EDITORIALA
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PSOE y EH Bildu: hablar con espíritu constructivo

Por primera vez ayer se reunieron públicamente en el Congreso de Madrid representantes del PSOE y de EH Bildu, la primera fuerza política española y la segunda fuerza vasca. Fue una buena noticia, un paso en la buena dirección, una contribución valiente, por muy pequeña que parezca, que puede dar un gran impulso para terminar con una anomalía tan antidemocrática como dañina. Se ha impuesto el sentido común y, en cierta medida, se oficializa el fin de la segregación política.

Resulta un tanto anormal editorializar sobre una noticia que nunca jamás debió serlo. El encuentro y el diálogo entre dos partidos, con todas sus discrepancias, no debe ser algo excepcional. Ni la segregación ideológica, ni autoproclamadas superioridades morales, nada de ello debería haber impedido el diálogo maduro y responsable entre partidos. Nunca se debió haber obstaculizado algo que es sabido y de sentido común: que los problemas se solucionan sentándose y hablando. Pueden parecer verdades de perogrullo, pero en la política vasca, por desgracia, esas posturas han constituido durante demasiados años la normalidad. Una situación excepcional que algunos han querido convertir en cultura política, e incluso han pretendido perpetuar sabedores de que les ha dado rédito partidista.

A nadie se le escapa que las circunstancias que rodearon la reunión de ayer vienen en un contexto histórico muy peculiar: la oportunidad de formar un gobierno de izquierdas, con todos sus matices, que el Estado español no ha tenido desde la II República. Y si colapsa esa opción, la posibilidad también real de un gobierno de derecha extrema, quizá para mucho tiempo y con un marcado afán autoritario. En ese contexto, el PSOE y EH Bildu deben hablar, sí o sí, siempre con espíritu constructivo, con prudencia pero sin esquivar los problemas nacionales y sociales, ni la situación de los represaliados. Si alguno necesita hablar de violencia, de tortura, de los GAL o de ETA, de justicia e impunidad, que lo haga ya. Los temas de la agenda y los compromisos deben ser de presente y, sobre todo, de futuro.