Tras la ola de ataques coordinados con bomba que el pasado domingo se cobró la vida de al menos 250 personas e hirió a más de 500, y en medio de una declaración de estado de emergencia y una profunda crisis política tras no tomarse en serio los avisos de varios servicios de Inteligencia extranjeros que alertaban de los ataques y que ya ha provocado las dimisiones de altos responsables policiales y militares, Sri Lanka volvió a despertarse ayer con otro baño de sangre.

Las fuerza policiales acorralaron en la ciudad de mayoría musulmana de Sainthamaruthu, al este de la isla, a varios yihadistas que estarían preparando una nueva oleada de atentados. Según el relato de varios residentes, tras varias horas de tiroteos, se escuchó una gran explosión en la casa que les servía de escondite y posteriormente se encontraron varios cuerpos calcinados, entre ellos los de seis niños y tres mujeres que, al parecer, eran familiares de los sospechosos. Otras fuentes señalaron que varios civiles también fallecieron a consecuencia del fuego cruzado durante el tiroteo.

Crisis política

Durante el registro de otra casa en la misma ciudad, la Policía encontró una gran cantidad de explosivos, metralla y los trajes y las banderas del ISIS con los que los yihadistas suicidas grabaron el vídeo en el que juraron lealtad al líder Abu Bakr al-Baghdadi en los momentos previos a los ataques del Domingo de Pascua y que fue difundido por los canales habituales de la organización dos días después.

Los ataques, reivindicados por el ISIS y ejecutados, según las autoridades de Sri Lanka, por el grupo yihadista local National Tawheed Jamath, tuvieron como objetivo a iglesias repletas de cristianos y a lujosos hoteles frecuentados por turistas extranjeros.

En los últimos días más de 130 personas han sido detenidas acusadas de tener relación con el ISIS y otras 70 se encontrarían huidas, en búsqueda y captura.

En medio de la declaración del estado de emergencia que da poderes especiales al Ejército, en las calles del país era visible la presencia masiva de tropas.

Por otra parte, se agudiza la crisis política y el cruce de acusaciones tras los fallos de protección de las víctimas de unos ataques de los que varios servicios de Inteligencia extranjeros conocían su inminencia.