Antonio ÁLVAREZ-SOLÍS
Periodista

Julen

Se me ha muerto un hijo. A mi edad he encontrado un trabajo duro y bien pagado: pensar en esos niños que están redimiendo un mundo al que querían devorar las máquinas y el dinero. Frente a tanto poder ensoberbecido que visita el mundo como si fuera su finca de la fruta envenenada, un niño, un simple niño, ha rescatado un Jordán que creíamos seco y por el que ahora corren las lágrimas de unos mineros duros, de unos bomberos benéficos, de unos guardias civiles que significaban otra cosa. Las grandes revoluciones las hacen siempre los niños como Julen, que sin bandera ni más violencia que la de su propia vida y su propia muerte han dejado a la puerta de muchas almas el regalo sencillo de su existencia. Julen ha resucitado la justicia y la libertad. Ahora nos toca a nosotros hacer bien el reparto de esa muerte. Julen era justo simplemente con ser niño; era libre simplemente con ser niño. No se necesita para dar con esas cosas más que el amor que escondemos con discursos fáciles sobre un progreso que es moneda falsa. Dentro de poco veré a Julen y liaremos bien la peonza para jugar con ella por los siglos de los siglos. Porque necesitamos recuperar el gozo de la luz en libertad de iguales. Hasta luego, Julen. Espero que seas tú el que me saque ahora del pozo. Con un beso, tu padre.