Isidro Esnaola
DESAPARICIÓN DE LAS ABEJAS

APICULTORES DE EUSKAL HERRIA POR LA MEJORA GENÉTICA

La alta variedad genética de la abeja negra de Euskal Herria es un aliciente para adentrarse en los complejos caminos de la mejora genética. En ello están implicados los apicultores

Esta misma semana un tribunal de Niza ha prohibido la venta de dos pesticidas de Dow Chemical porque presenta un riesgo elevado para las abejas. Una muestra más de que el futuro de las abejas preocupa cada vez más, y no solamente a los apicultores, con un interés directo, sino también a la sociedad en general. La noticia revela asimismo la delicada situación en la que se encuentran las abejas del continente europeo por la presión de los monocultivos y de los agroquímicos. Otros expertos subrayan el perjuicio provocado por las abejas foráneas e híbridas que no se adaptan a las condiciones climáticas y de flora locales. Y en el caso de estas últimas además, a medio plazo se vuelven más agresivas e incontrolables, tal y como concluyó un estudio realizado en 11 países de la UE.

En Euskal Herria la situación no es muy diferente, si bien es verdad que los apicultores en general han apostado por la abeja local, mejor adaptada a las condiciones de flora y clima de nuestra geografía. No obstante, como ocurre con otros animales, la abeja de Euskal Herria tiene algunas características positivas y otras no tan interesantes para la apicultura. Egoitz Galartza, veterinario y apicultor y miembro de Erbel, la Asociación de Criadores de Abeja Negra de Euskal Herria, remarca que no existe la «mejor abeja», todas tienen sus aspectos positivos y negativos. Por ello, considera que resulta más interesante trabajar en la mejora genética de la abeja local, mejor adaptada, que buscar la mejor entre las foráneas.

Reserva genética

La abeja negra de Euskal Herria es también muy interesante desde el punto de vista genético a consecuencia de la evolución. La catedrática de Genética de la UPV, Andone Estonba, explica que según los más recientes estudios las abejas surgieron en el sureste asiático hace 330.000 años y desde allí se expandieron por todo el mundo. Cuatro son los principales linajes: el A que se expandió por África, el M que ocupa el norte de Eurasia, desde la península ibérica hasta China; el C en el sureste europeo y el O situado en Oriente Próximo. Durante las glaciaciones gran parte de Europa se cubrió de hielo y las abejas del linaje M quedaron confinadas en la península ibérica, sin apenas contacto con el resto. El linaje C, por ejemplo, se retiro a Grecia. Al estar relativamente aisladas fueron acumulando diferencias entre ellas. Por fin, hace unos 38.000 años, cuando se empezó a retirar el hielo, comenzaron a atravesar los Pirineos hacia el norte, algunas por el Cantábrico y otras por el Mediterráneo. Estonba señala que las del Cantábrico, más resistentes al frío se instalaron por toda Europa, mientras que las que pasaron por Catalunya se limitaron al área mediterránea.

Como en cualquier otra repoblación, solamente una parte de las abejas que había al sur de los Pirineos participó, con lo que la variedad genética de las expedicionarias era menor. Además, es posible que durante la expansión, parte de las colonizadoras se perdieran y con ellas sus variantes genéticas. Los estudios genéticos realizados a las abejas europeas vienen a confirmar que en Euskal Herria hay una mayor variedad genética y por tanto fue uno de los refugios que encontraron las abejas durante la glaciación. Estos estudios también ha revelado que a medida que se avanza hacia el sur crecen las huellas de un contacto de la abeja ibérica con las abejas africanas, posiblemente trasladas a la península por los árabes. Por todo ello, Euskal Herria es un reservorio genético muy interesante.

Un apareamiento difícil de gobernar

La riqueza genética es un aliciente para intentar mejorar las características de la abeja negra, aunque también existen otras motivaciones. Mikela Untsain, apicultora profesional de Azkaine, cría sus propias reinas para poder manejar de un modo más sencillo sus colmenas –valora la mansedumbre y la limpieza de las colmenas– y así puede obtener también mejores resultados. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que más de 70 apicultores de toda Euskal Herria participaron en el curso sobre mejora genética organizado por Erbel hace unos días; y fueron muchos los que se quedaron sin plaza.

