EDITORIALA
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Pasión y talento hacia la plena profesionalización

Las futbolistas de la Real Sociedad recibieron ayer en Donostia el más que merecido homenaje tras la gesta del sábado en Granada. El momento es, ante todo, de ellas y del equipo técnico, porque pese a que siempre hay quien arrima el ascua en el momento oportuno, un éxito deportivo corresponde, por encima de todo, a los y las esforzadas deportistas que lo hacen posible. Llegaron a una final en la que todos daban por favorito al Atlético Madrid, le plantaron cara, sufrieron y acabaron venciendo. Solo cabe felicitarlas.

El título de Copa supone la guinda a una temporada de ensueño tanto para el equipo como para el fútbol femenino vasco. Hemos visto estadios con aforos espectaculares siguiendo derbis y eliminatorias coperas; es la temporada en la que ha empezado a materializarse un reconocimiento público muchas veces reclamado y apenas cristalizado hasta ahora. Es un paso nada desdeñable por mucho que, evidentemente, no sea suficiente.

El gran reto pendiente para el fútbol femenino es la plena profesionalización, una carpeta que conviene abordar con toda su complejidad, sin limitarse a pedir una equiparación con las condiciones del fútbol masculino. Para empezar porque lo primero que cabría reivindicar en este sentido es un regreso del fútbol de élite a estándares mundanos. La burbuja en la que siguen creciendo los presupuestos de los grandes clubes pende desde hace años como una amenaza latente sobre este deporte, cuya esencia quizá es más fácil encontrar hoy en día en el esfuerzo de equipos pequeños o, en el caso que nos ocupa, en el fútbol femenino. Profesionalización no significa elitización, sino medios para que las jugadoras y el equipo técnico puedan dedicarse a lo que hacen bien sin tener que hipotecar su vida. El talento, la pasión y la dedicación que llevaron a la Real a levantar el título copero el viernes en Granada sacan a relucir lo mejor de este deporte, demostrando además que también el fútbol femenino puede desatar pasiones.