer– no intuía entonces el «éxito» que iba a cosechar su proyecto, que bebía de las fuentes de la corriente völkisch y hacía bandera del antisemitismo, el anticomunismo y el pangermanismo. Todo aderezado con un anticapitalismo impostado y rápidamente diluido para lograr el apoyo de importantes industriales alemanes.

La influencia de la Sociedad Thule

Y es que al DAP no le faltaron padrinos. Tanto Drexler como Tafel eran miembros activos de la Sociedad Thule, un colectivo asentado en Munich desde 1917 que se dedicaba al estudio de la historia alemana, y sobre todo un grupo racista y ocultista que reivindicaba las bondades de la raza aria. De hecho, exigía que sus integrantes jurasen que por sus venas no corría sangre judía ni negra.

Creado por Rudolf von Sebottendorff, su nombre hace referencia a la Última Thule –«el norte más distante», en latín, muy citado estos últimos días por otras razones–, que Virgilio mencionaba en su poema épico “La Eneida” y que la ariosofía designó como capital de la mitológica Hiperbórea. Entre sus objetivos se hallaba el demostrar que la raza aria procedía de un continente perdido.

Puede parecer un ideario hilarante, pero entre sus cofrades había personas de peso en la sociedad germana, aristócratas –como el príncipe Gustav von Thurn und Taxis y la condesa Hella von Westarp, que fueron detenidos y ejecutados por el gobierno de la República Soviética de Baviera– y también algunos de los que serían luego prominentes líderes del régimen nazi, como Dietrich Eckart o Rudolf Hess. Otro de sus miembros, Anton Graf von Arco auf Valley, mató al primer ministro presidente bávaro, el socialista Kurt Eisner, el 21 de febrero de 1919.

Paradójicamente, la Sociedad Thule fue una de las muchas entidades disueltas cuando Adolf Hitler llegó al poder, y el propio Von Sebottendorff fue detenido y su libro sobre la sociedad prohibido, aunque siempre se ha apuntado que muchas de sus ideas quedaron incorporadas al Tercer Reich.

El rápido ascenso de Adolf Hitler

No hay evidencia de que Hitler fuera miembro de la Sociedad Thule –aunque habría sido aleccionado por alguno de sus miembros, como Eckart, a quien dedicó su “Mein Kampf”–, pero sí fue militante del DAP.

A finales del verano de 1919, el futuro dictador, con la treintena recién estrenada, era además de un pintor frustrado un soldado que acusaba a judios y marxistas de la derrota en la Gran Guerra, había sido declarado «peligrosamente sicótico» por un siquiatra militar, pero contaba con la aprobación de sus superiores tras haberse dedicado a informar sobre los compañeros que habrían colaborado con el gobierno soviético de Baviera antes de ser derrocado por las tropas alemanas y los paramilitares de derecha. A raíz de ello, se integró en el Departamento político del Ejército y se convirtió en espía, cuyo principal cometido era averiguar qué tramaban los numerosos grupos socialistas que estaban surgiendo en todo el país.

En ello andaba cuando le encomendaron que investigara una pequeña formación que respondía al nombre de Partido Obrero Alemán. Evidentemente, sus superiores no tenían ni idea de qué era el DAP ni qué ideología tenía, y creían que se trataba de uno más entre los partidos socialistas y comunistas.

No fue eso lo que se encontró el 12 de setiembre en la cervecería Sterneckerbräu, donde unos 35 asistentes escuchaban la intervención de Gottfried Feder. Durante la disertación uno de los asistentes tomó la palabra para defender la necesidad de que Baviera se separara de Alemania, argumento que fue contrarrestado por el espía militar con una intervención breve y tajante, que causó sensación entre los líderes del partido. Drexler no tardó en invitarle a unirse al DAP y Hitler aceptó. Poco después fue nombrado jefe de propaganda, y el 16 de octubre dio su primer mitin, ante un centenar de personas.

Aquella irrupción fue clave para la pequeña formación. El 24 de febrero de 1920, en la sala de fiestas Hofbräuhaus con asistencia de más de dos mil personas, el DAP presentó un programa de veiticinco puntos que sería básico en el devenir del futuro régimen, y el 1 de abril pasó a llamarse oficialmente Partido Nacional Socialista Obrero Alemán, incorporando además un grupo paramilitar similar a las Camisas Negras de Mussolini.

Hitler pasó a liderar el Partido Nazi en 1921, y lo que ocurrió después es historia. Aunque, desgraciadamente, aquella simiente sigue germinando odio en el presente.

 

el Soviet de baviera, ejemplo de un tiempo de ebullición política

Los años que sucedieron al fin de la contienda mundial fueron un torbellino en Alemania, que vivió no sólo el auge de una derecha nacionalista y antisemita, sino también movimientos realmente revolucionarios, como la Liga Espartaquista de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, e intentos de establecer gobiernos de carácter socialista, como pasó en Baviera, donde se proclamó una República Soviética en la primavera de 1919.

Ocurrió el 6 de abril, al poco de la muerte de Kurt Eisner, presidente bávaro y del USPD en ese territorio. Antes, el 7 de noviembre de 1918 –aniversario de la Revolución Rusa–, el Consejo de Obreros y Soldados de Munich había forzado la abdicación del rey de Baviera, Luis III. La república soviética fue derrocada en pocas semanas por el Ejército alemán y los paramilitares de ultraderecha del Freikorps.I.B.