El reto no es sencillo, sobre todo, por el complejo sistema de apareamiento de las abejas. En una colmena existen tres clases de abejas: la reina, las obreras y los zánganos. Genéticamente las obreras y la reina son iguales. La única diferencia es que la abeja reina nace cuando la larva de un huevo fecundado –por tanto, diploide con dos genomas el de la reina y el del zángano– se desarrolla solamente alimentándose de jalea real. Esa diferencia es la que permite a una abeja convertirse en reina y reproducir la colmena. Las obreras son estériles y no desempeñan ningún papel en la reproducción.

Por otro lado, un huevo no fecundado –haploide, un solo genoma, el de la reina– da lugar a un zángano. Son, por tanto, como un espermatozoide gigante que solo es capaz de producir espermatozoides. La reina, por tanto, tiene capacidad de decidir el sexo de su descendencia ya que cada vez que pone un huevo decide si lo fecunda o no, porque es ella la que guarda en su abdomen los espermatozoides. Y esto es así por el peculiar sistema de apareamiento de las abejas

Aproximadamente a la semana de nacer la reina empieza a realizar los vuelos de apareamiento que consisten en dirigirse a los lugares en los que se reúnen los zánganos, a veces hasta a 7 kilómetros de distancia. En esos lugares se suelen juntar hasta 10.000 zánganos. La reina copula con entre diez y veinte. Como señala Andone Estonba, es un caso de poliandria extrema. Tras copular el zángano muere y la reina guarda aproximadamente el 10% del semen en una bolsa llamada espermateca en la que puede acumular hasta 6 millones de espermatozoides de diferentes zánganos. En palabras de Estonba, un zángano es el vehículo que tiene una reina para fecundar a otra reina.

Cuando regresa a la colmena comienza a poner huevos y según la época y la dimensión de la colmena puede llegar a poner hasta 2.000 huevos al día. Con cada uno de ellos deposita parte del esperma que guarda en su abdomen para que lo fecunde. En caso de que ponga un huevo sin esperma, y por tanto, sin fecundar, nacerá un zángano.

El material genético

El 50% del material genético proviene de la reina y la otra mitad del zángano, de manera que las abejas que van naciendo en una colmena pueden ser hermanas –hijas de un mismo padre– o hermanastras –hijas de distintos padres– con lo que es habitual que en una colmena haya grupos de abejas con comportamiento diferente.

En algunos casos se ha logrado determinar la herencia de algunos rasgos, como por ejemplo, la agresividad que es transmitida por los zánganos. Otro gen interesante es el gen csd o locus sexual que determina el sexo. En el caso de un huevo fecundado, si es igual en los dos genomas significa que ambos provienen de la misma reina, es decir, se ha producido consanguinidad. En esos casos no nace una abeja obrera sino un zángano pero que será diploide y por tanto inviable. Las abejas se encargan de deshacerse de él. Este es uno de los mecanismos que tienen las abejas para evitar la consanguinidad. Otro es que los zánganos y la reina de una misma colmena se suelen aparear en lugares diferentes.

Con este complejo sistema, las abejas consiguen maximizar el éxito del apareamiento al participar varios zánganos, consiguen una mayor resistencia y también mayor productividad al contar con un división del trabajo más eficiente.

Las dificultades

La mejora genética ha de venir de elegir las colmenas que producirán las reinas pero también los zánganos. Pero mientras los apicultores pueden elegir la colmena que engendrará a las reinas, es más difícil asegurar la procedencia de los zánganos. Existen dos alternativas. Una de ellas es saturar una determinada zona con zánganos escogidos, multiplicando las posibilidades de un apareamiento satisfactorio; la otra es la inseminación artificial. Algunos países, como Suiza o Noruega, han optado por crear estaciones de fecundación en las que controlan el tipo de zánganos y obligan a los apicultores a llevar a ellas a sus reinas para fecundarlas.

Gilles Fert, apicultor profesional y criador de reinas, apunta que cuando empezó hace 30 años podían encontrase reinas de 4 o 5 años. Hoy en día es imposible. La pérdida de calidad de los espermatozoides impide a las reinas alargar tanto tiempo su actividad. El impacto de los productos químicos es una de las causas de que produzcan menos espermatozoides condicionando la fertilidad.