Raimundo Fitero
DE REOJO

Posdramático

Es muy posible que se esté produciendo una experimentación de futuro en los encierros. Algo secreto, pluridisciplinar, con fines lucrativos. Como parece que el espectáculo taurino de dar muerte tras tortura a un bóvido tiene los siglos contados, se están preparando para hacer un simulacro, encierros sin toros. Encierros con cabestros nada más y unos supuestos toros que no están, hologramas o algo similar, como los que sacan en una sección divulgativa del programa diario donde las calles, los corredores, los toros y hasta el campo donde pastan son de mentira, son virtuales, producidos en el ordenador, no fotografiados y en medio se colocan los presentadores, en el vacío existencial.

Más o menos es lo que sucede ahora. Los mozos, muy entrenados y muy televisivos, corren delante de unos cabestros que van a una velocidad de récord, que no se caen porque llevan adhesivos en las pezuñas o en los adoquines y la emoción se produce con la misma intensidad que quedarse en un puente del ferrocarril esperando a que alguien se tire a las vías cuando pasa un convoy. A los que los atropellan es porque tropiezan con otras almas en pena que corren como mozos sin cuernos en la espalda. Muchas cámaras, muchas tomas, muchos recursos, pero muy poca cosa que contar o retransmitir. Ni siquiera Olano sabe qué decir. Sea la ganadería que sea, se arropan los morlacos, los mansos crean una barrera infranqueable, un muro y tiran millas hasta los corrales de la plaza, donde encuentran el almuerzo preparado. Y, posiblemente, la ducha y el recorte de uñas. Son encierros posdramáticos, una suerte de performance de los capados de figura estilizada y cornamenta desfasada, como si fuera de cartón. Una devaluación premeditada de este festejo anacrónico. Que venga Arrimadas con sus escoltas a desmontarlo y denunciarlo.