EDITORIALA
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El proyecto europeo precisa de un vuelco

Hoy se celebra el Día de Europa, en el que se recuerda la declaración del ministro francés de Exteriores, Robert Schuman, que dio inicio al proceso de integración. Este año la fecha coincide además con el comienzo de la campaña a las elecciones al Parlamento Europeo que, finalmente, también se celebrarán en Gran Bretaña, con lo que los resultados quedarán condicionados a lo que ocurra posteriormente con el Brexit; esto es, algunos eurodiputados serán elegidos pero no podrán tomar posesión hasta ver si la representación británica sale o se queda. Un galimatías que es un buen reflejo de la actual crisis existencial del proyecto de construcción europea.

El Brexit continúa atascado por la incapacidad de los líderes británicos de cerrar un acuerdo, y también por la rigidez mostrada por los jefes de las instituciones europeas –ejemplo de flexibilidad y soluciones imaginativas cuando otros son los intereses en juego– para cerrar el acuerdo de divorcio. Firmeza que es también un síntoma de debilidad, sobre todo cuando se recuerda que tras el golpe que supuso la victoria de los favorables a la salida de Gran Bretaña de la UE y con la crisis migratoria como fondo se pergeñó una Europa a varias velocidades de la que nada se ha vuelto a saber. Para suplir ese vacío, hoy se reúnen en Rumania en una cumbre informal los líderes de los 27 con el objeto de esbozar la agenda estratégica de la Unión para los próximos años. Otra vuelta al punto de partida que muestra claramente la ausencia de rumbo.

Para dar un mayor interés al proceso electoral, las anteriores elecciones europeas introdujeron la figura de candidato a presidir la Comisión que presentaba cada grupo parlamentario. El vencedor de este año sustituirá a Jean Claude Juncker, que finaliza mandato entre muestras cada vez más evidentes de decrepitud, en total consonancia con la crisis de las instituciones que representa. El proyecto europeo no da más de sí y precisa un vuelco completo.