Raimundo Fitero
DE REOJO

En el oasis

Los mea pilas tienen una mayor capacidad de asumir el pecado, la penitencia y el perdón. Desde el materialismo se complica mucho más todo lo relacionado con la ética, la moral, la política, la corrupción y el poder. Por eso que una condena por corrupción a miembros destacados del PNV en Araba se convierta en una gran campaña propagandística, solamente se entiende desde fenómenos paranormales que ocurren en el oasis, que según como se mire se puede entender como un paraíso fiscal, del tres por ciento o del perdón como excusa.

Y piden perdón por duplicado, desde Ajuria Enea y desde Sabin Etxea, es decir, barriendo todo el campo mediático. Y sus responsables hablan como si ellos no fueran parte del problema, como si no tuvieran absolutamente nada que ver, como si hablaran de un pasado histórico o de una leyenda. Piden perdón a la militancia, a la población, pero no devuelven el dinero. Los que viven fuera del oasis, no admiten nada, no piden perdón y por eso andan siempre por desiertos y juzgados abruptos. Pero la corrupción es la corrupción. Y la corrupción no es solamente la corrupción juzgada, sino la existente, la oculta, la que se mantiene bajo extorsión metafísica y a la sombra de las palmeras del oasis.

Quizás sea parte del espejismo saber que, a la misma hora de conocerse la sentencia, estaba el jeque del oasis hablando por teléfono con Sánchez y que a las pocas horas representantes de EH Bildu se reunían con los del PSOE en el Congreso español. Y que los Podemos, para entendernos, colaboran con el PNV en el Parlamento Vasco. El oasis, que es un nombre recurrente para un puticlub de carretera, empieza a ser una macedonia de frutas para sustituir a la compota navideña. Pedir perdón tras sentencia, no exculpa, solo confirma que el cinismo se alimenta de higos chumbos.