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Viena

AUSTRIA QUIERE SEGUIR SIENDO TIERRA DE DINERO EN EFECTIVO

Es algo ineludible en los restaurantes austriacos, al igual que lo son el Schnitzel (escalope vienés) o el Apfelstrudel (pastel de manzana): el pago en moneda contante y sonante se resiste a desaparecer en una de las economías más prósperas de Europa, que incluso podría consagrarlo como un derecho constitucional.

En la era de las monedas virtuales y los pagos a través del smartphone, el proyecto puede parecer anacrónico: dejar grabado en la constitución el derecho de pagar en efectivo. Y, sin embargo, esto es lo que ha propuesto este mes el partido conservador ÖVP del excanciller Sebastian Kurz, que está en campaña para su reelección en las legislativas previstas para finales de setiembre. «Poder utilizar el dinero líquido es una condición básica para una existencia autónoma», indicó el que fuera jefe de Gobierno, de 32 años de edad.

Lejos de haber sido recibida con escepticismo, su propuesta ha permitido al partido de extrema derecha FPÖ, que gobernó junto al ÖVP hasta mayo, recordar que fue el primero en registrar una moción constitucional para proteger el pago en efectivo. Los socialdemócratas, por su parte, subieron la apuesta al exigir más distribuidores de monedas en las zonas rurales y la abolición de las comisiones por retirada de efectivo que imponen algunos operadores.

Pero los partidarios del cash no están acantonados en el campo. En Viena, capital del país y popular destino turístico, son muchos los comercios, cafés y restaurantes que rechazan los pagos con tarjeta.

«En Austria, las mentalidades cambian lentamente», explica Victoria, en la treintena, empleada de un restaurante del centro de la ciudad, el “Weinschenke”, que sirve hamburguesas a una clientela que está a la última moda pero a la que, con un cartel en la entrada, deja claro que el establecimiento solo acepta pagos «en metálico».

Para las propinas, un ritual muy codificado en Austria, «el líquido es mejor que la tarjeta», señala la joven, quien, a su vez, dice que prefiere pagar en euros contantes y sonantes «que no dejan huella».

Esfera privada

El profesor de derecho financiero Werner Doralt considera que los austriacos están particularmente comprometidos en proteger su privacidad. «Si hago mis compras y queda registrado exactamente [mediante el pago con tarjeta] la cantidad de alcohol que he comprado, eso es una injerencia en mi esfera privada», señala este profesor emérito de la Universidad de Viena.

Según un estudio del Banco Central Europeo (BCE), el 67% del valor total de las compras realizadas en puntos de venta en Austria en 2016 correspondió a pagos en efectivo, frente al 27% en Países Bajos. Incluso en Alemania, otro país donde el cash es el rey, esta tasa solo llegó al 55%.

Especialista en sicología económica, Erich Kirchler plantea la idea de que austriacos y alemanes, debido a sus experiencias de regímenes autoritarios, tienen una conciencia más aguda de la amenaza que representa el Estado cuando se vuelve todopoderoso: «En esas circunstancias, la eficacia de las instituciones públicas se convierte en un peligro».

La teoría encuentra eco en casa de Philipp Klos, propietario de un café restaurante en un distrito céntrico de Viena. Militante del dinero en efectivo, considera que este es una condición sine qua non de su «libertad». En los menús de su establecimiento hay un párrafo dedicado a esa idea: «Sin efectivo, nos volvemos totalmente vulnerables. Un Estado totalitario tendría un poder ilimitado sobre nosotros», se puede leer.

Chelines bajo el colchón

En un reciente sondeo realizado por el banco ING en 13 estados europeos, así como en Australia y EEUU, los austriacos eran los más reticentes a abandonar el pago en metálico. Esta perspectiva solo era aceptada por un 10% de ellos, mientras que la media era del 22% en el resto de países europeos.

Otra prueba de este apego: casi 18 años después de la puesta en circulación del euro, muchos austriacos siguen encontrando en sus casas chelines, la antigua divisa nacional. Y, claro está, Austria es parte del puñado de estados de la eurozona que continúan cambiando esos viejos chelines por euros.

Este año, un autobús del Banco Nacional de Austria (OeNB) ha recorrido el país durante el verano para ofrecer este servicio de cambio. Se han recogido cerca de 19 millones de chelines (1,38 millones de euros).

Sin embargo, consagrar el pago en efectivo en la Constitución, como pretenden los conservadores, solo tendría una dimensión simbólica, según hacen ver los especialistas: Austria es miembro de la zona euro, donde el BCE es quien tiene la última palabra en materia de política económica.